Martha Robles

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De fiesta con Rubí

Familia Ibarra. Foto Video Rosales

Coronada de fantasía, vestida de princesa Disney, flores en sus manos y cercada por sus padres, Rubí ya es otra Rubí desde que ha puesto el nombre de México en el ombligo del mundo. Esta hazaña ha ocurrido en el desértico paisaje potosino aledaño a Wirikuta, el centro sagrado de los huicholes, donde una multitud amenaza con asistir, el próximo día 26, al huateque que en sus orígenes -se dice- se planeó para vecinos y amigos de la localidad. Google Maps no ha dejado de indicar a miles de consultantes en qué parte del territorio se encuentra el micro poblado de La Joya, enclavado en el Municipio del Valle de Guadalupe, entre Charcas y Matehuala, donde se llevará a cabo el reventón multitudinario que se ha montado como fenómeno viral por sus quince primaveras justo en la hora en que los problemas nacionales parecen explotar. 

En la propiedad hay chivas; pero en kilómetros a distancia no hay agua ni servicios sanitarios ni luz ni vigilancia; tampoco hoteles, transportes, hospitales, comercios ni recursos  para recibir la avalancha de un mínimo de diez mil auto apuntados al convite, según medios nacionales, o 1.3 millones, de acuerdo a cálculos internacionales. Como estamos ante un fenómeno viral sin precedentes,  producto de la tecnología, de manera espontánea se ha puesto en marcha la  magia de la improvisación mexicana para hacer del evento en ciernes un montaje tan lucrativo como teatral y políticamente rentable.

Sin wi fi ni face book ni nada similar, el numerito me recuerda –sólo me recuerda-  al festival de rock convertido en la congregación hippie más famosa de la historia. Programado en el pueblo de Woodstock, tuvo que realizarse en una granja de Bethel, en Sullivan City, NY, del 15 al 18 de agosto de 1969, a un costo de 18 dólares la entrada. 500 mil personas aseguraron haber estado allí, tirados día y noche de cualquier modo sobre la yerba. Jimi Hendrix tocó como dios su guitarra y los hippies se hartaron de rock, sexo, LSD y marihuana a cielo abierto o, a ratos, en sus combies psicodélicas. Woodstock no era el municipio de La Joya, ni la peor infraestructura gringa se asemejaba entonces a la mejor logística de hoy de México en general y de San Luis Potosí en particular. Así que está por verse cómo comienza y cómo acaba una fiesta de quince años que se ha salido de control y amenaza con llenarnos de sorpresas.

Más vivo y tangible que nunca, lo real maravilloso se ha ampliado hasta lo maravilloso popular, a propósito de Rubí, la quinceañera, y de sus padres. Mezcla aparente de norteño, mojado y chicano, don Cresencio Ibarra se ha presentado durante las entrevistas televisadas como ranchero modélico y próspero de nuestra complejísima, por contrastante, realidad rural. Al desencadenar este suceso que nos distrae de las penurias, crímenes y corruptelas, este padre de familia ha reanimado, de manera involuntaria, al mexicano desmadroso, gorrón y mitotero que Chava Flores recreó con ingenio insuperable.

Inmersos en el jolgorio de la quinceañera como espectáculo, el espíritu de la Fiesta examinado por Paz se ha ensombrecido y hasta se antoja disminuido. Por nada se habría perdido este alboroto el mismísimo Chava Flores. Lástima que se nos fue antes de que los movimientos de masas, dirigidos por la tecnología, se encaramaran a los mitos y a los impulsos colectivos. Por mucho menos que esto nos ha hecho cantar  “Los quince años de Espergencia”: una joya sobre el dispendioso rito iniciático de la muchacha –chambelanes y baile incluidos- por el que la familia “echa la casa por la ventana” y se endeuda hasta donde el delirio se lo permite. Ni pálida sombra le hará a Espergencia el regalo de “Quinceañera” que Thalia ha discurrido e interpretado en honor de nuestra ya representativa Rubí.

De haber visto siquiera el video, en el que don Cresencio Ibarra invita “a todos” al reventón, Chava Flores no hubiera dudado de ponerle letra y ritmo al evento, empezando por la participación “del grupo de Juan Villarreal, Los Indomables de Cedral y Grupo Innegable”. La lista de DG, mezclas virtuales, bailables y cantantes en vivo crece al ritmo de conjuntos de voluntarios y metiches dispuestos a tocar, amenizar y retocar durante la fiesta y la tornafiesta.  Viralizado el fenómeno con unos dos millones de likes, es el sueño anhelado de vendedores ambulantes, empresas, transportes, políticos y cuanto vivo crea beneficiarse y sacar tajada de esta invaluable publicidad cautiva.

Macho de los de a de veras, don Cresencio Ibarra habla en el video ante el inmóvil  silencio de doña Anaelda, regordeta y bien cubierta con su tapalito tejido color mamey, y de la princesa acreedora de todos los festejos. El sombrero arriscado, su piochita recortada, la pancita bajo la camisa azul estampada y su aspecto ranchero completan la estampa de “lo mexicano” que ha inspirado la divulgación de decenas de memes.  Que habrá misa, comida y baile y algo más, detalló, pero entre tantas gemas lo que más nos ha fascinado es el concurso de la “Chiva”,  con premio de unos diez mil pesos.

“¿La Chiva?”, la pregunta corrió como río vertiginoso. Si el convite pudo ser la delicia del autor de “Los gorrones”, “Sábado Distrito Federal” y “El bautizo de Cheto”, las entrevistas en Televisa y Televisión Azteca no tienen desperdicio.  Entre otras revelaciones, tanto el animado Cresencio como una ya despabilada esposa, además de confirmar la invitación “para todos”, informaron que “La Chiva” es una carrera "parejera" de caballos, cuyo premio era una chiva, pero se sustituyó con  dinero en efectivo.  

Animada bajo la luz de los reflectores y gracias a la metamorfosis causada por maquillistas, peluqueros y especialistas de “imagen”, Anaelda, la madre de Rubí, ya es otra: nada que ver con la del tapalito y despeinada. Desatada ante el éxito del teatro que se ha montado a efecto de memes ingeniosos y a cual más de divertidos, también invitó a Bigorra (¿Quién es Bigorra?) a la fiesta así, según leemos: “si puedes venir a cantarnos, también, a honrarnos con tu presencia y tu voz, también en los XV de mi hija, bienvenida y bienvenidos todos.”

Esto, en estricto mexicanismo, ¡es un verdadero desmadre! Como nos tienen tan entretenidos con las novedades, también nos interesa el tema de la seguridad. Al respecto aseguró el diputado Roberto Alejandro Segovia que ya se prepara un operativo para la fiesta. Interjet ofrece 30% de descuento a los viajantes. El gobernador de San Luis Potosí no se queda atrás y se une a la logística. Cuando menos cuatro diseñadores compiten para que la homenajeada luzca sus modelos y leo que, adelantado a los regalos de sus colegas, Zeus de la Vega ya le dio un “vestido de ensueño” de 40 mil pesos para éste, “el día más importante en la vida de cualquier joven mexicana”.

Un despiporre –como diría mi abuelita- extensivo al atavío de “su señora madre”, ya elegido en Monterrey. Técnicos de Telcel recorrieron la zona con don Cresencio en busca de locaciones para poner antenas para la red. Por desgracia, según leo, “la zona se encuentra en una comarca y la señal sólo podría llegar con un sistema satelital, lo que requeriría un costo millonario”. Muy caro, por consiguiente, inclusive para el jugoso negocio en el que se ha convertido el mitote. La diversidad de una oferta como ésta disminuye la inconveniente falta de comunicación. A cambio abundan ofertas de agencias de viajes, organizaciones de campings para cualquier situación, empresas de alquiler de baños y regaderas y cuanto ha menester para la ocasión.

El gobernador mexiquense Eruviel Ávila no podía ser menos y ya se apuntó con un viaje a Valle de Bravo y estancia de fin de semana para ella y sus papás. La lista de obsequios, propaganda y ofertas para los que “se apunten” a la fiesta crece por segundos:  pasteles, arroz, frijoles y mole en parte patrocinado por la firma “Doña María”, zapatos, bebidas, carcazas diseñadas para la ocasión, más música y hasta el anuncio de Televisa de que la feliz quinceañera, además de recibir una beca para el CEA,  participe en un capítulo de la telenovela “La Rosa de Guadalupe”. Y es que si bien la nena ha descuidado sus estudios por andar en el rebumbio, Fortuna la recompensa con notoriedad y una lluvia de bienes no imaginados.

Todo empezó cuando Cresencio contrató los servicios de Foto Video Rosales para que filmara la invitación y la fiesta. Miembros de una pequeña comunidad, nunca supusieron que al subir al Face la invitación de 47 segundos de duración, los estudiantes del rumbo, al compartir y poner likes, fueran a provocar semejante lío. Las redes sociales tenían reservado para la quinceañera más célebre de la historia de México un destino súbito y explosivo. En unos días, los pormenores del episodio y sus memes complementarios se convirtieron en noticia en varias lenguas y ya no hay quien pare la crecida del surtidor.

Dentro y fuera de la “hermosa República Mexicana” ya esperamos con ansia la doble magia implícita en el  festejo del emblemático  26 de diciembre: el rito de iniciación, infaltable en la mitología clasemediera de los mexicanos, y el prodigio de la tecnología que todos adoramos. Con su antes, durante y después de convertirse en escaparate de marcas, productos y patrocinadores, el acontecimiento promete quedar  en los anales de sucesos notables, como gustaban consignar nuestros antepasados coloniales y decimonónicos.

No es Woodstock, es cierto. Es el México del siglo XXI, enraizado en su pasado más inescrutable.