• Perfil
  • Blog
  • Libros
  • C.V.
  • PODCAST
  • Contacto
Menu

Martha Robles

.
escritora

Your Custom Text Here

Martha Robles

  • Perfil
  • Blog
  • Libros
  • C.V.
  • PODCAST
  • Contacto

Ser de izquierda. Y eso, ¿qué diablos es?

June 3, 2025 Martha Robles

El pensador. Augusto Rodin

Sabemos de qué se tratan los modelos teóricos y conocidos: la URSS, Corea del Norte, Cuba, Vietcong, el horror del Jemer Rojo en Camboya,  Cuba, Nicaragua, Venezuela, la antigua Yugoeslavia… También, con sus variantes y peculiaridades, conocemos los modos de gobernar de los países nórdicos, así como la socialdemocracia en general y en lo que se ha transformado. No tenemos idea, en cambio, de qué se habla cuando en México se habla de izquierda en medio de galimatías y desde una clara concentración del poder para controlar todo el país.

Lo evidente es que los de MORENA se adueñaron del término izquierda como divisa, pero  ignoramos su contenido o ideario, su fundamento teórico o su propuesta política. Observamos impulsos, repudios, resentimientos sociales y caprichos personales; empero, la actitud nada tiene que ver con ser de izquierda. En ningún “morenista” se nota genealogía teórico-histórica para identificar su “pensamiento”, su filiación o sus verdaderas intenciones, como no sea lo establecido por López Obrador: hacerse no del poder sino del Poder absoluto. En amasijo tan heterogéneo, en el que ni siquiera existe un vocabulario político, no hay modo de inferir un ideario, una moral, un modelo de país, pensadores de referencia, indicios de conciencia,  afinidades sobre la educación, el arte, la ciencia, la política social o compromisos con el desarrollo.

Presidente de Senado y por citar uno entre los numerosos correligionarios más visibles, ¿es Noroña divisa de MORENA y lo que debemos considerar hechura y logro “de izquierda”? ¿Es tan singular individuo cabeza de otros ejemplares no menos estratégicos y emblemáticos de lo que podríamos llamar representativos de su Partido, como Ricardo Monreal? Y el intocable e innombrable  Gertz Manero -por fijarnos en tan temible poder monumental-, ¿encabeza también las filas de tan peculiar “izquierda”? Hay tantos ejemplos de chapuzas, plagios académicos, abusos e imposturas que debemos insistir en que merecemos esta aclaración: ¿qué diablos es la izquierda? ¿Qué quiere, qué se propone, cómo? Por la profusión de hombres y mujeres que desde todos los niveles del poder impúdicamente exhiben sus limitaciones educativas, políticas, morales, etc. hay muchas razones para preocuparse y preguntarnos por nuestra situación y futuro inmediato.

En tal revoltura de intereses, fanatismos, fraudes, complicidades y componendas, fantasías políticas, improvisaciones, etc., urge una definición -clara y precisa- para saber que hay detrás de quienes se ostentan "de izquierda". Empezando por las desmesuras irracionales del gurú y creador de Morena, López Obrador, coincidimos con vox pupuli en que priva el enredo en este reino del surrealismo donde todo es posible.  Repaso ideas y lecciones del agitado siglo XX y de Este a Oeste y de Norte a Sur brincan contradicciones, yerros y muchísima intolerancia teñida de fracasos tan dolorosos como monumentales. La historia está ahí, pero hay que estudiarla.  Quienes profesan esta pasión etiquetada "de izquierda" lo presumen a viva voz, como invocando un credo infalible que los consagra. Por oposición lanzan el contrapunto "conservadores" como dardo envenenado para discriminar a "los otros", los que no caben en su club de santos patrones de no se cuál aportación universal a los estilos de gobernar.

 Conservadores... sinónimo de la serpiente del Edén, portadores del Mal universal, instrumentos del fracaso de la Creación. Miembros de la DERECHA: lo temible e igualmente impreciso, pues a tal conglomerado se arroja a demócratas y librepensadores, artistas, políticos moderados, personas con niveles superiores de instrucción, empresarios, comerciantes, religiosos o cualquier infortunado mexicano que antecedió a los redentores de “izquierda”. Los conservadores, en suma, representan la peste y el horror a vencer. Cualquiera que no sea morenista está considerado yugo y desgracia de la buena gente... CONSERVADORES: enemigos de la verdad y lo bueno. IZQUIERDISTAS: emisarios del bien y lo bueno, protagonistas de la inconmensurable “cuarta transformación” (sic).

Estamos asolados por una feligresía que sin credo ni doctrina ni ideas respecto de la justicia, la equidad, las libertades, las leyes, etc, únicamente azotan a los discrepantes a punta de adjetivos y muestras de desprecio social. Por eso, más que nunca, merecemos que los del club aclaren de lo que se trata ya que sin rastros de Marx ni derivados ideológicos, con el comunismo en el sumidero de la URSS, con China convertida en potencia económica tremendamente competitiva con las grandes potencias, con Rusia dominada por un autócrata como el temible Putin y de Corea del Norte ni se diga.. Y luego lo demás que nos rodea como película de terror: Cuba, Venezuela, Nicaragua... En fin, que no existen polvos de aquellos lodos. Por consiguiente los que no estamos en el club del Poder -ínfimas criaturas o meros testigos de esta agitación- merecemos una explicación.

Con la República vapuleada, las instituciones pisoteadas, la justicia abolida, el Congreso aglutinado, las leyes supeditadas al capricho y el poder cada vez más absoluto, por favor, por favor -para que nuestra ignorancia no sea tan lastimosa-, publicar de una vez la definición tanto de izquierda como de derecha y conservadores. No la definición del marxismo ni la de los diccionarios políticos; no por favor, sino la real, comproblable y a modo de MORENA, que es la que nos afecta e interesa. Así al menos sabremos a que atenernos, según el lado que nos toque.

Comment

Página del diario. Caos, signo de nuestro tiempo

May 19, 2025 Martha Robles

Quizá nuestra desgracia se deba a haber nacido en un mundo ya viejo, colmado de peligros creados por los propios hombres, con dioses cansados y en extinción y decididos a des-nacer quizás para volver a ser de otra manera en un orden menos imperfecto. Tan agotadas están las divinidades que se nota su decaimiento en la ausencia de hazañas; pero especialmente lo sentimos en el incremento del fuego devorador que ha dado en llamarse calentamiento global.

La turbulencia no parece ser un acontecimiento cargado de futuro ni un suceso aleatorio con vistas al porvenir. Lo que sucede en nuestro mundo enfermo tiene todos los elementos de una agitación del revés para volver al caos del principio, al origen.  Así lo relataban los mitos y las remotas leyes al referirse a los ciclos de destrucción y construcción. Así consta, también, en las grandes letras de ayer y de hoy. Por su singularidad esclarecedora, hay que acudir a unos cuantos relatos geniales para entender y sobrellevar las vicisitudes que ocultan Nix (la Noche),  el Hado, las horas y los días e inclusive hay que atreverse con el misterio que subyace entre nosotros y los otros.

No puede ser accidente del destino la profusión mundial de gobernantes/bribones que, en conjunto, dan al traste con logros de siglos porque odian las democracias, aborrecen a las personas, eluden la inteligencia y sustituyen cultura con propaganda con el aplauso de las masas.  Nostálgicos del Becerro de Oro, estos engendros dictatoriales encandilan a millones de  bobos con supercherías y abalorios. Es obvio que, inmersos en el deterioro mundial, tampoco son casuales el daño ambiental, la sobrepoblación humana y la correlativa multiplicación de enfermedades mentales.

El Mal, los poderes nefastos y la confusión popular forman parte de un todo cuando se ha conseguido sustituir lo sagrado con la idolatría del dinero y la estupidez. El pasado demuestra que todo está permitido en plena crisis moral y de la razón porque esto y mucho es parte del caos, signo de nuestro tiempo. Y caos es lo que explica el comportamiento errático que se va potenciando con desorden, confusión, vorágine, anarquía y más destrucción. Como lo verdaderamente tremendo, sabemos cómo avanzan  los sucesos caóticos pero nunca cómo se transforman ni cómo terminan.

Kafka demostró que lo más agobiante es lo menos visible y Heinrich Böll que aún al optar por la rebeldía y oponerse al fascismo, a la guerra y a los excesos del poder, nadie escapa al espíritu de su época. Así, pues, el relato de nuestro caos aún aguarda algunas plumas equivalentes ya que sólo los autores/cifra encuentran la aguja en el pajar; sin embargo, los procesos caóticos ensombrecen, menosprecian y marginan a los mejor dotados a cambio de encumbrar la mediocridad y su cohorte de mediocres. De ahí que en el batiburrillo arrojado al cada vez peor concepto de lector, sean rareza las obras literarias que  desvelan lo real, anuncian tormentas o ilustran la hondura de que es capaz el absurdo. Pienso, por ejemplo, en las biografías de Kafka y de Böll al comprobar que unas conciencias se forman desde la crítica y otras son absorbidas por la corriente imperante, pero únicamente los mejores dan en el blanco o crean algo excepcional, como el universo del sinsentido. ¡Ni qué añadir al acierto del universo kafquiano!

Böll, por su parte, se aventuró con el sufrimiento del joven combatiente y con el talante alemán de la posguerra. En Opiniones de un payaso -trágica de por sí- logró describir con precisión de relojero los tres tiempos del infortunado hombre que fue sin maquillaje, el actor grotesco de la vida destrozada y  el sujeto que podría haber sido no en el medio que lo forjó, sino en una circunstancia diferente.

Vale tener en cuenta las existencias quebrantadas porque estamos tan metidos en el absurdo que no es difícil contagiarse de la superficialidad ni en el endiosamiento de lo insustancial. Hay que tener una gran resistencia intelectual y moral para eludir lo efímero y el dominio de lo aparente. Que sea un payaso el personaje central de ésta, una  de las novelas más significativas del siglo XX, hace más visible y angustiante la carga de tragedia y patetismo que, sobre el infeliz payaso, también refleja a nuestra sociedad enmascarada.

El individualismo pretende hacernos creer que el desbarajuste es el triunfo del progreso, a pesar de que todo está dispuesto para enfermar la mente, el cuerpo y el medio ambiente. Al filo del abismo, nos balanceamos entre la confusión, la impotencia y el caos, mientras la voz en off, a todo volumen, repite que la humanidad está al borde del desastre por el calentamiento global que antecede a la destrucción del planeta.

Estamos, pues, atrapados en el caos. Y así lo vemos sin alterarnos demasiado ni buscar la luz propia como el sediento el agua. Permanecemos indiferentes aun a sabiendas de que un país irritado, dividido y descontento influye a los individuos. Insatisfacción y enfermedad es lo que se respira en nuestro mundo. Me pregunto cómo se convirtió el caos en muestra divisa.  ¿Cómo los peores se hicieron del poder… y consiguieron permanecer?

Ante panorama tan horrible y ferozmente real, repaso la tercera Ley de la Termodinámica y pienso en la cantidad inabarcable de energía que se requiere para contener este caos. Todo sería más sencillo si la conciencia fuera simplemente ser consciente. Pero ésta se desgaja, se erige con libertad ante un horizonte de posibilidades. La conciencia puede trascender la realidad y caer en una nada vertiginosa, o bien volverse un Dios en el que todo alcanza su plenitud, pero los dioses están viejos, cansados o dormidos en sus templos, mientras la otrora feligresía se distrae con ruido y sus propios menesteres.

Comment

Insignificancia del Mal

May 5, 2025 Martha Robles

Eichmann, un pobre diablo que obedeció órdenes

Sobrepasados por tantos crímenes, desaparecidos, abusos, timos, fraudes, engaños y una lista enorme de perversiones políticas y sociales, dudo si los mexicanos estamos en shock o nos hemos entregado al consabido conformismo del “ni modo: así son las cosas y yo qué puedo hacer”. Las monstruosidades a las que nos han acostumbrando a excusa de una absurda y amañada “Cuarta Transformación” (¡que invención más tramposa!) me pone cada minuto, entre ceja y ceja, la lección indispensable de Hannah Arendt: pensar es una obligación moral, especialmente porque el Mal puede llegar a considerarse algo banal, insignificante, sin importancia, ordinario y hasta trivial.

Autora, en 1963, de una de las ideas más inquietantes del pensamiento político moderno, al asistir, en Jerusalén, como corresponsal para The New Yorker  al histórico juicio contra Adolf Eichmann, Hannah Arendt se refirió a la banalidad del mal. Esta expresión, desde entonces, ilustra la máxima inhumanidad que puede cometer cualquiera incapaz de pensar críticamente. Lo comprendió al observar al detalle al nazi sin atributos, responsable de la logística del Holocausto: un mediocre cualquiera, burócrata y empleadito o “funcionario” que “obedeció” órdenes sin cuestionar ni pensar.

De todos los presentes (incluidas mentes ilustres) en el famosísimo juicio, la filósofa judía/alemana fue la única que percibió que, contrario a la creencia, no hay que ser un demonio ni un monstruo sádico para cometer las peores infamias. El Mal -escribió en Eichmann en Jerusalén- es algo mucho más ordinario, insustancial y perturbador porque inclusive un ínfimo pobre diablo es capaz de lo más tremendo sin que le tiemble la mano. Aquí, ahora, lo tenemos a la vista y nuestro mundo sigue imperturbable.  Hay que decirlo bien alto: la frecuencia e intensidad del Mal nos ha acostumbrado a enterarnos con indiferencia de un espantoso sufrimiento ajeno, inseparable de secuestrados y torturados, cientos de miles de asesinados, desaparecidos y víctimas y madres dolientes que, ante la indiferencia reveladora de las autoridades en primer término, escarban hasta en el infierno en busca de sus hijos.

El Mal no tiene carta aborrecida. Su facilidad hace tan vulnerable a la democracia.  Sin controles institucionales confiables el Mal permite que, en política, se asimilen y repitan acciones perversas como si tal cosa. Es escandaloso que en pleno siglo XXI y con una historia de fracasos y tentativas a cuestas desde el XIX, en México hayamos llegado al extremo de destruir la incipiente democratización, a excusa de la ocurrencia dictatorial de López Obrador, ahora convertida en supuesta doctrina (¡cuidado!). En el mejor estilo de las movilizaciones populares, lo aplaude la masa carente de juicio crítico. De nada sirven las lecciones de la peor historia mundial porque la perversidad ideológica y sus consecuencias son una de las mayores tentaciones de las mancuernas pueblo obediente-dictador populista.

Hacer pasar por intrascendente el Mal está sucediendo al abolir a dedazo el Poder Judicial para “acomodarlo” a los intereses narcopolíticos. También está detrás de varias decisiones contraproducentes en la salud pública, en la educación, etc. Todo, pues, es posible cuando se carece de juicio moral y no hay orilla divisoria entre el bien y el mal.  Esto explica que en nuestras narices se cometan atrocidades  como si tal cosa, empezando por crímenes impunes. Estamos cercados por un batallón de burócratas, empleadillos y funcionarios que “cumplen” órdenes, a excusa de cliches administrativos.  En circunstancias arbitrarias como las nuestras, el Mal llega a ser más despiadado que el mismísimo Lucifer porque no  se necesita ser un fanático ideológico para actuar sin pensar las consecuencias de los propios actos; mucho menos los ajenos.  En el mejor estilo MORENA, simplemente se hace lo que se hace, empezando por la realidad feroz del crimen organizado.

Gracias a Arendt aprendimos que la malicia ni siquiera surge de manera deliberada. Bastan el conformismo, la obediencia ciega, la incapacidad de cuestionar conductas, normas u órdenes injustas para que personas normales -léase narcos, violadores, torturadores, verdugos, nazis, “revolucionarios”, etc- se atrevan con infamias inusitadas por su falta de pensamiento. De eso se trata la banalidad del mal: de llegar al extremo sin renunciar a su apariencia trivial. Su peligrosidad consiste en que cualquier sujeto sin rasgos malignos ni heroicos pasa sin dificultad de ser un mediocre cualquiera a criminal. Si Eichmann es un ejemplo extremo, no menos grave es la verdad que se oculta en el crimen organizado.

Es inminente considerar la gravedad de nuestra circunstancia. Debemos pensar en lo que oculta la propaganda morenista: acabar con la dignidad esencial de la ciudadanía. Sin Justicia, sin verdadera educación, sin un sistema institucionalizado y moderno de salud pública, sin un eficaz y confiable apoyo a la cultura y sin que el Estado garantice las bondades de la democratización, estos individuos ordinarios que ostentan el poder absoluto se está convirtiendo en nuestras narices en instrumentos de más atrocidades no a la manera de la Alemania nazi, no, sino tal y como lo impone en connivencia el crimen organizado. Y si eso no fuera suficiente evidencia, allí están para pensarse las dictaduras de Cuba, Nicaragua, Venezuela… donde -digámoslo de una vez-  se han hecho del poder personas insignificantes que pasarían por comunes y corrientes.  La realidad nos obliga a pensar nuestra noción de responsabilidad. Pensar la moral y antes que ella la ética porque  el Mal no es accidente del destino sino producto de la idiotez moral. Lo que, por oposición, hace que el Bien y la moral sean el deber más alto y digno de la razón.

Comment

De MVL e izquierdas y derechas

April 17, 2025 Martha Robles

Un escritor fallece y se desata la tormenta mediática. No un escritor ni una tormenta cualquiera, sino el que mejor llevaba en la frente y en la pasión por las letras el estigma de la Guerra Fría. A partir de su último aliento se han multiplicado dislates de no-lectores y asiduos del saber de oídas, a excusa de sus oscilaciones políticas. La minoría que sabe quién era puede o no expresar reconocimiento, pero razona la pérdida por conocer lo peligrosa e intimidante que es la inteligencia en todo tiempo y lugar, por una causa: la inteligencia incomoda porque se atreve con la verdad; también rectifica y se modifica, como la naturaleza. En suma, la muerte de un hombre singular agita conciencias, pone de manifiesto fracasos y faltantes individuales, sueños quebrados, limitaciones personales, deseos frustrados y lo imaginado por Freud al asomarse al lado oscuro de sus pacientes.

El fenómeno odio/adoración se manifestó con extremos de ira y exaltación, según sucediera también en los funerales de Paz. Inclusive la viuda de Octavio, a saber por cuáles secretas venganzas, se sumó calladamente a su demolición al dejar la obra, sus bienes y su memoria al garete, acaso para facilitar el quehacer de los buitres. Ahora ha tocado a Vargas Llosa ser ave de tempestades. No caen “sobre el muerto las coronas”, sino un vocerío de detractores, índices apuntando a “lo que omitió” y enojos por ser de éste y no de otro modo o políticamente incorrecto. Llueven saetas envenenadas, como si algo les debiera a los contrariados, como si los hubiera despojado de su certidumbre preciosa, como si en su fuero interno y aún de voz viva no hubiera dicho, como el Quijote, Yo se quién soy y sé qué puedo ser... Hay que repetirlo para que quede claro: al igual que Edgar Allan Poe, Kafka, Melville, Pessoa, García Lorca, Paz…, Mario fue el que fue desde que le fue dada la traza de su destino: así lo inexorable, como aseguraban los griegos.

Hizo suyos los saldos extremos que agitaron el espíritu, las fantasías, los sueños malogrados e inclusive las esperanzas de una época singular en la historia de la cultura: la que estalla con ideologías radicales a partir de la posguerra, en la segunda mitad del siglo XX y, teñido de aspiraciones libertarias que fracasan de manera rotunda, se enceniza a partir del XXI. No es que antes no hubiera sucesos ni autores extraordinarios, es que en unas décadas singulares -como otras en la historia- aparecieron genios mundiales (los Beatles, por ejemplo), que hicieron posible lo inusitado. Respecto de las letras, un puñado de talentos tuvo la fortuna de favorecerse con coincidencias felices cuando contaban y pensaban en nuestra lengua de otro modo lo mismo. Esas coincidencias eran la agente para impulsar sus obras en varios idiomas, la editorial española para publicarlos en grandes tirajes y los boomers con curiosidad literaria para leerlos con devoción inusitada. Es decir, Mario fue parte decisiva de un fenómeno irrepetible. Casi mágico e inimaginable, este fenómeno editorial dio visibilidad mundial a nuestra América al través de sus libros, mientras la conciencia juvenil era agitada por algo tan contrastante como el síndrome del nuevo Diógenes expandido por el antibelicismo de los hippies y la idealización del fervor revolucionario, protagonizado principalmente por Ho Chi Min y Fidel Castro.

Al paso de títulos, páginas, obras, biografías y una curiosidad intelectual que sobrepasa la osadía de ser opacada por “la conjura de los necios”, se confirmaría que Vargas Llosa era lo que Camilo José Cela llamó “un escritor de raza”.  Hasta que la senectud lo limitó, mantuvo la necesidad de leer/vislumbrar el misterio de la existencia al través de la escritura. Cultivó el don de mostrar el otro lado, el que se oculta en silencio. Demostró que el escritor de raza no lo es por su estilo (que también), sino por su genio para integrar al visionario con el  intérprete de los entresijos del ser. Privilegio de unos cuantos, llevar “la tinta en las venas” significa explorar al Hombre en su contexto o fuera de él; significa, además, conocer lo humano reinventándolo, desentrañándolo. Pensado o recreado, el contenido de su escritura no pudo separarse de la interpretación que lo habitaba: aun para entender el pasado, situarse en la realidad y prever el porvenir, todo Hombre es un ser de su tiempo, inclusive siendo una mente adelantada.

Al escritor de raza le atraen el pensamiento, las ideas, la acción y el montón de secretos que construyen el revés de las historias. Con suerte inquiere sombras y luces con que juegan, engañan o esclarecen las palabras y su fondo de pasiones. Le atraen sinrazones, emociones, fantasías, pesadillas, experiencias, silencios, sueños: la existencia en sí.  Piensa la vida y sus vicisitudes desde el lado menos obvio y menos visible. Goza del don de VER lo más profundo de lo humano. Gracias a tan maravillosa singularidad, sus obras nos han revelado aspectos tan intrincados como el miedo, la crueldad, el dolor y el mal, la codicia, el poder, el amor y, en suma, la envidia de los dioses. La materia de sus letras es la vida misma, como sólo han conseguido presentar y representar los elegidos de Apolo, como  Sófocles, Shakespeare y otros grandiosos.

Vargas Llosa fue absorbido por el espíritu del XX, con sus pros y contras. Desde sus primeras líneas palpitó en su mente el carácter de su tiempo. Joven aún, veía, leía y registraba la violencia social, empezando por la de su padre ausente y tardíamente presente.  Miró su entorno e infundido del espíritu revolucionario que flotaba en el ambiente, se interesó  en las luchas sociales, políticas, sexuales y económicas  que bajo nombres, etiquetas y lenguajes diferentes, mudarían de aspecto, de centuria, de milenio, de vocabulario  y de protagonistas, hasta fusionarse en el galimatías de que somos víctimas en el actual XXI. Viene a cuento recordar hasta cuáles extremos llegaba el machismo de quienes se presumían marxistas, comunistas o progresistas “inamovibles” porque, en su idiotez insólita, a más de uno le oí decir en público que cogían como revolucionarios. “Vaya, sinvergüenzas”, pensé mientras dos o tres presumían su “supremacía revolucionaria”.  Tan machista pues, sanguinaria, injusta y brutal era la actitud que ni los más enconados se atreverían a negar que aquel ímpetu “revolucionario”, consagrado por idealistas y ciegos, encumbró la crueldad. Crueldad era divisa de supuesta virtud que reptaba en las calles, en la intimidad, en las escuelas y aun en la manera de vivir e imponer una masculinidad caricaturizada: machismo del peor, pues, o capacidad consagrada  de humillar, violar, torturar, zaherir y matar. Cuando al través del Caso Padilla Vargas Llosa supo en la mismísima Cuba la verdad de la invención de Fidel, valientemente dijo NO con otros intelectuales que, en adelante, también descreyeron del mito del comunismo. Con la verdad y los testimonios en mano, la ruptura con Castro fue definitiva. Entonces cumplió y hasta el último de sus días el “hasta aquí, me voy, no participo de esta farsa criminal”.

Por consiguiente, falleció un gran escritor, no cualquiera. Murió el gran creador de verdades ficticias o ficciones verdaderas. Se redujo a ceniza el ensayista y narrador que con mayor brillo, diversidad, talento y fecundidad dotó de trascendencia literaria la acertada tarea de dos catalanes visionarios: la emprendedora agente Carmen Balcells y el editor Carlos Barral, cuyo logro conjunto giró en torno del puñado de jóvenes escritores (hombres en su totalidad), que a partir de los años sesenta protagonizaron  el trillado Boom o estallido literario. En paralelo, insistir en los términos “derecha” e “izquierda” -directrices de la Guerra Fría que se niegan a desaparecer, pese a su sinsentido-, y asociarlos con falacias políticas tales como progresistas o reaccionarios, es una necedad tan grande como pretender separar al criminal Stalin del Comunismo, a Fidel de la devastación moral de su fantasía revolucionaria, a Hitler del monstruoso nazismo, a los gorilas latinoamericanos y africanos de las honduras dantescas del Mal y así sucesivamente. “Izquierda” o “derecha” no son más que términos explotados por la propaganda que no garantizan un mejor orden social o moral. En idénticas dosis sendos lados de la política tiene cuentas pendientes con las generaciones. Igual engañan, violentan privilegios, transforman constituciones, se atreven con deformaciones que vulneran la legalidad, las libertades, los derechos y deberes de la población. En fin, que ser de izquierda o de derecha no es garantía de nada. Ni siquiera prueba estar a la derecha o a la izquierda de algo fijo, inamovible.

Los aficionados a etiquetar lo bueno y lo malo y lo humano e inhumano como lados políticos tampoco son ni han sido revelación de nada. Aun en la Revolución Francesa, de donde procede la costumbre de situar en el parlamento a los de la derecha y los de la izquierda, se cometieron tantísimos actos de crueldad que repasar los crímenes de las hordas justicieras aún nos pone a temblar. Representativo de los bandazos de la Guerra Fría, Mario Vargas Llosa fue un gran escritor que al margen de sus posturas políticas deja una obra excepcional.  En los hechos, sus simpatías políticas y personales no fueron muy diferentes a las del propio Castro y sus “revolucionarios” aliados, solo que estos mantuvieron sus mascaradas de manera vitalicia, lo que explica que sus tropelías aún se ocultan en un pozo sin fondo. El propio Ortega, el gran monstruo nicaragüense al que consagraron en su hora “revolucionaria”, pasó de guerrillero libertador al gran demonio apareado con bruja que supera la maldad de sus antecesores de “derecha”. No que sean peores a los etiquetados de “conservadores”, pero hay que aceptar que las biografías de los tales héroes de las izquierdas reservan verdades terribles sobre las cargas ideologicas con las que han engañado a los ingenuos y a los crédulos.

No se me ocurriría descalificar a Shakespeare por reaccionario ni etiquetarlo de izquierdas. Impensables tales términos en otras épocas. Imposible someter a mis griegos amados a la necedad discriminadora de las etiquetas ideológicas. Es vicio de nuestro tiempo devaluar aciertos del arte y el pensamiento con cuestiones excluyentes atesoradas por la ortodoxia religiosa o doctrinaria, de por sí cambiante, frágil y engañosa. Debemos a grandes talentos como Conrad, Camus, Malraux, Steiner, Borges, Kawabata, Flaubert, Woolf, Yourcenar, Márai, Vargas Llosa… haberse ocupado del Hombre, inclusive con sus bajezas y sus contradicciones: pensar al Hombre y mostrarlo “con su mísero montón de secretos”, desde la grandeza y sin temor a las honduras menos exploradas de la mente, la conducta y la conciencia; ése es el valor perdurable.

Es imposible someter a los grandes del pasado a adjetivos ociosos. De Vargas Llosa quedarán luces y sombras de su tiempo y de su propia existencia.  Obra que, como pocas, abunda en las maneras de ser y pensar, así como en los contrastes, fantasías y errores de los hombres y mujeres de una época tan tenebrosa, frágil y embustera como la protagonizada por su niña mala. Mojó su tinta en dudas y experiencias de hombres y mujeres atrapados en sus pasiones, en sus fantasías, en historias enredadas a muchos fracasos y desvaríos. De eso se trata la gran, la inmensa literatura: de merodear la hondura humana con el mayor instrumento de su razón: inteligencia, imaginación, claridad y belleza de la palabra.

Comment

De la pasión por los diarios

April 5, 2025 Martha Robles

Sandor Márai. Fotografía en pinterest.com

Asidua de diarios y biografías celosamente escogidos, aprendí de los mejores que no hay como entintar el lado oculto para revelar lo difícil que es la condición humana. Nada que ver con diarios/agenda ni diarios/bitácora ni con panegíricos o páginas-registro para lectores por venir: de eso, nada: jamás detenerse a escrutar la miga en manifiestos narcisistas o abiertamente amañados porque de antemano se asegura el tedio, la impostura o la confesión del revés. En privado y sin la presión del mañana, en el verdadero diario se cuenta a todos lo que no se confía a nadie; y, como de magia, cualquiera que sea la profundidad de su lectura según la natural complicidad del lector, nunca se violenta la intimidad del autor.

En las páginas del alma se vuelca la lengua del uno-mismo. Única en su género, esa lengua habla y dice mediante la escritura lo que se calla ante los demás.  Acaso prolongación simbólica del cordón umbilical que revela lo que estaría fuera de lugar en otros géneros literarios, no importa en cuál idioma se exprese porque, por su esencia, remite por necesidad a la lengua materna, a la palabra del origen; es decir, en la página diaria se vuelve a la voz primera, la que es en sí, aun sin saberlo.

Tengo los  Diarios 1984-1989  de Sandor Márai entre los que mayor impresión me han causado. Al margen de los anteriores, este es un librito de apenas 219 páginas que releo hasta deletrearlo casi sin darme cuenta. Solo, con una debilidad que le impedía valerse por sí mismo, a los 89 años de edad no deja de leer, aunque la memoria le falla, ve borroso y camina con dificultad. La última página es el cierre de su existencia, pero anticipan el drama de su suicidio agudas observaciones sobre la vejez: Vienen a verme curiosos que me miran como si fuera un perro políglota en un teatro de variedades. La vejez convertida en un espectáculo. ‘Mirad -dicen-, todavía no se babea, todavía sabe hablar, sabe contar hasta tres, ¡y a su edad! Es un milagro,’ Se asoman al pozo de la vejez. Todavía no saben que el viejo prefiere la soledad porque es lo único que no le aburre.

Desde hace años, a este brillante escritor húngaro le ha dado por meterse en mi sueño nada más porque sí; quizás porque toca fibras demasiado profundas que aparecen/desaparecen como mensajes cifrados. Casi integrado a mi lenguaje onírico, no sabría si algo agrega a lo no escrito en su obra o solo me hace cavilar en frases que, por la magia de las letras, bucean en la memoria recóndita. Así, por ejemplo: la ira es una emoción humillante indigna del hombre. Quizás porque padecí a un iracundo que solía dividir a la humanidad en dos categorías absolutas: la derecha o la izquierda…, soy especialmente sensible a los estallidos diabólicos que provocan tremendos giros de tuerca en las historias públicas y privadas. Acaso tengo en el inconsciente muchos de sus párrafos porque Márai compartía mi afición por las Meditaciones de Marco Aurelio, o tal vez por la curiosidad compartida que adquiere brillo a medida que voy sabiendo de lo que se trata la cuenta de los días. Y es que, al margen de la edad, Llega el tiempo en que uno ya no espera respuesta, no discute con el destino, lo abraza. Hay que aceptar el destino. No existe otro modo de soportar la crueldad de la vida…

Con él repito la duda de si con la edad nos hacemos sabios o menos brutos, aunque, después de todo, la respuesta carece de importancia. Pienso también si la verdad de los otros se descubre cuando se han ido: algo así como levantar un velo y ver lo que no sabíamos. O si con Schopenhauer decimos ¿Usted todavía necesita a Dios?... A propósito de la enfermedad y la muerte de su esposa, también de avanzada edad, hace una descripción tremendamente cierta de la crueldad del sistema hospitalario estadunidense y del mercantilismo inhumano alrededor de la enfermedad.  Dan ganas de mandarle a la tumba la información faltante de lo que padecemos nosotros acá, en este submundo donde la dignidad, la salud y la muerte  son privilegios que la mayoría desconoce.

Desde el momento de la gestación, la enfermedad es la prueba cotidiana de la realidad social y un indicador inequívoco de la clase de país al que pertenecemos. Cabe decir que en México, por ejemplo, el clasemediero y el pobre forman el conglomerado de los “condenados de la tierra” porque, dada la precariedad de los servicios vinculados a la salud, al cuidado y a la prevención, en su oportunidad sufren en carne propia la ausencia de compasión. Y es que la dignidad humana, en autocracias como la infame que nos ha tocado en suerte, carece absolutamente de importancia. En este sentido y desde la perspectiva del país más rico del mundo, la experiencia de Márai es invaluable.

Claro que siempre estarán Kafka, Virginia Woolf, Pessoa, Anaïs Nin, Malraux, Ana Frank, Sylvia Plath…, entre los infaltables de este género que -bien visto- es cimiento y estructura de las letras. Como diría Cesare Pavese, muestra “el oficio de vivir”, desde la perspectiva del oficio de escribir.  Para los escritores es el día a día de la manera de estar, ver y comprender el mundo. En ese aspecto, las revelaciones de Márai son invaluables, especialmente en la medida en que la edad y sus vicisitudes nos van exponiendo a la deshumanización del entorno e inexorablemente, en la otra orilla, descubrimos que el dolor, la debilidad y la soledad van ocupando espacios de la razón y las emociones antes concentrados en el culto a la vida/viva.

Comment

De la dificultad de ser distinto

March 27, 2025 Martha Robles

El discurso dominante define la época y por contraste también a sus detractores, pero no a los pensadores libres: a diferencia de las mayorías, las individualidades innovan, van a la vanguardia y no se identifican con lo establecido. Sea religioso o político, el propósito del discurso dominante es homologar, eliminar diferencias y debilitar el ímpetu liberador de las culturas; de ahí la costumbre de perseguir y  abolir la crítica, lo distinto y la desobediencia, inseparable de la razón educada. En nombre del poder y del supuesto “interés del pueblo”, la voz directriz, para afianzarse, corrompe derechos y libertades.  Sus propósitos se integran a un lenguaje de exclusiones y repudios que se agravan al sentirse vulnerados por la influencia diversificadora de los “seres únicos”.

Las medianías, siempre en alerta para no violentar el espíritu de la tribu, son el mejor soporte de los discursos dominantes, al grado de constituirse en enemigas protagónicas de las mentes brillantes. Inclusive las letras medianas se corresponden con el gusto y las preferencias en boga. Basta, a modo de ejemplo, darse un paseo por la música, las letras o la arquitectura comunista o fascista para confirmar cuán intimidantes llegan a ser los seres únicos donde imperan los dogmas, las ideologías y la intolerancia.  No hay misterio en los discursos avasalladores cuando de cerrar y mantener el Poder se trata. El discurso dominante es el mensaje. Para entenderlo, hay que bucear en los lenguajes de Hitler, Mussolini, Stalin, Mao, Franco, Perón, Castro, Putin, Trump e inclusive en las peroratas de los pequeños autócratas, a la manera de López Obrador, Ortega, Maduro, Milei, Bukele...

Condenada a la soledad, la naturaleza de las individualidades o “seres únicos” tiene sus  propios rumbos.  Aunque nazcan, crezcan y se desarrollen en ella, independizándose y ensimismándose, no están ni se sienten integrados a la comunidad. A pesar de aislarse, el distinto es visto por los demás y también señalado o ninguneado. Gracias a sus antenas convencionales, el otro ve o percibe lo diferente con más agudeza cuando el ser único se debate entre no darse a notar y no poder evitarlo. De ahí el cuestionamiento vitalicio de figuras tan trascendentales como Sócrates, Diógenes, Fidias, Leonardo, Séneca… Y es que no hay opción: aun a costa de arriesgar la vida o la libertad, el ser único es el que es en sí y, por consiguiente, no puede evitar ir a contracorriente.  

Obsérvese cuán marcado de obstáculos y penurias es el destino de tantos filósofos, pensadores, artistas y escritores no asimilados a las ideologías ni a los credos: Giordano Bruno, Galileo, Newton… La lista de perseguidos de ayer u hoy es estremecedora. Son hombres y algunas mujeres sobre cuyos desafíos descansan importantes frutos. De ellos proceden ideas, obras, vanguardias y revelaciones porque, originales, reflexivos y creativos de por sí, no acatan ni caben en los patrones del clan.  Están dotados para aventurarse con lo menos visible: lo oculto, lo innominado y la dificultad.

A riesgo de marginarse o ser perseguidos (lo que es frecuente), asumen su singularidad expresándola mediante ideas, en el arte, la ciencia o en las letras.  Las singularidades o seres únicos ven, entienden e interpretan desde perspectivas nada convencionales. El más alto ejemplo nos remite a la Grecia clásica, cuando gracias a la independencia de las ciudades estado hubo tal riqueza de individualidades que, milenios después, aun nos maravillan.  Así el Renacimiento: otro surtidor de seres únicos también sellado por el dominio de otra edad y su respectivo discurso dominante para manejar a la tribu.

Es un fenómeno de ida y vuelta. Así como la mayoría y los gobernantes se intimidan ante el que Unamuno diría “un carácter”, el ser único no socializa como lo demás, tampoco acepta ser “uno de nosotros” ni comparte prejuicios que a los demás les son necesarios.  En suma, el ser único está condenado a la soledad o al ostracismo. Inclusive llega a apartarse por decisión propia, por inadaptado, rebelde, visionario, crítico e inconforme.  

Es famosa la hora en que Montaigne decidió retirarse a pensar y escribir sus Ensayos en su torre emblemática. Después de él se multiplicarían tanto los viajeros que no hallaban su lugar como nuevas torres reales o simbólicas. Además de varios genios renacentistas, las biografías de Rousseau, Diderot, Voltaire o de exploradores y genios del siglo XIX como Sir Francis Richard Burton o Lawrence, el de Arabia, ilustran de manera dramática el padecimiento íntimo y las reacciones de “los otros”, inflexibles miembros de la tribu.  No son las mayorías los protagonistas del progreso, sino sus beneficiarias. Los diferentes y talentosos enriquecen la vida en sí y las culturas.  Hay que asomarse al siglo XX para ver más de cerca el destino de genialidades como  Pessoa, Kafka, Hannah Arendt y tantos perseguidos por el fascismo alemán durante el fin del imperio austro-húngaro: Joseph Roth,  Stefan Zweig, Robert Musil, Walter Benjamin….

La reciente lectura del Ser único. Un desafío existencial  del filósofo alemán Rüdiger Safranski me hizo levantar otras páginas y acudir en paralelo a algunos de los autores examinados.  Es flaca aún nuestra cultura y muy pobre en diversidad temática y pensadores. ¡Cuánta falta hace aquí la suma de saber, originalidad y pensamiento! Al margen de sor Juana y más acá también de Octavio Paz o Esther Seligson, este de los seres únicos es un tema inexistente en nuestra tradición literaria. Rüdiger tiene en común con Ortega y Gasset la buena pluma y  la virtud de  provocar y atrapar a sus lectores con sugerencias que, párrafo a párrafo, nos hacen ir más allá de lo escrito; tanto, que por el poder de la libre asociación  sin darnos cuenta nos dejamos llevar a “otros” espacios de la razón, de las biografías y de la imaginación. Es un tesoro de sugerencias. Una vez más ha renovado mi interés por la tensión que se extrema entre el ser singular, la sociedad y los enemigos de la democracia, de la diversidad y de la creación en su más alto sentido. Más allá de sus páginas, coincido con este brillante alemán en creer que la singularidad entraña un verdadero desafío existencial.

Comment

De la ansiedad al sectarismo

March 2, 2025 Martha Robles

El poeta inglés W.H. Auden puso nombre a una época en su célebre poema “La Edad de la ansiedad”, publicado y premiado con el Pulitzer en 1948. Abatidos por la turbulenta posguerra, sobre los supervivientes comenzaba a perfilarse el yugo de la Guerra Fría, comandada por dos potencias mundiales, tan antagónicas como amenazantes: la URSS  y EUA. Durante algo más de cuatro décadas, esta doble supremacía invasora e ideologizada, supeditó a buena parte de la población mundial a sus respectivos intereses intervencionistas. Durante tan prolongada y violenta polarización, la Cortina de Hierro resguardó al comunismo y sus padecimientos internos como tesoro, en tanto y en el capitalismo crecieron protestas y movimientos masivos que reflejaban la inconformodidad de millones de subyugados por el armamentismo, la opresión, la pobreza y/o la falta de libertades.

 Contrario al control del totalitarismo de uno y los intereses capitalistas del otro, bajo el sello  compartido de la ansiedad se transformaron radicalmente las creencias y los modos públicos y privados de creer y relacionarse no sólo con el entorno, con los semejantes o con el medio ambiente, también la Autoridad que los abuelos tuvieron por intocable y sagrada, se tambaleó desde la cima de lo divino hasta la sima de lo profano. De pronto, sobre las ruinas del Muro de Berlín y después de las de la URSS “alguien” se atrevió a reconocer que Dios y el mundo habían cambiado… Desconcertados, se habló de “una tercera vía”: algo tan artificial que sólo concentró el dominio en unos cuantos y afianzó la inseguridad en los más, por una causa:  se arrojó a la mayoría a un mundo sin estilo propio; un mundo dividido que usa y se amaña con todos los estilos, aunque de preferencia los más antidemocráticos.

De las tensiones provocadas durante más de cuatro décadas no surgió un planeta mejor ni las quimeras del comunismo o del capitalismo atinaron con el hilo negro del bienestar. Cada una a su manera, las potencias antagónicas agravaron los niveles de angustia e inseguridad de los oprimidos. La URSS controlaba hasta en pormenores la vida y la información, y los capitalistas presumían democracia sin enmascarar la insatisfacción popular. Baste citar la correlación entre la molestia colectiva y las reivindicaciones para medir la intensidad de las exigencias de cambio; por ejemplo, el feminismo, por los derechos civiles o la justicia social.

Las religiones no se libraron de las sacudidas sociopolíticas y los monoteísmos se pararon ante el dilema de fundamentalismo o sectarismo. A partir de la década de los sesenta se desveló el lado más oscuro de los clasemedieros y la fantasía del american way of life se empañó tanto como la “fe ciega” de los creyentes.  Respecto del catolicismo, después del Concilio Vaticano II de 1962, se anunció que, gracias al ecumenismo, se acababa el dominio excluyente del Dios Único y de una sola verdad, porque la Santa Sede se reconciliaba con las demás iglesias y aceptaba la validez de sus doctrinas. Tanto el clero como la feligresía tradicionalista no tardaron en rebelarse. Marcel Lefebvre casi provoca un cisma al denigrar las “nuevas ideas” y calificarlas de “heréticas”, “satánicas” y “anti-cristianas”. Se impusieron a cuenta gotas algunos cambios (especialmente litúrgicos) y con Iglesia o sin ella todos tuvimos que darnos cuenta de que se avanzaba hacia el siglo XXI con una gran verdad compartida en todas las lenguas: la verdad de la incertidumbre.

En suma y desde los credos y las ideologías de adentro afuera, hacia al final del siglo XX se hicieron imparables los síntomas del sectarismo civil y religioso. Estamos inmersos en la “edad de la confrontación y el sectarismo”, con sus respectivos niveles de altísima agresividad y preocupación sociopolítica. Antes de que los López Obrador, Milei, Ortega, Putin, Netanyahu o Trump dieran al traste con leyes, logros e instituciones y se constituyeran en representantes inequívocos del sectarismo furibundo, fueron los defensores de la visión cristiana y medieval del mundo los que anticiparon las tremendas confrontaciones que amenazan al mundo.

Con más o menos claridad, André Malraux previó los riesgos políticos y culturales que traería consigo el sectarismo aupado a la “muerte de los dioses”. En alerta sobre los indicios de rupturas radicales y de la espantada masiva de creyentes y “vocaciones”, visibles a partir de los años setenta del pasado siglo,  sentenció que el siglo XXI será espiritual o no será. Se referirió a que sin dioses, sin vínculos espirituales ni respeto por lo sagrado, las sociedades se fraccionan, se autodestruyen, se enfrentan entre sí y ceden a la violencia abyecta.   Cuando el “temor a Dios” desaparece y ni siqueira las leyes humanas son suficientemente vigilantes para contener los impulsos devastadores de quienes se adueñan del vacío de poder que dejan las divinidades, se aplica in extremis  lo que Dostoievski puso en boca de Aliosha Karamasov: Si Dios no existe, todo está permitido.  

En eso estamos: la era de la ansiedad se ha montado al sectarismo y no exclusivamente religioso. Si la multiplicación de esa nefasta especie de políticos nos está dejando sin aliento y en la orilla de abismo, no hay más que abrir los ojos y el entendimiento a las rebatiñas que están por estallar desde el lado más oscuro de los intereses del Vaticano, ante la inminente muerte del Papa Francisco.

Pues si, como decía mi abuelo: “Que Dios nos agarre confesados”.

Comment

Robert Tsuovas (De mis Biografías Clandestinas aún inéditas)

February 7, 2025 Martha Robles

Este es uno de los saldos de la guerra de Vietnam. En las vidas quebradas de los veteranos sobrevivientes quedó la infamia de que es capaz la imbecilidad moral. Y no se aprende…

El horror selló su existencia. Ni otros soldados como él, destinados a combatir en Vietnam, asimilaron con tal eficacia el odio que dominó el ánimo de su juventud. Desde niño admiró el uniforme. Jugaba a entrenar compañeros, los hacía desfilar y ensayaban bajo su mando pequeñas y grandes guerras entre pandillas, todos armados de palos y piedras. De su madre aprendió a alimentarse correctamente y de su padre adquirió la costumbre de encauzar la violencia por la vía de la disciplina y del patriotismo. Estadounidense ejemplar,  cultivó la devoción por la patria, coleccionó banderas y emblemas nacionalistas. Consciente de la alta misión que entrañaba el símbolo de las barras y las estrellas, se asignó la tarea de despreciar lo distinto y aniquilar comunistas, para bien de la democracia idílica, así se tratara de países de los que todo ignoraba.

El ascenso de su generación coincidió con una época de contrastes: al lado de comunas, meditadores, pacifistas y exploradores de una visión psicodélica de la vida, donde no faltaban LSD ni otras drogas experimentales, se multiplicaban defensores del orden y de las buenas costumbres. A la popularidad en ascenso de un líder negro se respondía con el fortalecimiento del Ku Kux Klan; si los gobernantes conquistaban la Luna, allí estaban los discrepantes y las universitarias para protestar en las calles por la cerrada actitud de una sociedad satisfecha de su sistema de hipotecas y consumo en abonos mensuales. Si se inconformaban las minorías por la injusticia que marginaba a mujeres, inmigrantes tercermundistas o a la población de color, se les respondía con proyectos inmobiliarios para transformar el paisaje de la pobreza con edificaciones monumentales en los suburbios. Con el auxilio de escuelas en cada barrio y apoyada en el creciente negocio del cine y la televisión, la publicidad exaltaba los valores del pueblo elegido que, dentro o fuera de sus fronteras, se juraba legítimo portador de los atributos divinos.

Robert Tsuovas, hijo de empleado común y ama de casa, era bebedor de cerveza. Hablaba poco y se distraía con la lectura de la página roja, cuando agotaba las noticias de los deportes. Completaba su formación ante la pantalla televisiva y llevaba un registro puntual de los crímenes que cierto satánico cometía con sus seguidoras en la ciudad de Los Ángeles. No le era difícil incorporarse a la inquina común contra el enemigo ficticio ni despreciar el mensaje de “paz y amor”, divulgado por hippies que preferían el hacinamiento antes que enrolarse en las filas del imperialismo armado. Su escasa originalidad lo condujo a la tropa, donde encontraría ocupación y un eco perfecto a su colección de desprecios, comandado por el sello invasor de la Guerra Fría.

Durante el reparto del rancho y en horas de asueto, la soldadesca aflojaba los rigores del uniforme, vigilaba de reojo las armas y azuzaba mosquitos en los infernales campos vietnamitas. Descansaban dando rienda suelta a sus furores verbales bebiendo mucha cerveza. Las drogas enviadas por Washington se repartían como caramelos para hacer soportables las atrocidades que cometían y que luego engrosaban sus pesadillas. La soldadesca intercambiaba humillaciones a risas y actitudes soeces. Se burlaban de las costumbres locales y las deficiencias ajenas. Sin pudor trataban a las mujeres con una vulgaridad similar a la que se fomentaba para insultar a los hippies; y ellos, portadores del pacifismo e indiferentes al mesianismo de las fuerzas armadas, acentuaban su apartamiento de la sociedad con el retorno al ser primitivo, consumado en su hora por Diógenes. Así, mientras unos se dedicaban a perseguir lo distinto y a codiciar territorios ajenos, otros se retiraban de las exigencias mundanas en un medio propicio a los desahogos, aunque poco dispuesto a soportar los efectos cambiantes de las protestas. Tsuovas, al enrolarse, estaba más inclinado a creer en la pulcritud pregonada por su familia que a aceptar, siquiera en atención a una esperada rebeldía juvenil, la suciedad que se iba expandiendo desde el semillero de las comunas donde, entre el consumo de drogas y ensayos de libertad sexual que hasta entonces sólo encontraban cauce en las letras, se fomentaba un movimiento imparable de rechazo a la guerra.

Cuando las estadísticas quisieron atribuir el destino de Robert Tsuovas a cierto desasosiego infantil, se encontraron con el registro de una familia estable de la clase media y con la insignia de la tenacidad en su nombre. Estudiante sin gloria, jamás alteró la tranquilidad del hogar ni se interpuso en la obra de sus maestros. Patriota, prefirió el deporte a los libros. Desempeñó trabajos por horas para concluir su enseñanza media. Era obediente. Nunca se opuso a sus superiores ni participó en atentados contra la autoridad. Por más que buscaron razones para justificar su conducta, las investigaciones no arrojaron miserias visibles ni aspiraciones incómodas; más bien se confirmó el perfil de un estadounidense ejemplar, digno de destacar entre la oficialía del ejército.

En Vietnam conoció el infierno. Amanecía con la señal del napalm en el horizonte y el anuncio de muerte con los primeros pasos. Dormía con demonios agitando sus noches. Lo perseguían el ruido de los helicópteros y el roce de cuerpos arrastrándose en terrenos inhóspitos.  Matar, zaherir, protegerse de los mosquitos, destruir campos de arroz, perseguir guerrilleros furtivos y sobrevivir: todo era consigna allí, donde el tiempo, la vida y los sentimientos se sometían a sus propias leyes. Un olor ácido se le fue metiendo en el cuerpo sin que al principio se diera cuenta. A poco, su alma ya era parte de la pestilencia. No distinguía si lo que lo torturaba era dolor, pavor o fastidio, porque también de acechar enemigos se cansa el Hombre. De regreso a su América idílica lo habitó el sinsentido. Durante la segunda mitad de su vida se dedicó a vagar y beber. Pernoctaba en subterráneos, puentes o basureros. Robaba monedas en teléfonos públicos o vendía botellas para proveerse de alcohol. Escupía las vidrieras bancarias, maldecía a uniformados y hombres de traje y sin pudor se orinaba frente a la bandera de las barras y las estrellas. Ganaba en suciedad cuanto perdía en interés por conservar las costumbres. Le asaltaban apetitos extraños, como desnudarse, masturbarse para escandalizar a “la gente decente” o vomitar en escuelas y oficinas públicas. Sermoneaba en las esquinas parado sobre un arriate, pero pocos se detenían a escuchar. Lucía sus andrajos con el pecho forrado de condecoraciones, y pasaba del llanto a la carcajada al encontrarse con grupos de niños, especialmente en los parques.

Cuando no deambulaba en callejuelas de servicio sembradas de basureros, le daba por marchar al frente de dos o tres perros jadeantes que lo seguían con la lengua de lado. Como si tuviera a dónde ir, caminaba de prisa entre peatones y coches que lo evitaban con más desprecio que miedo. Gesticulaba señas de mando, saludaba como soldado y permanecía en firmes al golpetear entre sí los tacones de las que alguna vez fueron botas pulimentadas. Luego, cumplido el rondín, se echaba sobre cartones contra una pared iluminada con anuncios de Coca-Cola. Impávido, gastaba las horas de luz sumido en un lastimoso silencio. Allí se quedaba, bajo un tapadizo inmundo en los barrios bajos de su ciudad natal, sin moverse ni beber, sin pestañear ni sentir necesidad de alimento.

Al amanecer de cualquier semana de noviembre de 1987, un policía descubrió su cadáver bajo el puente de Pittsburgh. Harapiento, apestoso, con barba de meses o años y capas de mugre que le engrosaban la piel, estaba tan flaco que el oficial confundió sus clavículas con armas ocultas en los andrajos. Tirado de cualquier modo, el guardia tuvo que emplear la macana para identificarle la cara. Ostentaba en la frente un agujero de bala y, de tan abiertos y pavorosos, nadie se atrevió a cerrarle los ojos.

Entre apuestas y bolas negras, los del forense se rifaron el turno de auscultación porque nunca sintieron tal asco ante un pordiosero, “desconocido y varón” que llegaba a la morgue con atavíos militares. Al darse cuenta de la identidad del difunto intervino el Pentágono y a su pesar corrió la noticia como reguero de pólvora. El informe oficial no mereció más de tres líneas: Robert Tsuovas, destacado combatiente en Vietnam, murió en los pasados días bajo el puente de Pittsburgh. Condecorado en más de cinco ocasiones, nunca se desprendió de su Medalla al Valor.

Prófugo de la memoria, jamás encontró reposo. Sabía que donde estuviera irían con él la muerte y los recuerdos ensangrentados. Su nombre se fusionó al de otros que quizá también prefirieron alcoholizarse, drogarse o morir a sobrellevar la carga de sus acciones. Los antecedentes difieren porque, siquiera durante unos días, las noticias lo elevaron a personaje efímero, vinculado a una de las órdenes más criminales que una generación llevaría como estigma en la frente. No era Tsuovas, sino la atrocidad del napalm… Todo, al final, quedó al descubierto, cuando el mundo se estremeció con la fotografía de una niña que, empavorecida, corría desnuda por un sendero para huir de las balas y de algo horroroso que les quemaba. La masacre duró unos minutos. Destrozados, cien o más cuerpos fueron amontonados antes de ser arrojados violentamente a una fosa común. Quedaron intactos los cuencos de arroz, peroles sobre el fogón, ropa recién lavada y pequeños vestigios de un pueblo sorprendido por el invasor y la muerte.

Corría el mes de marzo de 1968. My Lai era una pequeña aldea habitada por ancianos, mujeres y niños. Nadie sabe por qué fue elegida por Tsuovas y sus hombres para realizar una tarea de “escarmiento”. La  “hazaña” encabezaría las protestas contra los crímenes de guerra que, años después, contribuyeron a la derrota yankee en aquella región oriental. Cumplida su misión, no se supo más de aquellos soldados.

El forense comprobó que Robert Tsuovas tenía un barril de vodka en su organismo y que rellenaba con drogas el espacio sobrante en sus venas. Durante años de mal vivir y no dormir, de padecer el rebumbio de las balas y el obcecado recuerdo de los gritos de dolor, el patriota repasó la escena de My Lai hasta el instante de empuñar el arma y sellar el episodio con su muerte. Misteriosamente conservaba, oculta en su zapato, la placa que lo identificó como soldado durante sus jornadas de campaña. Tembloroso, el médico leyó. Miró el cadáver en la plancha y sólo susurró: U.S. ARMY. Robert Tsuovas. Veterano de Vietnam.

A partir de entonces, todo quedaría en los surcos borrosos de su gesto, bajo la red empiojada de sus greñas, entre las uñas sucias, largas como garras, que nunca más probaron la calidez de una caricia. My Lai, la niña que corría, un Vietnam asolado por los gases, la guerrilla, un arrozal destruido a machetazos, ríos envenenados, rostros deformados, una edad enloquecida... todo parecía absorbido por la sarna, el sembradío de llagas, la inmundicia de un suicida que hasta el final exhibió su patriotismo.

Por última vez apareció su nombre en las noticias. Por última vez, piltrafa uniformada, Robert Tsuovas ventiló sus trapos sucios y se orinó en una bandera que envolvía el envase de vodka que se encontró junto a su cuerpo.

Comment

Auschwitz, ¿hablamos de lo humano?

January 28, 2025 Martha Robles

Primo Levy

El horror se quedó en su memoria. Trasmitirlo en palabras fue exigencia del sobreviviente de Auschwitz, pero no alivió el sufrimiento que, de vuelta a la “libertad”, lo convirtió en muerto/vivo o algo peor: un medio/viviente cargado de recuerdos que harían palidecer a Dante. Arrestado en 1943 en Italia por participar en la resistencia antifascista, a poco Primo Levy fue  llevado al Inframundo en un vagón de mercancías, hacinado y sellado durante cinco días. Desde el momento de su detención perdió voluntad, rumbo, sentido de la existencia, dignidad, conciencia de lo humano… Todo lo que sin pensar damos por sentado, menos la esperanza en sabe Dios qué, aunque esperanza al fin aun en lo imposible e ignorado: sontén traído de lejos, acaso de la ancestral religiosidad que protegía a los huérfanos de dioses. Esperanza pura, sí: algo impreciso, apenas rasgo de luz, aunque capaz de aliviar tan tremenda desolación que se le quedaría pegada en la piel y en el alma.  Imagino que lo habitaba la esperanza en sí, la que surge desde la hondura del sinsentido y la que es lo que es; es decir, único asidero cuando la fe y toda resistencia han desaparecido.

Con la sed comenzó la tortura. Era el principio. Los más débiles morían. La joven que amamantaba a su crío perdió la leche, el nene lloraba… hasta que dejó de llorar. Calaba el frío; mordía el hambre. Unos de pie pisando la mierda; otros como fuera por la falta de espacio. Durante el viaje, la humanidad perdió su nombre. Luego, al “llegar” cuatro quintas partes de los 650 transportados en el tren esa misma noche o a la siguiente perecieron en las cámaras de gas. El resto previó su propio desmembramiento en las barracas que tardarían en describirse en libros, películas, testimonios, denuncias desatendidas y llamados dolientes que pedían no olvidar. Por doquier se divisaban las chimeneas humeantes. No lo sabían entonces: eran los hornos. Al principio no entendían el idioma del verdugo, pero comprendían el lenguaje de la aniquilación: vocerío zafio, vulgar y cargado de injurias, amenazas e imprecaciones. Que aquella región minera olía a malta y al carbón ácido ardiendo: algo que, para siempre, el escritor italiano conservaría en el olfato e identificaría con Polonia.

Sin tardanza, mujeres y niños desaparecían. Clasificados en fila, a los más fuertes y no calificados se los destinaba a trabajos demoníacos hasta que morían de agotamiento, de golpes, de frío o de hambre. A los mejor calificados, como el químico Primo Levy, se los mandaba a realizar tareas especializadas, dada la falta de mano de obra local a causa de la guerra. Sustituidos en continuidad con los recién llegados, los prisioneros tiraban regularmente cientos de cadáveres en fosas cavadas por ellos mismos. Así la lógica implacable de los nazis, hasta sumar un millón doscientos mil aniquilados nada más en el campo de exterminio de Auschwitz, que -como poco se dice- no era un campo, sino varios campos agrupados en el área. Entre judíos, gitanos, cristianos, musulmanes e infortunados de orígenes varios que cayeron en manos de los nazis, sumarían millones y millones las víctimas de una infamia que, a pesar de dejarnos sin aliento, no ha conmovido lo suficiente para evitar el Mal, servir de advertencia y defender la justicia y los derechos humanos como la verdadera conquista de la razón. Me refiero a la Justicia que tanto y tan sabiamente defendió Ben Ferencz, el último fiscal  de los Juicios de Nuremberg quien, al morir a los 103 años el 7 de abril de 2023, encumbró el Derecho como la única defensa ante la sin razón y las atrocidades de los demonios enmascarados de humanos.

Autor de cuentos, relatos, novelas y ensayos, Primo Levy es uno de mis infaltables. La Trilogía de Auschwitz -Si esto es un hombre, La tregua y Los hundidos y los salvados- se convirtió en lectura tatuada en mi memoria y emblemática para entender el Mal: demostración de que lo vivido en el Lager -aquel infierno- era de hecho la condena a muerte arrastrada de por vida: algo, lo más terrible, de lo que NADIE puede sobreponerse. Y a pesar de que paradójicamente los recuerdos son la mejor defensa contra la muerte, y no solo en el Lager, los suyos se mantuvieron vigentes en su mente atormentada.  Además de sustentar una obra excepcional, la memoria nutría la depresión de Primo Levy. Una memoria llana aunque vivísima e incurable que lo llevó de manera brillantísima a documentar el infierno para dar voz, desde la culpa del sobreviviente, al “silencio de los muertos”.

Al leer el 12 de abril de 1987 que el día anterior, a sus 67 de edad, murió en Turín al caer por el hueco de la escalera de la única casa en la que vivió desde su nacimiento, pensé: “los recuerdos son fantasmas”; fantasmas implacables, tan feroces como el verdugo, pero más persistentes. Químico y judío, Primo Levy resistió la crueldad del Holocausto sin dejar de preguntarse si fue por azar, por “traicionar a los muertos por el hecho de seguir vivo”, por fuerte, por destino, por designio, por… El hecho es que desde que las tropas soviéticas liberaron a los prisioneros del Campo, el 27 de enero de 1945 -hace exactamente 80 años-, fugazmente supuso que “volvería a la normalidad”: imposible. Sobrellevó 42 espantosos años la carga de aquella memoria que lo habitaba de punta a punta. En su momento comprendí al detalle el significado de haber sido reducido a un ser a la deriva, una no persona. Supe que aquella caída abismal -que quisieron sus parientes considerarla accidente-, simbolizaba su último mensaje: la memoria era su infierno.

Comment

Ninguneo

January 7, 2025 Martha Robles

El mexicanísimo ninguneo es una de las formas más viles de mezquindad y agresión psicológica. Como discriminación y menosprecio deliberados, no nos hace solamente invisibles o fantasmales, también insignificantes o no-entes a los ojos de los demás.  El ninguneado es tratado como tan ínfima nadería, según el caso y la circunstancia, que queda brutalmente atravesado por la mirada mezquina del que,  aun a sabiendas de que el otro es o podría ser, se comporta como si no existiera. En los ninguneos más dramáticos, Ninguno acaba reducido por debajo de sí mismo.

Tal menosprecio extremo se practica abierta y mayoritariamente como exclusión social. Sin embargo, cuando el talento y las obras están en juego, el ninguneo cursa modalidades burdas o sutiles, pero inseparables de una feroz envidia. Y es que el talento, con la belleza y la riqueza, es lo que más desea el Ninguneador que es en realidad un envidioso patológico. El fenómeno es ondulante y plural, aunque el efecto devastador recae irremisiblemente en ambos lados: en el que ningunea; y en el del agredido que llega a sentirse poca cosa e inclusive “nadie”, cuando absorbe las humillaciones.  

Se necesita una sólida conciencia de sí mismo -indispensable en la formación del carácter y con más énfasis en el femenino- para que el ninguneado ni se deje convertir en Ninguno ni acepte que la ausencia de autoestima lo reduzca a Nada, sin respeto ni dignidad.   Recuerdo como revelación el instante en que leí “Máscaras mexicanas”, de Octavio Paz. Como mujer, a pesar de que su análisis me pareció incompleto, vi el dibujo de lo padecido u observado cuando todavía no comprendía eso que lastimaba tanto.

Acaso superado con nuevas aportaciones, El laberinto de la soledad marcó un antes y un después en la interpretación de lo mexicano. Decisivo en mi formación, me permitió pensar -y descifrar- el machismo que campeaba de arriba abajo en la vida familiar, intelectual, política y social hasta bien entrado este siglo XXI. Bastaba ver las películas locales para comprobar lo que trasladó Carlos Fuentes a su narrativa. Al hallar piezas faltantes para entender la hipocresía y el ninguneo supe que era mi curiosidad intelectual la causa de sentirme “fuera de lugar”. Lo vi con claridad gracias a que “Alguien”, un gran escritor, se atrevió con la verdad; es decir, le puso nombre y relato a eso que hiere hasta el alma y que, en nuestros medios terribles, se practica como si no tuviera consecuencias terribles.

Leyendo a profundidad “Máscaras mexicanas” supe también que se trasmite el ninguneo como parte de la “normalidad”.  Paz se aventuró con el trasfondo del disimulo y del mundo de los Don Nadie, así como con la práctica del disfraz y la costumbre de las máscaras que abultan el mar de fondo que subyace en el discutido dilema de la falta de identidad de los mexicanos.

Lo considero el más actual y notable de nuestros escritores. Aun en lo releído encuentro algo nuevo y esclarecedor, lo que me permite entender por qué era blanco de tantos ataques y envidias de sus coetáneos. No olvido cómo sus detractores pretendían ningunearlo, desacreditarlo, devaluar su obra y hasta quemar su figura en bulto, como los entonces Judas de cartón. El día que se anunció el Premio Nobel presencié en Nueva York la furibunda reacción  de más de dos “muy reconocidos” que perdieron la compostura al escuchar la noticia.  Monterroso gritaba en el lobby del hotel que Paz era un “miserable” y la peor persona del mundo.  (Inútil decir que no se le daba el Nobel por “buena persona”, sino por su excelente literatura).

Ninguneo, mezquindad y envidia podrían integrar una trilogía de las bajezas humanas. Ante la adversidad actual del medio cultural, considero oportuno señalar que la mirada del Ninguneador sabe que el ninguneado existe, pero intencionalmente lo ignora y hace como que no es -no existe- ni produce sombra. Tampoco está, pero su ausencia/presencia es traspasada por una mirada/estilete que, en realidad, es el más efectivo instrumento del menosprecio. Así lo escribió Octavio Paz:

Sería un error pensar que los demás le impiden existir. Simplemente disimulan su existencia, obran como si no existiera. Lo nulifican, lo anulan, lo ningunean. Es inútil que Ninguno hable, publique libros, pinte cuadros, se ponga de cabeza. Ninguno es la ausencia de nuestras miradas, la pausa de nuestra conversación, la reticencia de nuestro silencio. Es el nombre que olvidamos siempre por una extraña fatalidad, el eterno ausente, el invitado que no invitamos, el hueco que no llenamos. Es una omisión. Y sin embargo, Ninguno está presente siempre. Es nuestro secreto, nuestro crimen y nuestro remordimiento. Por eso el Ninguneador también se ningunea; él es la omisión de Alguien. Y si todos somos Ninguno, no existe ninguno de nosotros. El círculo se cierra y la sombra de Ninguno se extiende sobre México, asfixia al Gesticulador y lo cubre todo. En nuestro territorio, más fuerte que las pirámides y los sacrificios, que las iglesias, los motines y los cantos populares, vuelve a imperar el silencio, anterior a la Historia.

No encuentro mejor ejemplo para este triste fenómeno que aquello que, de Jaime Torres Bodet, gustaba citar con autoridad mi querido don José E. Iturriaga: México es una llanura: el que asoma la cabeza, se la cortan.

Comment

Legado de Alfonso Reyes. A 65 años de su fallecimiento

December 28, 2024 Martha Robles

(17/5/1889 – 27/12/1959)

Desde los días en que el castellano llegara a nuestra tierra, América quedaría entre las promesas del destino. Su  lucha se ha balanceado entre la mejor herencia de los evangelizadores humanistas y el afán devastador de la barbarie. Con gran sentido, Alfonso Reyes asignó una función prospectiva a la palabra recibida para atender el llamado de una responsabilidad inesperada en el mundo colonial: su incorporación al ensayo unificador de la cultura.

Permanecer entre las promesas del destino significa enfrentar el desafío de la adversidad que distingue a los vencidos. Como en las limitaciones materiales o en  la indecisión popular proveniente de siglos de acoso al pensamiento, persecuciones y miseria, también son obvios los empeños por integrarnos al patrimonio  universal del humanismo.  Reyes no ignoró que la americana  es una realidad teñida de contrastes: a más ostensible el efecto de su pasado colonial mayor el desafío de superación que ha recaído sobre escritores, científicos, artistas y maestros, porque a ellos corresponde incrementar las razones de fe en una sociedad mejor. Se trata de una minoría privilegiada cuya razón de ser se cumple por la voluntad de superarse. Así lo vivió y así pregonó la capacidad transformadora de la razón cultivada.

El puñado de miembros de su generación compartió la misma certeza, convertida en móvil educativo por Vasconcelos: “la cultura sólo existe en la inteligencia de los individuos, y sólo por ella se sostiene”. No todo se reduce al proceso evolutivo del desarrollo ni al prejuicio de que vivimos marginados del saber de nuestro tiempo; sin embargo, si no existieran talentos singulares sería peor la crisis moral que nos aqueja. Reyes supuso que la inteligencia social de los países dominantes no lleva un curso favorable al equilibrio y que por eso tenemos que fomentar el ejercicio de la crítica, como compromiso del saber. No en las masas, que todo imitan, sino de unas cuantas individualidades proceden la esperanza y los remedios para mejorar la existencia. De allí el celo de este ensayista por los nutrientes del saber. Vivió confiado en el poder multiplicador de una simiente que si bien brota donde nadie se lo espera, sus frutos llegan a expandirse por la palabra, en la que creyó con religiosidad.

Son las variantes individuales de los genios de excepción, la inventiva y los descubrimientos, los que garantizan el fortalecimiento cultural. Variantes que, en nuestros pueblos, avivan la voluntad de trascendencia con el deseo de superarse que repite el voluntarismo ponderado por Vasconcelos, quizá como eco de una generación que, como la suya, tuvo en Pedro Henríquez Ureña las fuentes de un mensaje asimilado por los ateneístas. Por ellos sabemos que hay peculiaridades actuantes como focos genéticos o vasos comunicantes que alimentan o afianzan un conocimiento general entre diversas disciplinas.

La obra de Alfonso Reyes destacaría por su singularidad: síntesis y labor propositiva, además de hallazgos en la reflexión contemporánea sobre el improbable ser universal que tanto ponderó. Poeta y humanista, su vida ejemplifica la fuerza  del individuo allí donde parece que la adversidad no se aviene con la vocación disciplinada ni con el talento.  Basta leerlo para aceptar con él que no hay más promesa del destino que la voluntad liberadora del espíritu ni más misión intelectual que la indicada en la única finalidad  del humanismo: salvar al Hombre –insistió- con sus propios atributos y sobre el saldo acumulativo de sus defecciones.

Abolir la postración e integrar las varias directrices del espíritu creador son propósitos que don Alfonso compartió con otros humanistas. Creyó en la democracia por las mismas causas por las que abominó del sometimiento o de la brutalidad deliberados. Y es que la justicia, para él, depende del desarrollo social en libertad porque su ejercicio se enriquece cuando se educa el intelecto con la guía de la virtud y la conciencia del servicio. En ese sentido, ponderó hasta idealizarla la cultura griega y, en menor medida, también la latina y la medieval. A tal certeza obedeció cierta premura por combatir a la ignorancia porque de ella son  el retroceso de las dictaduras, el prejuicio de superioridad racial para encubrir una burda explotación y  el fanatismo de quienes no pueden elegir. Según él, en los ignorantes predominan imágenes primarias o algunas figuraciones salvadoras discurridas  con la fe de una sola representación del mundo.

Nuestra América, como solía llamarse al continente delimitado por la lengua compartida, representaba la necesidad de una toma de conciencia; es decir, una definición de su carácter como parte activa y dialogante en el proceso civilizador universal; activo y actuante entre las lenguas. No se refería a cierta transmisión de lo que a todos es inherente como resultado del vivir humano, sino a su armonía continental para vencer el nefasto signo de los pueblos coloniales, que al parecer están limitados desde su profunda conciencia para incorporar su inteligencia a la continuidad del legado cultural.

Suyo era también el sueño de Bolívar, aunque Reyes ensanchó, a través de imperativos helenos,  el empeño de unidad continental.  Sin la responsabilidad moral de la política no  puede ser posible ningún equilibrio solidario entre los pueblos. Lograr esta armonía depende de una suma de individuos, de su fuerza interesada en el Bien  como principio y de la crítica que corona a la razón. Es este el hilo conductor de una obra vasta, siempre pedagógica e indivisa de las fuentes clásicas. Su idea unificadora consistió en reorientar la voluntad en función de la cultura, mediante un empeño de autotransformación crítica que no puede sustraerse del propósito más general de la sociedad. Así se entiende que es de minorías el deber de vigilar el rumbo ético durante el proceso de nivelación social.

“Llegamos a la edad -dijo- de entender nuestra tarea como un imperativo moral, como uno de tantos esfuerzos por la salvación de la cultura, es decir, por la salvación del Hombre”. Por nuestra propia realidad, siempre cifrada por la circunstancia colonial, abarcaba Reyes una doble pertenencia americana al legado aborigen y a lo consustancial adquirido por medio de Occidente desde las raíces grecolatinas. Tales elementos, indivisos de por sí del orden indicativo de lo humano, han contribuido a precisar una identidad dentro de las nociones unificadoras del espíritu, y más aún: un principio por el cual este continente, lejos de resignarse a fracasar ante las adversidades, prefiere vivir aferrado como está a su vocación por la justicia a la que cuesta hallar una solución confiable o la oportunidad de ajustar sus ideales a la circunstancia de los hechos.

Si aceptamos que la cultura es el repertorio del Hombre, nuestro deber no podría ser otro que conservarla y continuarla. En ello se compromete el destino de la especie. Conoció nuestro escritor la amenaza nuclear y los usos devastadores del saber. De ahí los  imperativos humanistas en la función civilizadora. Tal su certeza en el poder transformador de la cultura basada en la virtud. Por eso es y será  actual su esperanza activa por una vida digna.

Fiel a la paideia, Reyes vislumbró el defecto capital de una supuesta civilización de especialistas aptos en una dirección entrenada, pero incapaces de conocer el sentido humanitario y humano, a plenitud y con sus posibilidades. De ciencia bárbara calificó al saber de los que omiten su lealtad primicia, su apego espiritual a los asuntos del cielo y de la Tierra.  Nada podría sustituir a los universales en la formación de nuestros jóvenes, insistió. Educar es también trasmitir una visión de conjunto del medio  y de la especie. Conocer, en suma, lo que ha sido, es y ha de ser  el Hombre como especie privilegiada con la razón para respetarlo y perfeccionarlo sistemáticamente.

De aplicarse esta idea, que don Alfonso retomó de lo mejor de la paideia -magistralmente estudiada por Jaeger,- podríamos protegernos del poder devastador del aprendizaje limitado de la técnica y de los desvaríos de la improvisación y de la ignorancia. La conciliación de los opuestos, no obstante conservar la diversidad entre los pueblos, hace exige entender los fines propios de la especie; es decir, conservar y acrecentar la obra del espíritu trasmitida por la cultura.

Así lo proclamó en su “Discurso por Virgilio”: “El desvincular la especialidad  de la universalidad equivale a cortar la raíz, la línea de alimentación. Cuando los especialistas, magnetizados sobre su  cabeza de alfiler, pierden de vista el conjunto de los fines humanos, producen aberraciones políticas. Cuando los hombres lo pierden de vista, labran su desgracia y la de los suyos.” De estas palabras se desprende una severa advertencia. Es necesario recoger de  los mejores aquello que anhelamos para los que habrán de sucedernos. La nuestra no es hora exactamente de crisis, sino de revisión de valores, como lo asegurara nuestro clásico.

Con más claridad al paso del tiempo y ante la brutalidad en la que se encuentra sumida nuestro país, la obra de Alfonso Reyes, crece como advertencia en muchos aspectos y, en otros, si sabemos entenderla, sombra protectora de nuestro destino. No es demanda ni aspiración menor participar en la razón del ser, mediante la obra del espíritu, para que no sean la casualidad ni los instintos los que dirijan las acciones. En gran medida, la cultura es un imperativo ético de la existencia; ésta y no otra debe ser la rienda de una sociedad en la que lo mejor está por construirse.

Comment

La gran dignidad de Gisèle Pelicot

December 20, 2024 Martha Robles

Fotografía de El Financiero, publicada en la web

Por lo tremendo del caso, ella pidió que fuera abierto el proceso en Aviñón porque “ninguna mujer debe sufrir por haber sido drogada y victimizada”. Arropada por sus hijos, cabe preguntarse de dónde tanta templanza al escuchar la descripción de las atrocidades cometidas por el exesposo. También consta en videos que  la hija y las dos nueras fueron alguna vez abusadas. Los datos que han salido a la luz son tan  estremecedores que Gisèle Pelicot dijo en el tribunal que su caso debía conocerse “para que la sociedad cambie su forma de tratar la violación, y para que cuando otras mujeres se despierten sin memoria, puedan recordar el testimonio del señor Pelicot”.

Efectivamente, ella, con su actitud, está cambiando la historia.

La grandeza de esta empresaria de 72 años de edad es admirable. Directiva de una gran empresa, ha sido la fortaleza y el principal aporte económico de la familia. Madre de dos hijos y una hija, durante cincuenta años creyó estar casada con un hombre gentil y amoroso: ejemplo dramático de cuán oscuro puede ser el revés de lo aparente, pues la casa familiar, pretendiéndose un hogar sólido y convencional, era una caja de Pandora con todas las calamidades controladas por el padre. A partir de este episodio terrorífico, que llegó a la justicia casi por azar, no habrá alegato femenino, en lo sucesivo, sin reivindicar la fuerza moral de una víctima a quien  deberemos cambios sustanciales en la consciencia colectiva.

En Aviñón, durante los meses del juicio a Dominique Pelicot y a otros 50 hombres, la sala se lleno de periodistas en varias lenguas. Nunca se leyeron notas más estremecedoras ni más solidarias en favor de una mujer valiente que, con la cara en alto, pidió que el mundo se enterara de cómo su “buen y amoroso marido” la drogaba con una sustancia que  subrepticiamente echaba al té o a los alimentos y la dejaba inconsciente. Atraídos por Dominique al través de internet, decenas de delincuentes sexuales acudieron durante más de una década al llamado para abusar de ella sin restricciones estando inconsciente. El degenerado no pedía dinero a cambio, “sólo discreción y dejarse grabar”.  

La casualidad suele actuar en favor del destino. Nadie se habría percatado de lo que estaba sucediendo de manera subrepticia en su propio domicilio de no haber pillado un guardia de seguridad a Dominique filmando con su teléfono bajo la falda a mujeres en un supermercado de la Provenza.  Puede decirse, pues, que la historia queda fechada, para cuestiones judiciales, el 12 de septiembre de 2020. Detenido y obligado por la gendarmería a presentar cientos o miles de videos, fotografías y resguardos electrónicos, ese fue el principio del fin del horror trágico que tuvo a su esposa como principal víctima. Ya en 2010 se lo había descubierto también grabando bajo la falda a mujeres con una cámara oculta en un bolígrafo. Sin embargo, fuera de haber sido multado con 100 euros, el suceso no pasó a mayores. Ante la descarga de evidencias que dejan los pelos de punta, porque inclusive hubo violadores enfermos de sida y otras afecciones, la propia Gisèle dijo que recordaba haber sufrido una pérdida de conocimiento un sábado de 2011 y que tuvo otras pérdidas inexplicables de conocimiento que supuso  síntomas de alzhéimer o de un tumor cerebral. Ajena completamente a la perversidad del sujeto, nadie, menos aún ella misma, podría haber imaginado lo que le estaba ocurriendo.

“Es la hora de que la vergüenza cambie de bando”, dijo Gisèle ante las cámaras el primer día del proceso que duraría 5 semanas a cual más de espeluznantes por lo que se dio a conocer del 2 de septiembre al pasado 16 de diciembre. Lejos de ocultarse y llorar su desgracia, ella puso en valor la proclama feminista que cambiará muchas cosas: señalar al violador, no a la víctima. Ese es el punto: desenmascarar, poner nombre y rostro a los criminales, exigir justicia e insistir en la educación de la sociedad. No hay justificación ni defensa admisibles para monstruosidades etiquetadas como desviaciones sexuales que no están ni pueden estar exentas de obligaciones éticas ni morales.

Por su significación, vale casi transcribir la nota que, en decenas de diarios, ha sido prácticamente idéntica por coincidir con el resultado oficial del proceso a los implicados:  De 72, años Dominique Pelicot reconoció sus delitos. Fue declarado culpable de tentativa de violación y violación agravada de Gisèle Pelicot. Culpable, además, de tentativa de violación y violación agravada de C. Marechal, esposa de Jean-Pierre Marechal -el “discípulo de Pelicot”-. Culpable, también, de difundir imágenes en perjuicio de su exesposa, así como de fotografiar a su propia hija Caroline y a sus dos ex nueras. Condenado a 20 años de prisión, esta malabestia recibió la máxima sentencia sin inmutarse. A poco, hundido en la silla, lloró cuando se leyeron las penas de los otros 50 hombres procesados en este juicio y declarados asímismo culpables, a pesar de que sus penas se dictaran por debajo de las solicitadas por la fiscalía.

Elevada a “heroína de Francia”, Gisèle decidió borrar el apellido y su pasado, pero sin renunciar a una batalla que, a su pesar, la ha convertido en la figura femenina más importante de cualquier feminismo.  En adelante, será el símbolo de una lucha por el respeto y la concordia entre hombres y mujeres. Invito a los lectores a leer la información completa porque, abundante en información, esta tragedia ya es parte de nuestra historia contemporánea. Y más que el registro de la tragedia, debemos conservar en la memoria colectiva la ejemplar dignidad de la valiente víctima de algo tan tremendamente perverso, que en adelante ninguna batalla femenina podrá desatender esta lección de grandeza.

Mis respetos y admiración eternos por Gisèle.

Comment

Siria: su fatalidad ancestral

December 10, 2024 Martha Robles

Fotografía de Yahoo noticias

Desde los días de los remotos asirios, babilonios, persas, macedonios…, y cuanto pueblo, religión y mestizaje se  ha formado entre conquistas, violaciones, saqueos, torturas y ocupaciones, no ha habido región más codiciada que el Medio Oriente. Con vista al Mediterráneo, ha sido puente entre culturas y civilizaciones. Se han envidiado sus riquezas, puertos naturales y caminos terrestres, ventajosos para el comercio; recuérdese, por ejemplo, su valor estrátégico durante la Ruta de la Seda. Además del prodigio del agua fluyendo entre extensiones áridas,  sus zonas más fértiles  han recibido dones tan valorados como la vid, el olivo, los dátiles, la miel y los sobrantes paradisíacos de la primera pareja.  

No por nada allá moraban los dioses, inventaban números, alfabetos, instrumentos musicales, historias extraordinarias de héroes, humanos e inmortales y artilugios útiles y bellísimos que todavía nos asombran. A pesar del acoso foráneo incesante, en el pasado remoto era frecuente el correo de sabios y bienes. Se construían teatros,  templos, bibliotecas, ciudades y edificios magníficos y había tantos artistas como pensadores, poetas, músicos, héroes, ninfas, filósofos, oráculos, artesanos, navegantes e inclusive actores venidos de todas partes. Divididos en reinos que cambiaban de dinastía, tamaño, nombre y supremacía, los unía una misma violencia que no cesaba, fuera quien fuera el más poderoso.

Los espantosos hechos de sangre, cuya descripción a veces somera nos pone los pelos de punta, obligaron a aquellos pueblos a aceptar la cortedad de la vida. Antes de esgrimir las armas o alistarse a pelear en campos de batalla aprendieron a tributar al dios del miedo para enfrentar con valor a la Muerte.  Amenazas y arremetidas los hizo guerreros feroces y, unos peores a otros,  al paso de dominios, culturas, monoteísmos, crueldades y generaciones, su riqueza se convirtió en el peor de sus males. Si los viejos abuelos eran sujetos de envidia, después judíos, cristianos e islamistas se asentaron para pelear por supuestas supremacías sobrenaturales, materiales y territoriales. Todo empeoró milenios después, sin embargo, al descubrir petróleo y gas natural en la zona, a comienzos del siglo XX. Las potencias económicas y militares se echaron a saco sobre el Medio Oriente actuando como bestias hambrientas hasta la fecha. No más dioses ni profetas ni cruzadas ni sinagogas ni mezquitas ni evangelios, ni vasos comunicantes, ni, ni… Poder y solo poder con doctrina o sin ella; absolutismos abyectos y alianzas foráneas y bélicas para explotar, dominar y matar: tal la nueva consigna.

Agréguese, en nombre de la economía y del supuesto progreso (de los invasores, claro), la profusión de armamento importado, cada vez más antihumano y letal, ahora presume que en segundos y con drones operados desde computadoras a distancia, acaba con pueblos, barrios, campos, animales y familias enteras. Gaza, Siria, Líbano, ahora inclusive Yemén… son víctimas del demonio económico sustentado por el poder militar y político que ampara dinastías dictatoriales. Una de las peores ha sido la del recién derrocado Bashar al-Assad, heredero  de Hafez al-Assad, quien se mantuvo en el poder ¡¡¡treinta años!!! Padre, hijo y sucesión de crueldades no habrían sido posibles sin la “ayuda”, expedita y armada, de Rusia e Irán.  Mal llamados “presidentes de Siria”, los Al-Assad sumaron 50 años en el poder: un régimen sostenido a fuerza de prohibiciones, destrucción de instituciones, torturas espantosas a opositores, combate implacable a cualquier brote democrático, control irrestricto al grado de aniquilar, hasta su raíz, el Poder Judicial (típico de dictaduras, por favor téngase en cuenta) y de aplicar castigos, amenazas y persecuciones, cuya maldad supera lo imaginable. Derrocado por milicias fundamentalistas de distintas filiaciones, aunque igualmente intimidantes, cabe sospechar que el monstruo ha engendrado otro monstruo, cuya cabeza se presiente, pero que vaga aún entre presiones internas y externas.  Para desgracia de la región, el perfil de los vencedores de tan prolongada guerra civil no augura la creación de un Estado libre y democráticos. Hay que tener en cuenta, por otra parte, que la violencia es el estigma  invariable del Medio Oriente que ya se cuenta por miles y miles de años.

Las rebatiñas internas y externas han sido múltiples, insalvables y siempre terroríficas desde los remotos días de Mesopotamia. Basta meter la nariz en la memoria más antigua para que el  historial de crueldades nos estremezca todos los huesos. ¿Será que el Medio Oriente no tiene remedio? No cesa la capacidad de crear engendros monstruosos disfrazados de gobernantes, prelados, protectores, redentores, rebeldes, revolucionarios, vengadores y representantes de éste o aquél dios en la tierra.  La cruedad multiplicada geométricamente de nuestro siglo XXI ha superado con creces los horrores cometidos por tiranos y dictadores entronizados como si fueran deidades.

Desde que la memoria registrara los sucesos de la remotísima Mesopotamia,  han sido contados  los días en que reina la paz en aquella región. De ayer y de hoy, la ferocidad es el signo. Aun el más alejado país ha pretendido adueñarse de su situación estratégica entre Asia, África y Europa.  Olvidado pues de sus nombres nativos, de reinos caídos y del cúmulo de logros que damos por sentados en nuestra civilización occidental, aquella hermosa región, también conocida como Oriente Próximo, solo ha sabido, desde la noche de los tiempos, de voraces, verdugos, devastadores y tiranos inauditos. En contrapunto, también de combatientes feroces, minorías étnicas y religiosas (kurdos, drusos, yazidíes y zoroastrianos) que vagan perseguidos como sombras en círculos dantescos.

Entre espantadas masivas de quienes -realistas- buscan refugio en donde y con quien puedan, los barbudos triunfantes, tras trece años de guerra civil, disparan balas al aire en Damasco, Alepo y demás poblaciones “tomadas”.  Imperan las rapiñas, saqueos y venganzas de última hora, pero pronto veremos el ascenso de un nuevo régimen, nuevos controles y más anuncios de redención.  Una a una se derribarán más estatuas de los vencidos. Poco a poco perderá importancia la cobarde huída a Rusia del depuesto Al-Assad y ni qué decir de cómo se amontorán las ruinas nuevas sobre ruinas viejas.

El pasado ha comezado a apilarse allá, donde ninguno de la muchedumbre de dioses que por su orden han sido honrados, adorados, tributados y sustituidos, se asoma siquiera por piedad a estos territorios tantas veces profanados. Durante estos días ha tocado en suerte a Siria sumarse a la lista de pueblos desgraciados que alguna vez, hace mucho, mucho tiempo, engendraban sabios, héroes y valientes soñadores inclusive de una democracia que se antoja imposible.

La tragedia del Medio Oriente se extiende más allá de Gaza y de Siria. La migración masiva y forzada, así como las crisis de refugiados, están en niveles históricos. Naciones enteras enfrentan la presión de acoger a poblaciones y etnias desplazadas, muchas veces sin recursos para brindarles una subsistencia digna. Mientras la muerte y las figuras dantescas campean acechando lo que pudiera quedar de esperanza en el porvenir, la indiferencia de algunos gobiernos y sectores de la sociedad internacional perpetúa el sufrimiento de millones de personas que más y peor descienden a niveles infrahumanos.

Comment

Alfonso Reyes, su cortesía

November 21, 2024 Martha Robles

Fue el azar lo que me condujo a Alfonso Reyes. Cuando estudiante, nunca escuché a nadie hablar de él, en la UNAM: demasiado enajenados en la Facultad con las “bondades” de la Cuba de Fidel, el estalinismo y la “revolución cultural” de Mao y sus “4 magníficos”. Los de la “izquierda” (en singular), eran en mayoría groseros: discriminaban, insultaban, irrumpían a mitad de las clases, “boteaban”, tomaban las instalaciones y se creían dueños del Santo Grial. En suma, un caos. En la mejor tradición de la “Casa de Estudios”, cada uno sacaba -o no- la carrera a su manera. Yo, trabajando y leyendo de la noche a la mañana.

Como siempre ocurre, una lectura llama a otra. Así el párrafo o el autor que, por misteriosas afinidades, nos lleva de lo menos aparente a lo más perdurable. Hay frases-puente que, sin sospecharlo, nos llevan a donde queríamos estar. Así mi encuentro con La crítica en la Edad Ateniense.  Para mi precaria idea de Grecia, antes de los veinte de edad,  el hallazgo no fue lo más recomendable, pero me atrapó desde la primera página. Lo que siguió sería frecuentar sus Obras Completas: ir y venir inseparable de mi biografía intelectual, con simpatías y diferencias implícitas.

A la cabeza de nuestras diferencias destaco su trillada “cortesía”, que tanto se pondera. Tal conducta me parece cursi, obsequiosa, carente de sinceridad y reveladora de las imposturas masculinas de más de una generación. Al leer “Reyes y Ortega” en Cruce de caminos, de Gastón García Cantú, confirmé mi repudio a esa actitud horrorosa que se confunde con comedimiento. Nada más falso y alejado de la naturalidad. Volví a sentirme del lado de Ortega y Gasset al releer su correspondencia, a propósito del desaguisado en relación a las respectivas conductas española y mexicana o, dicho de otro modo, con respecto a la soberbia española y los agachones americanos.

Desde 1914, Ortega fue una ayuda invaluable para el Reyes desvalido y recién llegado a España: lo incorporó sucesivamente al semanario España, después a El imparcial y finalmente a El Sol, en cuyas páginas también colaboró Martín Luis Guzmán. Tarde o temprano, sin embargo, tendrían que surgir las desavenencias entre dos temperamentos, dos modos de entender y participar en el mundo y dos lenguajes disímiles: directo el filósofo, complaciente y lisonjero nuestro escritor. El caso es que el disgusto entre ellos se prolongó durante décadas y la secuela alcanzó una entrevista a Ortega, en Madrid, del corresponsal Armando Chávez Camacho, publicada el 15 de septiembre de 1947, en El Universal. El desaguisado comenzó a propósito de la novela de Pío Baroja, Juventud, idolatría, de la que Reyes, al comentarla en un artículo, destacó (quizás en 1922) una frase que enfatizaba el antiguo desdén español por los americanos. La cuestión es que entre dimes y diretes, le salió el complejo del colonizado a nuestro sagrado Reyes y lo soberbio al español quien, al referirse al “montón de tonterías” del mexicano, los llamó gestecillos de aldea.

Anécdota aparte, de la que no me ocuparé, la reacción del Reyes que desde 1938 ya residía en México tras 21 años de vida diplomática, parece confirmar más que negar “la injuria” de Ortega. A pesar de sus frecuentes lamentos sobre la falta de reconocimiento en su tierra, el prestigio de Reyes era un hecho consumado. Además de su obra, lo encumbraba su diligente gestión en favor del exilio español. Agréguese su participación al fundar la Casa de España, ahora Colegio de México, para acoger a los más connotados y, de paso, contribuir al enriquecimiento de la cultura mexicana, que sin duda y con creces se logró. Reyes, por consiguiente, ya era don Alfonso cuando aparece publicada la entrevista. Como sería de esperar, por todos los medios aparecieron artículos y comentarios contra  el Ortega “enemigo de la inteligencia americana”. Aun el propio Eduardo Nicol escribió lo inaudito: “Ortega no es un filósofo sino un sofista”.  José Gaos, José E. Iturriaga, Leopoldo Zea, Wilberto L. Cantón…  En fin, que llovieron panegíricos en favor de Reyes cuando grandes, medianas y afiladas voces se sumaron para denostar a un Ortega que, lisa y llanamente, hizo mutis y por igual ignoró a transterrados  y a “mexicanos notables”.

Ávido de rectificación o acaso de satisfacción,  pasados tres años -en 1950- don Alfonso sigue con la necedad de escribirle cartas obsequiosas a Ortega y Gasset, ahora citando recuerdos en nombre de una supuesta amistad. Estaba más urgido que decidido a ser atendido. Como sería de esperar, sus misivas quedaron sin respuesta, por más que las mandara por correo certificado: Ha pasado el tiempo. Mi herida ha cicatrizado, y cada vez me convenzo más, cuando le releo a usted,  cuando lo recuerdo, que algo superior a las tristes contingencias de nuestra época me tiene atado a su simpatía. Dígame usted que la corresponde, o -siendo usted quien es- tendré que desesperar de los hombres. Yo no le hago a usted ninguna falta, pero usted a mí -no tengo el menor empacho en declarárselo- me hace falta como parte del conjunto armonioso, del orbe de ideas y emociones en que aliento.

¡A ver, José, una palabra, una palabra suya que nos ponga a ambos por encima de tanto error, de tanta miseria como nos circunda!.

García Cantú recordó que, a la muerte de Ortega, Reyes lamentó su perdida en otro texto que aún considero indigno. Inclusive, preferiría no haberlo leído. Si el desdén orteguiano no me sorprende ni tendría por qué suponer que le simpatizara el carácter del mexicano, la necia desmesura de don Alfonso, desde mi perspectiva, acusa sometimiento y más leña al complejo del vencido. Creo que es hora de poner en tela de juicio esa supuesta “cortesía” que pretende enmascarar el sentimiento de inferioridad que de tantas maneras -aun en su expresión más violenta-, tanto daño nos sigue causando.

Comment

Santa Muerte

November 8, 2024 Martha Robles

Los evangelizadores se cansaron de comprobar que ni palos, diablos o amenazas de fuego eterno podían contra la “idolatría” de los naturales. Para tercos, terco y medio; pero el avezado fray Diego Durán no tardaría en advertir que los bautizados eran más taimados que cristianos. A la voz de “lo que mande su merced”, en vez de abolir sus creencias las mezclaban a lo ajeno, empezando por la cohorte de santos y advocaciones marianas. Para desencanto del clero, en el inevitable sincretismo perdurarían rasgos -inclusive oscuros- en el alma de los nativos. No que  fueran mejores personas los colonizadores ni que su religión trasmitiera sabiduría y justicia, es que para ellos sólo había un credo, una sola idea de lo humano y un Dios único y verdadero. Por distinto e incomprendido, lo demás había que abolirlo para que los vencidos asumieran su situación de supeditados a las normas del amo.

Por muchas causas -y no solamente religiosas- españoles y criollos consideraban inferiores y chapuceros a los naturales. Entre tantos repudios que impidieron consolidar una identidad mestiza capaz de superar el complejo del vencido, los dominadores no podían tolerar que “adoraran lo grotesco y demoníaco”. No encontraban virtud ni sentido estético en nada. Temblaban de horror frente a Cuatlicue, “la del faldellín de serpientes”, en cuya dualidad cabían los principios de la vida y la muerte.  No se diga del respeto que se profesaba por Mictlantecuhtli, Señor de la Muerte, cuyo aspecto descarnado ilustraba la importancia de su macabra intervención, con su esposa Mictecacíhuatl, en el destino de los antiguos mexicanos.

Desde el siniestro Tzompantli, donde se colgaban las calaveras para honrar a los dioses, hasta cualquier variedad de máscaras, pinturas y piedras con esqueletos labrados, la muerte en todas sus expresiones es inseparable de la mentalidad y la religiosidad de nuestros antepasados. Entre burlas, veras, ironías y miedo enmascarado, la popular Catrina de José Guadalupe Posada no  es por ello casualidad cultural, sino resultado del sincretismo alojado en el inconsciente colectivo.  Es tal el culto a la Muerte que lo raro habría sido que no evolucionara como espejo social.  La devoción por una típicamente mestiza Santa Muerte no carece de fundamento: en esencia, conlleva la dualidad originaria  como protectora-destructora y administradora de la vida y la muerte.

Enmascaradas o no, las creencias y el sentimiento de lo sagrado reflejan el carácter de su  feligresía. Respecto de la Santa Muerte predomina una fuerte influencia popular en el enredo de devoción y supersticiones  con el catolicismo local. Su reputación no desmerece ante las costumbres del día de muertos; tampoco con la actitud que se guarda con la muerte en sí o las peculiaridades funerarias. Patrona de criminales, migrantes, “mojados”, narcotraficantes, prostitutas, delincuentes, políticos, comerciantes y cuanto individuo o “colectivo” simpatice con los negocios del inframundo, la Santa Muerte no se limita a ser honrada en nichos callejeros ni en altares domiciliarios porque su creciente complejidad como religión organizada nos sorprende hasta en pormenores.  Es tan poderosa su visibilidad que no podemos menospreciarla ni tomarla a la ligera porque, inclusive a nivel internacional, goza de una gran credibilidad.

Hay que ver la monumentalidad de su figura en Tultitlán, a las puertas de su templo, para  calcular cuán lucrativa es su supremacía. Protectora del más allá y de naturaleza dual, como los señores de Mictlán, no se trata de un culto pobre ni desestructurado: tiene doctrina, prelados, accesorios, liturgia y muchos y enormes templos.  No existe barrio, casa, calle en el centro de México ni plaza popular desprovista de santuarios tan surrealistas como Ella misma: calaca barrocamente ataviada con túnicas y tafetas coloridas, exvotos y abalorios exagerados con luces de neón… Sentada o de pie, sus nichos se llenan de rogativas escritas, guirnaldas de papel y muchos, muchísimos tributos en especie, especialmente dólares. Guardiana de las “putitas chiquitas” y de los atribulados de la noche, inspira una religiosidad sombría y ceremonial que sin duda se explica porque nos viene de lejos.

Me pregunto a qué espiritualidad se vincula un esqueleto consagrado que no reconoce clases sociales. Su disponiobilidad es absoluta para quienes buscan favores, protección y justicia. Los “mojados” se encomiendan a Ella al aventurarse “pal otro lado”. Meten billetes por la ranura de sus nichos y hasta los asesinos, con las manos ensangrentadas, se inclinan ante “su Santísima Muerte” con la humildad del desamparado. Nadie se atreve a robar el montón de dinero acumulado.  Gloria bendita y guardiana también de comercios, lupanares, reclusorios y lo que se vincule al lado oscuro, es impresionante observar cómo proliferan capillas, sagrarios domiciliarios, hornacinas y hasta estampas, imágenes de bolsillo e infaltables y surrealistas reliquias. Ni un pelo escapa al control de diáconos, oficiantes, guardianes y ritos litúrgicos que atraen a la muchedumbre hasta donde la Parca sienta con más saña sus reales.

Imposible negar que en nuestro México subyace el misterio. Estamos llenos de extravagancias, aunque estemos incapacitados para comprenderlas.

Comment

Pobre, muy pobre democracia

October 30, 2024 Martha Robles

“Un abuso de la estadística y nada más”, leemos en El palabrista de Borges. En el extremo opuesto tuvo razón Popper al asegurar que ningún otro modo de gobernar, hasta descubrir y probar algo mejor, supera a la democracia: aunque imperfecta, habilita un tipo de sociedad abierta; es decir, un orden basado en el respeto irrestricto de los derechos humanos, con poderes representativos, tolerancia, equidad con las minorías y, en suma, un Estado con la máxima igualdad contemplada en las leyes, donde los límites de la libertad y sus beneficios sean los mismos para todos: justo lo que más detestan en México los feligreses de López Obrador, ahora concentrados en abolir para dominar el de por sí precario Poder Judicial y cuanta institución se aleje de sus dominios cerrados.

Como corresponde a los ideales, el de la democracia moderna es guía y meta a alcanzar. Sus logros, limitaciones y posibilidades revelan el carácter de la sociedad que asimila, combate o se aleja de un orden social abierto y sin confrontaciones radicales. En ese aspecto -por oposición- debe entenderse el juicio de Borges, pues su experiencia correspondió a la de países que, como los nuestros, arrastran el infortunio del abuso de poder. Conoció las consecuencias del dominio dictatorial y de la injusticia acompañada de inequidad y corrupción descontrolada, lo que explica su ironía respecto de nuestras “democracias” o simulacros de democracia.

 Calificado de reaccionario, conservador y cuando adjetivo lanzan correligionarios de las supuestas izquierdas que no acaban de definirse, nadie podría negar que el argentino sabía lo que decía al escandalizar con esta certeza: “la democracia es buena quizá para los países escandinavos, pero no para los latinoamericanos”. A generaciones de víctimas de malos y peores gobernantes (sin distingo de ideología), nos consta que hay demasiada incivilidad en el dominio personal y absoluto e igual complacencia en los gobernados. Este fenómeno se complementa con instituciones débiles, carencia de educación  política, casi analfabetismo mayoritario, tambaleantes clases medias y poderes legislativo y judicial supeditados, inviables y manipulados por el Ejecutivo y/o la facción en el poder.

Sea por el complejo del vencido, por el sentimiento de derrota, por karma, castigo bíblico, estigma, pobreza cultural o -como aseguran los sabios- porque las antiguas colonias están condenadas a su autodestrucción sucesiva, no podemos negar que desde sus independencias, acá se cae hasta en el surrealismo con tal de evitar la formación de gobiernos justos, aptos y confiables.

Décadas pasan y sigue sin respuesta la misma pregunta: ¿por qué los latinoamericanos en general y mexicanos en particular no superamos la postración? ¿Por qué consagrar a mandamases de quinta que van y vienen ondeando banderas redentoras? ¿Qué hay en estos pueblos que no se superan a sí mismos ni dejan de tropezar con las mismas piedras? No encontramos nada benéfico en la irracionalidad de MORENA. Nada en quién ni en qué confiar: ni en el perfil medio de sus miembros, ni en su falta de programa abierto y a la altura de las demandas nacionales; tampoco  en su ausencia de ideario. Vaya, que MORENA es el perfecto ejemplo del mandato de un solo hombre, su jefe y guía. Nada positivo se espera de su empeño por destruir toda forma de pensamiento crítico, toda expresión distinta a sus intereses y cualquier logro institucional, individual o social encaminado a la apertura social, indispensable para la verdadera democratización ciudadana.

En suma y sin que falte la socorrida demagogia, la “democracia” es la roña que infla urnas y trasmuta en abuso, complicidad en contubernio y corrupción. Al ganador se le cuelgan atributos mesiánicos: el gran salvador, buena persona e inclusive inteligente y hasta culto  -¡qué suerte la nuestra!-, ahora un gobierno con faldas e invariables prejuicios. Luego, la magia de perpetuar la muchedumbre vociferante que adora al buey sagrado, aplaude el retroceso y  consagra una y otra vez, el poder absoluto afianzado por los “hampones democráticos” a los que se refirieran tanto Borges como Popper.

El panorama político de Latinoamérica y el Caribe no es alentador.  El poder personal y absoluto es una tentación demasiado arraigada y superior a la urgencia popular de hacer valer derechos y libertades. Enfermas de populismo y exceso de devoción, las ideologías no desaparecen, sólo cambian de atavíos y añaden artimañas para impedir un desarrollo sostenible sobre las bases de la separación de poderes y el combate a la criminalidad. 

En tanto y la educación sea tan precaria como la justicia y la complicidad con la delincuencia organizada; mientras exista impunidad y se siga mirando a otro lado ante la brutalidad de los narcos; si se sigue engañando con la impostura de una “normalidad” que nos deja la cara roja de vergüenza  y  si la actitud popular continúa tan precaria como el Congreso, no hallaremos nada alentador en el Estado mexicano. Para avanzar y transformarnos otra y actuante debe ser la exigencia social, otra la actitud respecto de nuestros derechos y obligaciones y otra la voluntad de ejercer la crítica, fomentar la cultura e insistir en que el único poder respetable y deseable es el poder electivo del pensamiento educado elevado a logro democrático.

Comment

Sin modelo de país

October 10, 2024 Martha Robles

Imagen creada con IA para este blog

México no está preparado ni al Poder se le ve intención de prepararse para enfrentar y subsanar los inmensos  problemas que padecemos: violencia, inseguridad, pobreza, ignorancia, desigualdad social, justicia, vivienda, salubridad, cambio climático, creación de empleos, desarrollo agrícola, inmigrantes y emigrados, infraestructura, vivienda… Aunque las prioridades son evidentes, el grupo dominante no puede ni quiere actuar con responsabilidad, madurez ni inteligencia política en bien de los gobernados. Los desafíos globales contrastan nuestras deficiencias científicas, tecnológicas, ecológicas, etc.; y a pesar del atraso ostensible, el Gobierno no define un modelo de país ni existe ningún plan para disminuir las tensiones internas y externas.

La improvisación ha sido santo y seña de la historia mexicana. Es un estigma enredado al “estilo personal de gobernar”, afianzado desde Santa Anna y viciado hasta el caprichoso individualista López Obrador. El que llega inventa el mundo y se encumbra aborreciendo al pasado.  Antes, el presidente-de-llegada solía destruir al antecesor, pero la fidelidad a su preceptor de la actual (vice)presidenta, la aparta de la tradición. Esta supeditación afecta lo urgente y necesario: gobernar para hacer del país una verdadera república democrática, con instituciones y poderes modernos, inclusivos y al servicio de las mayorías que deben educarse y participar para igualarse hacia arriba, en vez de ser carne de engañifas, paliativos y demagogia populista.

Carecer de modelo de país y de ciudadanía es mal indicio. En este mundo convulso debemos aplicarnos a ser demócratas y procurar un crecimiento civilizado, con progreso equitativo y pacífico hasta lo posible. Para desgracia del futuro inmediato, no se vislumbran cimientos ni estructuras, tampoco instrumentos culturales adecuados para activar -transformándola- esta complejísima población multirracial de más de 130 millones de habitantes que gastan la vida confrontándose entre sí.

Indicar hacia dónde, el cómo, el para qué y con qué recursos es inaplazable. Se debe aprovechar el capital intelectual de los mejor preparados en vez de combatirlos o denigrarlos. Concentrarse en la salud física, cívica y mental de millones y millones de niños y jóvenes que deben alimentarse adecuadamente y aprender a cuidar de sus cuerpos, de su entorno, de sus relaciones y de su mente. Insistir en la enseñanza y divulgación de las artes, las ciencias y la tecnología para vivir mejor en vez de sobrevivir miserablemente. Respetar la separación y funcionamiento de los poderes de la República. Combatir la impunidad, el encubrimiento y la complicidad delictiva; en fin, que por donde busquemos da la impresión de que todo o casi todo está por hacerse y/o corregirse de raíz, lo cual indica, en términos de la teoría del orden y el caos, que se requiere un inaudito esfuerzo material, político, creativo, económico y mental para emprender la hazaña de mitigar el tremendo desperdicio de energía que explica nuestra situación desventajosa.

Con asegunes y balanceos, “el compromiso social de la Revolución” fue guía durante décadas de los mal calificados “gobiernos de la Revolución”. Como todo ideal, los multimancillados artículos considerados esenciales de la Constitución de 1917 (1, 3, 27, 123 y 130)  servían de algo parecido a “modelo para armar” o guía para salir (alguna vez) si no de la postración ancestral, al menos del caos arrastrado del siglo XIX: siglo que no conoció estabilidad ni justicia desde la Independencia, la “entronización” de Iturbide y la subsecuente presidencia de Guadalupe Victoria, hasta la dictadura de Porfirio Díaz. Con razón consideran algunos historiadores que nuestro siglo XX en realidad comenzó en 1910, con el estallido de la revuelta armada y se definió en 197, con la Constitución. Como todo ideal, incluida la etapa de la cultura del esfuerzo ahora abolida, los sucesivos gobernantes destruyeron el dicho “compromiso social” a cambio de fomentar el caos, el invidualismo y más improvisación en el casi eterno proceso de construcción del Estado.

En suma, sin una sociedad civil sólida y actuante para abatir tantas presiones internas y externas es imposible acabar con los vicios sociales, económicos, judiciales y políticos que han alcanzado tan alto nivel de degradación. Sociedad capaz de exigir educación de calidad, salud pública, diplomacia razonable, justicia, transparencia y rendición de cuentas de los servidores públicos. Sociedad apta para cuestionar, criticar, exigir y modificar políticas públicas. Sociedad suficientemente educada para deliberar y exigir procesos límpios y auditables. Sociedad participativa y solidaria para descentralizar las funciones pertinentes y apoyar economías sostenibles y modernas. Sociedad conciente de lo que significa ser el núcleo del Estado que la dota de sentido. Sociedad, en fin, responsable y que en verdad sepa que los gobernantes son servidores no sujetos  entronizados a quienes de manera vergonzosa el “pueblo” trata como figuras divinizadas.

Ser pues ¡y ya por favor! una República digna, porque motivos de vergüenza ya tenemos  demasiado.

Comment

El estigma de Emma Bovary

September 26, 2024 Martha Robles

Gustave Flaubert

Gustave Flaubert no era Mme. Bovary, pero trató su insatisfacción existencial  con tal agudeza que legó un prototipo de la frustración del clasemediero  contemporáneo. Con modalidades que no cesan de multiplicarse, el detonador del “Bovarismo” fue la necesidad de una joven que, por aburrimiento, quiso convertirse a cualquier precio en el personaje idealizado. Por las novelitas rosas que leyó con avidez adolescente en su Normandía natal, elaboró un artificio de refinamiento, lujo, privilegios, banalidades y complacencias, en cuyo centro sobrevaloraba con envidia y fascinación a sus objetos del deseo. Desde su impostura, anhelaba ser admirada y querida. Destacada entre los clásicos de la literatura, la novela de Flaubert (que tantos sentimientos contradictorios provoca) nos permite reconocer formas diferentes de materializar y compensar riesgos del auto engaño: tendencia tan frecuentada en nuestras economías de consumo que sin dificultad se legitiman los estímulos tramposos que exhiben a los ricos, timadores y famosos como modelos idílicos de éxito y felicidad.

Cuando el prestamista llamó a cuentas a Emma, fueron cayendo fantasías y simulaciones como fichas de dominó.  Descubierta y humillada, ella no supo qué hacer con la realidad. Se sintió ahogada y sin sentido. En su vaciedad, ingirió arsénico para acabar con su vida. En eso se funda el drama originario: en pretender ser otra, alguien ajeno a la propia experiencia y a expensas de los pobres diablos a los que se entregaba creyéndolos superiores.

Negar lo posible por la supremacía de lo idealizado es uno de los males de nuestro tiempo. Se ha generalizado una suerte de esquizofrenia inducida por la publicidad, el consumismo, las alfombras rojas, las pasarelas de moda inaccesibles para el común de los mortales y las expectativas falseadas. Inclusive en política todo se vale al anteponer la confusión como triunfo sobre el destino. La supremacía de la farsa invalidó la cultura del esfuerzo y la búsqueda de equilibrio, inclusive en el medio ambiente.   Sobre su utilidad, también las redes sociales, el cuento del dinero fácil y los medios de comunicación exageran la preponderancia de lo frívolo en detrimento de lo real: justo lo que, a mediados de un siglo XIX saturado de tensiones, alimentaría la avidez insaciable de Emma Bovary de una vida glamorosa, llena de lujos, trivialidades y emociones intensas que la llevó a prefigurar una imagen teatral de sí misma para ser vista, amada y sobre todo admirada.

No hubo grandeza en el perturbador romanticismo decimonónico que inspiró suicidios emblemáticos y muertes de amor como el Werther de Goethe, doña Inés de Zorrilla o el despecho fatal del propio Manuel Acuña.  Parteaguas entre dos tiempos, la Emma de Flaubert rompió el molde de exaltación y pasiones desesperadas al significar el conflicto de la impostura, agravado por la quimera del progreso. Tras escribir páginas mediocres y títulos por encargo, Flaubert tuvo el acierto de atreverse con las apariencias para simular prestigio. Aunque fueran familiares las figuras del fracaso de la vida, en 1857 su Emma Bovary provocó un inmenso escándalo al dejar al descubierto el lado oscuro de la verdad femenina. Que reinventó lo que con más o con menos supo que sucedió, afirmó. El caso es que, inmersa en su fantasía, la joven esposa del médico sin aspiraciones aborrece su realidad, pero carece de medios para vencer el tedio no solo por la brutal supeditación femenina universalmente documentada, también porque hallar fisuras liberadoras se cuenta, todavía, entre las hazañas de la historia.

 Emma personificó, además, el desencanto teñido de humillaciones, deudas, vergüenza y desesperación  que visibilizó la derrota de una voluntad que se negó a repetir la condena de ser ignorada. Condena que se adquiría con el acta de nacimiento. Algunas se rebelaban a sabiendas -o sin saber-, que ser señaladas de locas o putas sería lo menos que les aguardaba al aventurarse con lo distinto.   Una que otra desobediente, picada por la curiosidad de la juventud, se atrevía a asomarse a lo prohibido, pero metía la cabeza al presentir los primeros tortazos. De regreso al redil, cumplía con lo que se esperaba de ella: asumirse invisible y útil con la constancia de matrimonio. Con el cambio de estado, lo demás se daba por descontado: ser sombra del marido de puertas afuera y dócil sierva  muros  adentro. Otra fatalidad aguardaba a las Emmas Bovary y Anna Karenina que confiaban en los amantes, como si por ellos y con ellos accederían a otras maneras de ser. Se consideraba ejemplar el destino de las más abnegadas y repudiables a las transgresoras que querían para sí independencia, conocimiento e ideas. De generación a generación se trasmitía el listado de lo prohibido y lo permitido con la certeza de que nada cambiaría y que sobrellevar desencantos, frustraciones y diferencias era parte del estigma de las esposas. Con buena disposición e inteligencia para vivir irían aprendiendo a disfrutar  ventajas de su condición. “Las cosas, decían las abuelas, son como son y no somos nadie para venir a cambiarlas”.

En suma, unos prueban la oscuridad y otros nacen en ella. Es el destino. En cualquier caso, la sombra habla y cuenta historias. Lo misterioso ocurre cuando el deseo insaciable de vivir una ficción paradisíaca genera tensiones y hay que elegir una de dos posibilidades: plantar al soñador en la realidad al demostrar que no hay aspiración sin límites o ceder a lo ilusorio creyendo que la expectativa basta para llenar el vacío emocional y/o existencial.

Lo cierto es que, condenadas al equilibrismo, las mujeres no hemos sabido o podido crear un personaje literario que siquiera iguale el estigma de Emma Bovary. Tampoco hemos vencido las ataduras enajenantes, solo las hemos modificado. Supeditadas a estándares de belleza e inclusive a imposturas de conducta individual, sexual, profesional y social, hemos discurrido vocabularios más o menos sofisticados para nombrar la realidad y acostumbrarnos a ella. Aún carecemos de remedios para la frustración y para creer que hemos superado las causas del desaliento que perviven, en todo tiempo y geografía, en la demostración de que las expectativas más altas chocan contra el fracaso de la vida.

Comment

Las Torres: el atentado del siglo

September 11, 2024 Martha Robles

Fotografía de la BBC publicada en la Web

Fue el rayo, otro infierno. La mañana estaba fresca.  La luz de los otoños tempranos avivaba la mente y los sentidos. Miré la fecha: 11 de septiembre de 2001. Por una rara intuición, aún inexplicable, encendí la CNN en el televisor. De pronto, lo insólito: un avión comercial contra una torre. Nubes de humo. Pasmo y dudas como ráfaga.  Terrorismo, pensé. Quizá accidente, repetía una incrédula voz masculina que no imaginaba que “los otros”, en su país, se atrevieran con tales ataques monstruosos. Al punto, un segundo avión y más destrucción; llamas, derrumbe y el comienzo de escenas apocalípticas. En minutos, gente lanzándose al vacío. Gritos, cuerpos encenizados como zombies, ambulancias, ”sirenas”, cascajo  e indicios de muchos funerales. Percibí una extraña mezcla de silencio y rebumbio envolviendo imágenes que se tatuaban en mi alma. Era el dolor; dolor absoluto. Dolor en estado puro. Dolor traído de tan lejos y teñido de desesperación que recordé sufrimientos/pares: las víctimas de la Inquisición y la inaudita crueldad de la contrarreforma; los empalados de Goya del fatídico 8 de mayo en el Madrid invadido por los franceses; ni qué decir del Holocausto y de tantos, tantos más que retumbaban en mi memoria confirmando que el Hombre es lo peor y mejor de toda la creación.

Con la muerte en el eje, los atentados cortaban el mundo en dos. Siguió lo que siguió…

Siglos y milenios tienen sus fechas cifra. El ataque terrorista contra las Torres Gemelas de Nueva York es la de un siglo XXI que no cesa de exhibir alcances ilimitados de la crueldad. Siglo duro, éste, que en todos los rumbos siembra datos del humano desprecio por la vida. Se desencadenarían otros ataques horrorosos en muchos países, pero los de aquel martes de septiembre en Nueva York, además de fechar una nueva etapa mundial, cambiaron radicalmente nuestras vidas, empezando porque cobramos conciencia del poder invisible que afecta nuestras maneras de ser y comportarnos.  Entre varios síntomas sociales que  favorecieron la criminalidad saltó a la vista cómo, sin saber ni fundamentos, aumentó la popular inclinación a opinar sobre lo grande y lo pequeño. Un batallón de ignorantes encumbrados en la tv impuso la costumbre del bla bla bla, como si llevara la verdad entre los dedos. En la actualidad, empeñada en demostrar que “el valor” del siglo es la estupidez aplaudida como conquista política, nos atosigan los opinólogos en todos los frentes.  

Al margen de pormenores y pormayores (cuya lista es inabarcable), lo cierto es que el pasado perdió significación. El ayer  se fue borrando  desde aquella mañana fatídica, quizá porque la economía consiguió que la velocidad y lo efímero se nos metieran al cuerpo.  Se dio por sentado, además, repetir tantas brutalidades que inclusive a nuestro alrededor la violencia se convirtió en la única compañía asegurada de los días. Agréguese la inmediatez de la web, que trasmite al detalle crueldades tan extremas como las cometidas en Gaza, en Irán contra las mujeres, en Nicaragua contra cualquiera que vea feo a los tiranos monstruosos, en el continente africano inclusive contra la mismísima tierra ya tan herida o aquí en México, para no ir más lejos, donde crímenes, injusticias, abusos, agresiones, insultos, desapariciones y tropelías consensuadas consiguieron eliminar la sensibilidad, el poder sanador del lenguaje y nuestra capacidad de conmovernos.

Fiel a las señales del destino, comencé a inquirirlo entre nombres y datos vinculados a Al Qaeda. Una y otra vez confirmo la lección de los sabios que nos antecedieron: “todo tiene que ver con todo”.  Convencida, pues, de que inclusive la historia tiene sus leyes, seguí huellas del espanto en Afganistán y la expansión de la intolerancia islamista…  Sin embargo, la velocidad con que se iba imponiendo en lo social, religioso y político el fundamentalismo ensombrecía imágenes, no menos dramáticas, de fenómenos alternos  tan trascendentales como las migraciones masivas, el peregrinaje del hambre,  las nuevas tiranías y un generalizado imperio de la violencia. De pronto me di cuenta de que pensar en lo que sigue nos deja sin aliento a casi todos y que para los más, por eso, es más sencillo renunciar al pasado, con todo lo que implica la negación de lo que ha sido.

Lo tremendo explica por qué se impone con tanta fuerza la sensación de transitoriedad. Presas de tan diversa injusticia también las religiones se van desacreditando. Nadie mejor que el Papa Francisco sabe que hasta su Iglesia, hoy, es incapaz de combatir el sentimiento de fracaso de la vida. Es el miedo; miedo absoluto, sí, porque se teme más al sufrimiento y a la pérdida de la libertad que a la muerte. El miedo nos dirige como motor del porvenir sombrío. A pesar de la confusión, son evidentes los cambios que trajeron consigo los atentados, empezando por el lenguaje y signos del apocalipsis tantas veces anunciado.

En las entradas de mi diario de aquellos días, encuentro esta reflexión de Pessoa y vuelvo a estremecerme:

Cuanto más hondamente pienso, más

 profundamente me descomprendo.

El saber es la inconsciencia de ignorar…

Comment

Pliar Donoso. El riesgo de los diarios

September 4, 2024 Martha Robles

Pilar DEonos con su padre Jsé Donos. Fotografía sacada de la web.

Las vidas de escritores, intelectuales y artistas suelen estar lejos de ser idílicas. Su talento, su presencia social y capacidad creadora los hacen más observados y escudriñados que los demás. Sus neurosis no son mejores ni peores a la media, pero al ser objeto de curiosidad el ojo público exagera, inventa o disminuye a discreción defectos y cualidades.  No es infrecuente que quienes tienen el don de crear lo que la mayoría no hace ni puede hacer tiendan a enmascararse “para no ser descubiertos”. En el mejor de los casos, sin embargo y a pesar de que se procure no dejar huella de lo más íntimo, tarde o temprano alguien o algo saca a la luz su parte oculta. Así resulta que detrás de la obra, frente a ella o a pesar de ella aparece un hombre o una mujer con bajezas y virtudes. Al biografiarlos o publicar sus diarios nos enteramos de que el Fulano de tal era un desajustado y manipulador espantoso dentro y fuera de su coto domiciliario o, en raras ocasiones, todo lo contrario: un cartujo casi sabio, cuyo talento lo obligó a aislarse para sobrevivir.

Descubrir al autor más allá de su obra es una tarea compleja que compromete tanto al que se atreve a investigarlo como al sí mismo que confiesa lo inconfesable en memorias, diarios o autobiografías. Además de dejar a vuela pluma los fantasmas, el manuscrito íntimo actúa como escritura automática o libre asociación que, inconsciente o no, evidencia más la fragilidad que la fortaleza. No obstante los riesgos, el escritor de raza no puede sustraerse de la tentación del cahier, su dialogante y confesionario. Es su taller/espejo y extensión del pensamiento: de ahí el peligro de ser leído por hijos, familiares, parejas, amantes, amigos, enemigos o colegas que se topan de frente con un infierno que los alcanza de punta a punta. Así la historia negra de José Donoso.

Siempre hay un testigo u ojo avisor que descubre el revés y derecho de un carácter. Donoso no solo no escondió su lado oscuro en las páginas del diario, también entintó sus demonios y contradicciones con impudicia. Trasladó el yo mero al papel  y detalló su montón de tormentos, la sempiterna falta de dinero, envidias e inseguridades que lo quemaban y mucha mala leche y peores humores. Lanzó juicios horribles sobre los más cercanos o más lejanos. Detalló sus miedos y debilidades, pero nunca dudó de su verdadera pasión: la literatura... Tocado por el apetito de eternidad, vendió diarios y papeles a la universidad de Princeton, lo que indica que al entregar “sus secretos” no ignoraba que sería descubierto por biógrafos potenciales. Biógrafos inclusive elegidos de antemano, aunque en un párrafo aterrador predijo que, al leer sus diarios, su hija Pilar se suicidaría.

Esto viene a cuento por haber leído sin parar Correr el tupido Velo, de Pilar Donoso. A la muerte del padre en diciembre de 1996 y unas semanas después también de la madre, la hija y heredera comienza a levantar el tupido velo de una conflictiva relación familiar y más conflictiva realidad del célebre escritor chileno. No que ignorara que había sido adoptada en Madrid desde recién nacida, es que al atreverse con la lectura de unas 700 páginas, más las respectivas de la madre y un buen número de cartas y papeles, “Pilarcita” se zambulló en un pozo sombrío, laberíntico y tan tremendo que ya no pudo salvarse de sí misma, ni de su pasado, ni de la demoníaca profecía del padre, que fatalmente habría de cumplirse.

La lectura me provocó a mí y a toda mi familia un terremoto emocional mayor, un cataclismo. Me costó la soledad. Me separé (de su primo Cristobal Donoso) después de veinte años de buen matrimonio, y mis tres hijos se fueron con su padre. Tuvimos una mala separación, confesaría una afligida Pilarcita a La vanguardia, en noviembre de 2011, a propósito de la publicación de su libro. Pilar Donoso creció entre libros, escritores, mentes brillantes, contradicciones y discusiones intelectuales. Su mundo estuvo hecho de ideas, viajes y palabras. Ella nació en Madrid, en 1967, cuando los protagonistas del Boom se convertían en campeones de una izquierda esperanzadora, vanguardistas de “la nueva literatura” y portadores del sagrado lenguaje que habría de redimir el complejo del vencido en Latinoamérica y, en España, la mancha de la dictadura franquista.

Murió a sus 44 años de edad. La hija adoptiva que adoró y repudió el autor de El obsceno pájaro de la noche,  hizo lo que nunca debió hacer: buscar al padre especialmente en lo proscrito para ella. Escribió Correr el tupido vuelo y el arrepentimiento la devoró. Acabó empastillada, encerrada en sí misma, atrapada en su pasado y su presente. Acabó destruyéndose y lastimando de por vida a su marido y a sus tres hijos. Los hijos son hijos.  No  tienen por qué separar la verdad ficticia de la ficción verdadera; tampoco establecen cercos de protección entre lo imaginado, lo disfrutado y lo padecido en el pozo íntimo de un escritor atormentado. Su padre era su padre: un dios y un demonio, al decir de los textos; tan querido como desconocido, tan cercano como lejano, tan atractivo como repulsivo.  Era el escritor que confesó varias veces su homosexualidad en las páginas. El que recibía premios y sufría crisis de pobreza y creatividad. Era el esposo que dependía y aborrecía tanto a su esposa Pilar Serrano como a sí mismo. Y la esposa, admirada entre amigos, era brillante, pero acabó alcoholizada a causa del repudio, del mal trato y la represión del macho majadero. Donoso era, en suma, el sujeto  que se reinventaba de puertas y portadas afuera y adentro se aislaba durante largos periodos de trabajo febril...

Yo misma he leído fragmentos de esos diarios y no he salido indiferente. Desde sus primeros títulos algo en él y sus historias me desagradó. Nunca conseguí que me simpatizara. Atrapada en su laberinto, entiendo que la verdad y el dolor llevaran a su hija Pilarcita Donoso a cometer suicidio: una tragedia colmada de indicios sin los cuales mal se podrían entender las costuras del Boom latinoamericano.

Comment
Older Posts →

ÍNDICE

Click para ir

  • June 2025
    • Jun 3, 2025 Ser de izquierda. Y eso, ¿qué diablos es? Jun 3, 2025
  • May 2025
    • May 19, 2025 Página del diario. Caos, signo de nuestro tiempo May 19, 2025
    • May 5, 2025 Insignificancia del Mal May 5, 2025
  • April 2025
    • Apr 17, 2025 De MVL e izquierdas y derechas Apr 17, 2025
    • Apr 5, 2025 De la pasión por los diarios Apr 5, 2025
  • March 2025
    • Mar 27, 2025 De la dificultad de ser distinto Mar 27, 2025
    • Mar 2, 2025 De la ansiedad al sectarismo Mar 2, 2025
  • February 2025
    • Feb 7, 2025 Robert Tsuovas (De mis Biografías Clandestinas aún inéditas) Feb 7, 2025
  • January 2025
    • Jan 28, 2025 Auschwitz, ¿hablamos de lo humano? Jan 28, 2025
    • Jan 7, 2025 Ninguneo Jan 7, 2025
  • December 2024
    • Dec 28, 2024 Legado de Alfonso Reyes. A 65 años de su fallecimiento Dec 28, 2024
    • Dec 20, 2024 La gran dignidad de Gisèle Pelicot Dec 20, 2024
    • Dec 10, 2024 Siria: su fatalidad ancestral Dec 10, 2024
  • November 2024
    • Nov 21, 2024 Alfonso Reyes, su cortesía Nov 21, 2024
    • Nov 8, 2024 Santa Muerte Nov 8, 2024
  • October 2024
    • Oct 30, 2024 Pobre, muy pobre democracia Oct 30, 2024
    • Oct 10, 2024 Sin modelo de país Oct 10, 2024
  • September 2024
    • Sep 26, 2024 El estigma de Emma Bovary Sep 26, 2024
    • Sep 11, 2024 Las Torres: el atentado del siglo Sep 11, 2024
    • Sep 4, 2024 Pliar Donoso. El riesgo de los diarios Sep 4, 2024
  • August 2024
    • Aug 20, 2024 Escribir sobre el padre: nueva tendencia Aug 20, 2024
    • Aug 7, 2024 Medio siglo sin Rosario Castellanos Aug 7, 2024
  • July 2024
    • Jul 25, 2024 Diarios. Otra vez los espejos Jul 25, 2024
    • Jul 13, 2024 La sociedad y sus letras Jul 13, 2024
  • June 2024
    • Jun 17, 2024 Del Padre/padre Jun 17, 2024
  • May 2024
    • May 30, 2024 Malas decisiones May 30, 2024
    • May 14, 2024 El tiempo del desprecio. Herencia innombrable May 14, 2024
  • April 2024
    • Apr 24, 2024 Del libro y la memoria Apr 24, 2024
    • Apr 2, 2024 Memoria y tatuajes en el alma Apr 2, 2024
  • March 2024
    • Mar 16, 2024 Entrevistas ficticias Mar 16, 2024
  • February 2024
    • Feb 29, 2024 Truman Capote, el siempre vivo Feb 29, 2024
    • Feb 13, 2024 Menopausia, el tsunami Feb 13, 2024
    • Feb 1, 2024 El arte no paga facturas; el saber tampoco Feb 1, 2024
  • January 2024
    • Jan 25, 2024 De la memoria. Bibliotecas Jan 25, 2024
    • Jan 12, 2024 Sobre las malas relaciones Jan 12, 2024
    • Jan 3, 2024 Del diario y la memoria Jan 3, 2024
  • December 2023
    • Dec 18, 2023 ADIÓS MARIO. ADIÓS BOOM Dec 18, 2023
    • Dec 7, 2023 Otra vez vencidos: no leer, no contar… Dec 7, 2023
    • Dec 1, 2023 Raro, ¿no? Eso de ser  mujer por estos rumbos Dec 1, 2023
  • November 2023
    • Nov 11, 2023 Veleidad de los premios Nov 11, 2023
  • October 2023
    • Oct 31, 2023 Acapulco, la puntiilla Oct 31, 2023
    • Oct 10, 2023 COVID. Pasos en la azotea y confesión obligada Oct 10, 2023
    • Oct 2, 2023 Página del diario. De sueños prestados Oct 2, 2023
  • September 2023
    • Sep 11, 2023 Javier Marías, un carácter Sep 11, 2023
  • August 2023
    • Aug 31, 2023 El Mal en tiempos del desprecio Aug 31, 2023
    • Aug 14, 2023 Ser lector (a): una pasión Aug 14, 2023
  • July 2023
    • Jul 31, 2023 El madruguete Jul 31, 2023
    • Jul 19, 2023 Página del diario. “Lo correcto es largarse” Jul 19, 2023
    • Jul 4, 2023 La atracción del Mal Jul 4, 2023
  • June 2023
    • Jun 21, 2023 Ya no se espera a los bárbaros Jun 21, 2023
    • Jun 9, 2023 Elegir. Lo que queda después del libro Jun 9, 2023
  • May 2023
    • May 30, 2023 Memoria infiel. De la cuna a la tumba May 30, 2023
    • May 19, 2023 Envejecer May 19, 2023
    • May 8, 2023 Maestros, ¿maestros? May 8, 2023
    • May 1, 2023 Príamo. El dolor del vencido May 1, 2023
  • April 2023
    • Apr 8, 2023 De viudas y herederos Apr 8, 2023
  • March 2023
    • Mar 29, 2023 Calcinados en las puertas del infierno Mar 29, 2023
    • Mar 14, 2023 No soy yo, tampoco el otro Mar 14, 2023
    • Mar 5, 2023 Feminismos, espejo de lo real Mar 5, 2023
  • February 2023
    • Feb 16, 2023 Haití y el síndrome del vencido Feb 16, 2023
    • Feb 6, 2023 Ricardo Garibay, escalpelo en ristre, 4 Feb 6, 2023
    • Feb 1, 2023 Ricardo Garibay, escalpelo en ristre, 3 Feb 1, 2023
  • January 2023
    • Jan 27, 2023 Ricardo Garibay, escalpelo en ristre, 2 Jan 27, 2023
    • Jan 24, 2023 Ricardo Garibay. Escalpelo en ristre, I Jan 24, 2023
    • Jan 18, 2023 Those were (are) the days Jan 18, 2023
    • Jan 4, 2023 Pasiones seniles Jan 4, 2023
  • December 2022
    • Dec 20, 2022 Larga sombra del Maximato Dec 20, 2022
    • Dec 1, 2022 Alfonso Reyes: el perfil del hombre Dec 1, 2022
  • November 2022
    • Nov 19, 2022 Proust: conversar con los difuntos Nov 19, 2022
    • Nov 7, 2022 Memoria y escritura Nov 7, 2022
  • October 2022
    • Oct 25, 2022 De la memoria y la carta de un difunto Oct 25, 2022
    • Oct 9, 2022 Lo de hoy: profanar el lenguaje Oct 9, 2022
  • September 2022
    • Sep 21, 2022 Sep 21, 2022
    • Sep 8, 2022 A propósito de Vila-Matas Sep 8, 2022
  • August 2022
    • Aug 20, 2022 Del diario: la posteridad y la fama Aug 20, 2022
    • Aug 4, 2022 El dolor de Virginia Aug 4, 2022
  • July 2022
    • Jul 19, 2022 Memoria y olvido Jul 19, 2022
    • Jul 10, 2022 Mediocridad como mérito Jul 10, 2022
  • June 2022
    • Jun 30, 2022 Con las manecillas al revés Jun 30, 2022
    • Jun 12, 2022 De la belleza de la imperfección Jun 12, 2022
    • Jun 3, 2022 De mujeres, hoy: escribir como sea, de lo que sea Jun 3, 2022
  • May 2022
    • May 24, 2022 Diarios perdidos May 24, 2022
    • May 11, 2022 Atrapada por los selfies May 11, 2022
  • April 2022
    • Apr 21, 2022 No se nace Grinch, lo hacen Apr 21, 2022
    • Apr 5, 2022 De mis diarios. Fidel, otra mirada Apr 5, 2022
  • March 2022
    • Mar 24, 2022 El escritor y la edad Mar 24, 2022
    • Mar 7, 2022 Marginadas desde la Colonia: espejo de la verdad Mar 7, 2022
  • February 2022
    • Feb 22, 2022 Nuevos tiempos oscuros Feb 22, 2022
    • Feb 8, 2022 A propósito del infierno Feb 8, 2022
  • January 2022
    • Jan 25, 2022 Decir no o dejarse caer Jan 25, 2022
    • Jan 10, 2022 Meditación sobre la tontería Jan 10, 2022
    • Jan 2, 2022 Olvido e ignorancia: misma desventura Jan 2, 2022
  • December 2021
    • Dec 15, 2021 Del Kîs que escribe en mi memoria Dec 15, 2021
    • Dec 7, 2021 Jimena Canales: historiar para cambiar la historia Dec 7, 2021
  • November 2021
    • Nov 17, 2021 Mi pesadilla, nuestro infierno Nov 17, 2021
  • October 2021
    • Oct 24, 2021 Los muertos. El otro relato, 1 Oct 24, 2021
    • Oct 12, 2021 Página del diario. Idea del desprecio Oct 12, 2021
    • Oct 1, 2021 Cuando me da por pensar en Lobo Antunes Oct 1, 2021
  • September 2021
    • Sep 23, 2021 Ironías de la historia: seguimos nepantla Sep 23, 2021
    • Sep 13, 2021 Lo feo. Su falsa reivindicación Sep 13, 2021
    • Sep 4, 2021 Del huésped incómodo y sus obsequiosos anfitriones Sep 4, 2021
  • August 2021
    • Aug 21, 2021 Velocidad: la tentación del abismo Aug 21, 2021
    • Aug 7, 2021 El zoquete por venir Aug 7, 2021
  • July 2021
    • Jul 21, 2021 Añoro la risa Jul 21, 2021
    • Jul 5, 2021 Más de esperpentos y tiranos Jul 5, 2021
  • June 2021
    • Jun 21, 2021 Las palabras, esos espejos... Jun 21, 2021
    • Jun 3, 2021 Mme. Bovary y yo Jun 3, 2021
  • May 2021
    • May 24, 2021 México entre vacunas May 24, 2021
    • May 14, 2021 De la Biblioteca de Alejandría y otras pasiones May 14, 2021
  • April 2021
    • Apr 29, 2021 Recordar, otra vez: de las madres de ayer Apr 29, 2021
    • Apr 12, 2021 Alaíde Foppa. Su signo trágico Apr 12, 2021
    • Apr 3, 2021 De mis diarios. Más de memoria Apr 3, 2021
  • March 2021
    • Mar 29, 2021 Retorno a los años oscuros Mar 29, 2021
    • Mar 21, 2021 De los días de "prende el radio" Mar 21, 2021
    • Mar 14, 2021 Metamir: mirar lo oculto Mar 14, 2021
    • Mar 1, 2021 Hipocresía y violaciones sexuales Mar 1, 2021
  • February 2021
    • Feb 20, 2021 De la memoria, esa incansable Feb 20, 2021
    • Feb 13, 2021 Del poder y los locos Feb 13, 2021
    • Feb 7, 2021 El libro: pasión de minorías Feb 7, 2021
  • January 2021
    • Jan 30, 2021 La magia del Cid campeador Jan 30, 2021
    • Jan 22, 2021 Contracultura y fracaso educativo Jan 22, 2021
    • Jan 12, 2021 Un mundo poscovid Jan 12, 2021
  • December 2020
    • Dec 31, 2020 Madre piedad: una deuda de amor Dec 31, 2020
    • Dec 19, 2020 Un tiempo raro Dec 19, 2020
    • Dec 9, 2020 Meditación sobre la tristeza de nuestros días Dec 9, 2020
  • November 2020
    • Nov 23, 2020 Página del diario. El virus del desasosiego Nov 23, 2020
    • Nov 14, 2020 José Revueltas, peldaño de la denuncia* Nov 14, 2020
  • October 2020
    • Oct 29, 2020 De mis diarios. Entre toros y Covid-19 Oct 29, 2020
    • Oct 10, 2020 Página del diario. Alfabetos soñados Oct 10, 2020
    • Oct 1, 2020 1968: memoria imperfecta Oct 1, 2020
  • September 2020
    • Sep 12, 2020 Los diarios: su fondo misterioso Sep 12, 2020
    • Sep 4, 2020 Fernando VII. Realidad que supera la ficción Sep 4, 2020
  • August 2020
    • Aug 20, 2020 Nuestra deuda con Agustín Millares Carlo Aug 20, 2020
    • Aug 13, 2020 Alfonso Reyes, otra mirada Aug 13, 2020
    • Aug 1, 2020 Esther, un alma errante Aug 1, 2020
  • July 2020
    • Jul 19, 2020 Lo mexicano: La vida no vale nada Jul 19, 2020
  • June 2020
    • Jun 25, 2020 Memoria de un cleptómano Jun 25, 2020
    • Jun 12, 2020 Sobre el arte de la biografía Jun 12, 2020
  • May 2020
    • May 26, 2020 De la enfermedad, el sueño y los dioses May 26, 2020
    • May 17, 2020 Fragmento de autobiografía inédita May 17, 2020
    • May 7, 2020 Confinamiento y silencio. Página del diario May 7, 2020
  • April 2020
    • Apr 22, 2020 María Zambrano. Palabras del regreso Apr 22, 2020
    • Apr 18, 2020 A propósito del FONCA Apr 18, 2020
    • Apr 9, 2020 Página del diario. A propósito de Alberti Apr 9, 2020
    • Apr 1, 2020 Otra caverna, mismas sombras Apr 1, 2020
  • March 2020
    • Mar 17, 2020 Escenas medievales Mar 17, 2020
  • February 2020
    • Feb 29, 2020 La confesión. Página del diario Feb 29, 2020
    • Feb 17, 2020 Me acuerdo, me acuerdo Feb 17, 2020
    • Feb 4, 2020 Kafka, a la vuelta de la esquina Feb 4, 2020
  • January 2020
    • Jan 27, 2020 De mis diarios: Auschwitz y Trzebini Jan 27, 2020
    • Jan 14, 2020 De mis diarios. Conferencias Jan 14, 2020
    • Jan 7, 2020 84, Charing Cross Road Jan 7, 2020
  • December 2019
    • Dec 28, 2019 Gobernantes a la baja Dec 28, 2019
    • Dec 18, 2019 De mis diarios. Egos monumentales Dec 18, 2019
    • Dec 9, 2019 Los huesos de Montaigne Dec 9, 2019
  • November 2019
    • Nov 15, 2019 De mis diarios. Deleites perdidos Nov 15, 2019
    • Nov 9, 2019 De mis diarios. Lo que el Muro derrumbó Nov 9, 2019
  • October 2019
    • Oct 18, 2019 Judía y mujer: una cabeza incómoda Oct 18, 2019
    • Oct 11, 2019 Memoria. De mis diarios Oct 11, 2019
  • September 2019
    • Sep 26, 2019 De libros y Los creadores Sep 26, 2019
    • Sep 16, 2019 La mediocracia, una pandemia Sep 16, 2019
  • August 2019
    • Aug 29, 2019 De mis diarios. Con Elizondo en el CME Aug 29, 2019
    • Aug 22, 2019 Narciso, otro símbolo de Borges Aug 22, 2019
    • Aug 2, 2019 Sobre La otra vida de Daniel Aug 2, 2019
  • July 2019
    • Jul 23, 2019 Esta curiosa pasión por las letras Jul 23, 2019
    • Jul 12, 2019 Primer recuerdo. Página del diario Jul 12, 2019
    • Jul 2, 2019 Vasconcelos: un antihéroe consagrado* Jul 2, 2019
  • June 2019
    • Jun 22, 2019 Cultura, un privilegio. ¡Claro que sí! Jun 22, 2019
    • Jun 7, 2019 Noa Pothoven. Del pene y la llaga Jun 7, 2019
  • May 2019
    • May 31, 2019 Larga noche oscura May 31, 2019
    • May 10, 2019 Museo de la Mujer May 10, 2019
    • May 2, 2019 De mi ficción verdadera May 2, 2019
  • April 2019
    • Apr 25, 2019 Lo sagrado y las urbes Apr 25, 2019
    • Apr 16, 2019 Apr 16, 2019
    • Apr 8, 2019 De mis diarios. La maldición de la culebra Apr 8, 2019
    • Apr 1, 2019 Reinvención del pasado Apr 1, 2019
  • March 2019
    • Mar 22, 2019 Sin máscaras. Resentimiento social Mar 22, 2019
    • Mar 15, 2019 Entrevista sobre Los pasos del héroe Mar 15, 2019
    • Mar 7, 2019 De la dificultad de ser mujer donde todo lo impide Mar 7, 2019
  • February 2019
    • Feb 26, 2019 Sin metis, solo mediocridad Feb 26, 2019
    • Feb 19, 2019 Páginas del diario. La mirada del otro Feb 19, 2019
    • Feb 12, 2019 Populismo para el hombre-masa Feb 12, 2019
    • Feb 5, 2019 Ni los dictadores son lo que eran Feb 5, 2019
  • January 2019
    • Jan 29, 2019 Saldos de enero y el fin del asombro Jan 29, 2019
    • Jan 20, 2019 La palabra y las libertades Jan 20, 2019
    • Jan 9, 2019 Yourcenar, otra vez: De la verdad y lo bello Jan 9, 2019
    • Jan 1, 2019 Izquierdas personalizadas Jan 1, 2019
  • December 2018
    • Dec 15, 2018 La memoria y su relato. Fragmento autobiográfico. Dec 15, 2018
    • Dec 10, 2018 Meditación frente al Xipe Tótec Dec 10, 2018
  • November 2018
    • Nov 30, 2018 ¿Otra sociedad? ¡Educar a la mujer! Nov 30, 2018
    • Nov 19, 2018 Soledad Nov 19, 2018
    • Nov 9, 2018 Y el Muro cae... Un capítulo de mi autobiografía inédita Nov 9, 2018
    • Nov 3, 2018 Mirar el mundo. Vivir es de bravos Nov 3, 2018
  • October 2018
    • Oct 21, 2018 La inmigración en masa Oct 21, 2018
    • Oct 11, 2018 Desvivirse Oct 11, 2018
    • Oct 4, 2018 Dolor Oct 4, 2018
  • September 2018
    • Sep 21, 2018 Djuna Barnes, 2 Sep 21, 2018
    • Sep 13, 2018 Djuna Barnes, 1 Sep 13, 2018
    • Sep 8, 2018 Desde la UNAM, otra vez la advertencia Sep 8, 2018
  • August 2018
    • Aug 30, 2018 Mujer en tiempos sin género (o de muchos géneros) Aug 30, 2018
    • Aug 17, 2018 1968, tan lejos y tan cerca Aug 17, 2018
    • Aug 10, 2018 Tropezar con las mismas piedras Aug 10, 2018
    • Aug 2, 2018 Literatura: escalpelo del drama humano Aug 2, 2018
  • July 2018
    • Jul 19, 2018 Sin educación: el infierno tan temido Jul 19, 2018
    • Jul 13, 2018 Carlos Fuentes: el demonio de la prisa Jul 13, 2018
    • Jul 5, 2018 Vida y literatura: un viaje extraño Jul 5, 2018
  • June 2018
    • Jun 21, 2018 Pasión por la lectura Jun 21, 2018
    • Jun 8, 2018 Páginas del diario. El Sistema redivivo Jun 8, 2018
  • May 2018
    • May 31, 2018 El huevo de la serpiente May 31, 2018
    • May 24, 2018 Fin de la máscara, hora del esperpento May 24, 2018
    • May 10, 2018 Páginas del diario. Insomnio y memoria May 10, 2018
    • May 7, 2018 Video/ entrevista. Culpas viejas, Mujeres nuevas May 7, 2018
    • May 4, 2018 Lou Andreas-Salomé May 4, 2018
  • April 2018
    • Apr 26, 2018 La pura verdad: Sin justicia no hay Estado Apr 26, 2018
    • Apr 19, 2018 Del machismo y sus miserias Apr 19, 2018
    • Apr 5, 2018 Del ITAM y otros prejuicios Apr 5, 2018
  • March 2018
    • Mar 29, 2018 Ni peras ni olmo ni escritura que nos nombre Mar 29, 2018
    • Mar 26, 2018 Quedarse nepantla, así los Boomers Mar 26, 2018
    • Mar 17, 2018 Sin cultura, sólo degradación Mar 17, 2018
    • Mar 16, 2018 Córdoba en la memoria. Dios en la tierra Mar 16, 2018
    • Mar 3, 2018 Abelardo y Eloísa: una tragedia medieval Mar 3, 2018
  • February 2018
    • Feb 25, 2018 Parejas extraordinarias. Abelardo y Eloísa, I Feb 25, 2018
    • Feb 8, 2018 Lolita: mito y realismo puro Feb 8, 2018
    • Feb 1, 2018 António Lobo Antunes en mis diarios Feb 1, 2018
  • January 2018
    • Jan 25, 2018 De aquellos días y de hoy Jan 25, 2018
    • Jan 18, 2018 El descenso de México Jan 18, 2018
    • Jan 11, 2018 De la enfermedad y los doctores Jan 11, 2018
  • December 2017
    • Dec 28, 2017 De amores y errores Dec 28, 2017
    • Dec 21, 2017 De mis diarios. Alexandra David-Néel Dec 21, 2017
    • Dec 14, 2017 De mis diarios y Sir Richard Francis Burton Dec 14, 2017
    • Dec 9, 2017 Fanatismo o milagro Dec 9, 2017
  • November 2017
    • Nov 30, 2017 Nuestra ciudad, un infierno Nov 30, 2017
    • Nov 17, 2017 Romance del Moro (Cuento) Nov 17, 2017
    • Nov 9, 2017 Silencio Nov 9, 2017
    • Nov 2, 2017 La ceguera de los que quieren perder Nov 2, 2017
  • October 2017
    • Oct 26, 2017 Eco y Narciso Oct 26, 2017
    • Oct 19, 2017 Machismo y abuso sexual Oct 19, 2017
    • Oct 12, 2017 Parejas extraordinarias. Hannah Arendt y Martin Heidegger, II Oct 12, 2017
    • Oct 5, 2017 Parejas extraordinarias. Hannah Arendt y Martin Heidegger, I Oct 5, 2017
  • September 2017
    • Sep 28, 2017 El día después Sep 28, 2017
    • Sep 21, 2017 La ira de los dioses Sep 21, 2017
    • Sep 14, 2017 Tiembla, duele, llora la patria Sep 14, 2017
    • Sep 7, 2017 Desencanto y mentira social Sep 7, 2017
  • August 2017
    • Aug 24, 2017 Alberto Manguel, otra vez Aug 24, 2017
    • Aug 18, 2017 Mundo de ayer y de hoy Aug 18, 2017
    • Aug 10, 2017 Dalí, surrealista inagotable Aug 10, 2017
    • Aug 3, 2017 Miguel León-Portilla: otra mirada Aug 3, 2017
  • July 2017
    • Jul 27, 2017 Culebras, ratas y caníbales Jul 27, 2017
    • Jul 20, 2017 Shambhala o Shangri-la Jul 20, 2017
    • Jul 13, 2017 ¿Burlas y corruptelas? Democracia, no hay más Jul 13, 2017
    • Jul 6, 2017 Idea del destino Jul 6, 2017
  • June 2017
    • Jun 29, 2017 Del habla y memoria del sistema, II Jun 29, 2017
    • Jun 22, 2017 Lenguaje del sistema. Su pequeña eternidad, I Jun 22, 2017
    • Jun 16, 2017 Redes sociales, espejo de nuestro ánimo Jun 16, 2017
    • Jun 8, 2017 Carlota, su cetro envenenado Jun 8, 2017
    • Jun 1, 2017 Plaza Comercial Artz Pedregal: Otra arbitrariedad Jun 1, 2017
  • May 2017
    • May 25, 2017 Embarazos de adolescentes May 25, 2017
    • May 18, 2017 De la abyección a la infamia May 18, 2017
    • May 5, 2017 Del mito de la caverna May 5, 2017
  • April 2017
    • Apr 28, 2017 Mucha gente. Poco mundo Apr 28, 2017
    • Apr 20, 2017 Del uno y del otro méxicos Apr 20, 2017
    • Apr 13, 2017 Idea del mal Apr 13, 2017
  • March 2017
    • Mar 30, 2017 Marcel Schwob: la obra perfecta Mar 30, 2017
    • Mar 23, 2017 ¿Cómo llegamos a esto? Mar 23, 2017
    • Mar 16, 2017 Actualidad de los mitos Mar 16, 2017
    • Mar 9, 2017 Del polvo y la memoria. Juan Rulfo, 2 Mar 9, 2017
    • Mar 2, 2017 Del polvo y la memoria. Juan Rulfo, 1 Mar 2, 2017
  • February 2017
    • Feb 23, 2017 Feminismo, en la nave va Feb 23, 2017
    • Feb 16, 2017 (In) cultura en tiempos del Bad Hombre Feb 16, 2017
    • Feb 2, 2017 La Gorgona, su reality show Feb 2, 2017
  • January 2017
    • Jan 27, 2017 México, chivo expiatorio Jan 27, 2017
    • Jan 26, 2017 Bienvenida a mi bibliografía Jan 26, 2017
    • Jan 19, 2017 Llegó el lobo Jan 19, 2017
    • Jan 12, 2017 Ave Fénix Jan 12, 2017
    • Jan 5, 2017 Malos signos Jan 5, 2017
  • December 2016
    • Dec 15, 2016 De fiesta con Rubí Dec 15, 2016
    • Dec 8, 2016 Intelectuales y Fidel, II. El Gabo, amigos por siempre Dec 8, 2016
    • Dec 1, 2016 Intelectuales y Fidel. Fin del idilio, I Dec 1, 2016
  • November 2016
    • Nov 25, 2016 Ablación genital femenina Nov 25, 2016
    • Nov 18, 2016 Plan B. Actuar sin miedo Nov 18, 2016
    • Nov 11, 2016 Malos tiempos, grandes retos Nov 11, 2016
    • Nov 3, 2016 Parejas extraordinarias. Will y Ariel Durant Nov 3, 2016
  • October 2016
    • Oct 21, 2016 El futuro no es lo que era Oct 21, 2016
    • Oct 13, 2016 De la hispanidad y la red de agujeros Oct 13, 2016
    • Oct 7, 2016 Con Kafka, ¿a dónde huir? Oct 7, 2016
  • September 2016
    • Sep 30, 2016 Señor Presidente: aquí mi piedra Sep 30, 2016
    • Sep 23, 2016 Cultura del descenso Sep 23, 2016
    • Sep 16, 2016 Símbolo de Hidalgo: La patria sin cabeza Sep 16, 2016
    • Sep 9, 2016 El síndrome de Bartleby Sep 9, 2016
    • Sep 3, 2016 Kawabata: arte puro Sep 3, 2016
  • August 2016
    • Aug 25, 2016 Presidente sin suerte Aug 25, 2016
    • Aug 18, 2016 El mal, ese misterio Aug 18, 2016
    • Aug 11, 2016 Narcocultura de arriba abajo Aug 11, 2016
    • Aug 5, 2016 Familia en extinción Aug 5, 2016
  • July 2016
    • Jul 29, 2016 La caída: desintegración social Jul 29, 2016
    • Jul 22, 2016 Noticias del infierno Jul 22, 2016
    • Jul 14, 2016 Angry Young Men Jul 14, 2016
    • Jul 8, 2016 Más polis y menos poder Jul 8, 2016
  • June 2016
    • Jun 23, 2016 De la SEP y su memorial de derrotas Jun 23, 2016
    • Jun 16, 2016 La eternidad Jun 16, 2016
    • Jun 9, 2016 Alternancia no es democracia Jun 9, 2016
    • Jun 2, 2016 Biografías clandestinas. Un hombre del sistema Jun 2, 2016
  • May 2016
    • May 21, 2016 En Londres, otra vez May 21, 2016
    • May 13, 2016 Binomio mexicano: injusticia y violencia May 13, 2016
    • May 4, 2016 Yoísmo y humanidad residual May 4, 2016
  • April 2016
    • Apr 22, 2016 El Quijote en la cueva de Montesinos[1] Apr 22, 2016
    • Apr 14, 2016 Fuera de lugar Apr 14, 2016
    • Apr 8, 2016 Caos, neblumo y la pura verdad Apr 8, 2016
    • Apr 1, 2016 Mismo laberinto: de la soledad al delito Apr 1, 2016
  • March 2016
    • Mar 25, 2016 Lo sagrado en Benarés Mar 25, 2016
    • Mar 18, 2016 De bribones y guaruras Mar 18, 2016
    • Mar 11, 2016 México: el estigma de su derrota Mar 11, 2016
    • Mar 4, 2016 La UNAM, su nudo gordiano Mar 4, 2016
  • February 2016
    • Feb 26, 2016 Del festín, Dinesen y Babette Feb 26, 2016
    • Feb 18, 2016 Los signos y el Papa Feb 18, 2016
    • Feb 12, 2016 Mutilación genital femenina Feb 12, 2016
    • Feb 5, 2016 De esperpentos y tiranos, 2 Feb 5, 2016
  • January 2016
    • Jan 29, 2016 De esperpentos y tiranos, 1 Jan 29, 2016
    • Jan 22, 2016 El malecón de Tajamar: otra bofetada Jan 22, 2016
    • Jan 15, 2016 Comedia de sangre y vergüenza Jan 15, 2016
    • Jan 7, 2016 El Quijote en la cueva de Montesinos Jan 7, 2016
  • December 2015
    • Dec 18, 2015 ¿Reforma educativa? Dec 18, 2015
    • Dec 11, 2015 Del secreto Japón confesional Dec 11, 2015
    • Dec 4, 2015 Pablo Neruda Dec 4, 2015
  • November 2015
    • Nov 27, 2015 De mujeres y violencia, otra vez Nov 27, 2015
    • Nov 20, 2015 INCERTIDUMBRE ARMADA Nov 20, 2015
    • Nov 13, 2015 ADRIANO: UN SUEÑO CREADO Nov 13, 2015
    • Nov 6, 2015 Marguerite Yourcenar: Toda sabiduría es paciencia Nov 6, 2015
  • October 2015
    • Oct 22, 2015 El México del horror Oct 22, 2015
    • Oct 16, 2015 Autobiografía Oct 16, 2015
    • Oct 9, 2015 El símbolo del muro Oct 9, 2015
    • Oct 2, 2015 Crónicas oscuras, 2 Robert Tsuovas Oct 2, 2015
  • September 2015
    • Sep 25, 2015 Crónicas oscuras. Muñecos sexuales. Sep 25, 2015
    • Sep 18, 2015 Migraciones: acicate del cambio Sep 18, 2015
    • Sep 11, 2015 Robo Sep 11, 2015
  • August 2015
    • Aug 28, 2015 Siempre Rulfo, siempre entre los muertos Aug 28, 2015
    • Aug 21, 2015 Alberto Manguel Aug 21, 2015
    • Aug 14, 2015 Burocracia cultural Aug 14, 2015
    • Aug 7, 2015 VIVIR EN TIEMPOS HORRIBLES Aug 7, 2015
  • July 2015
    • Jul 31, 2015 Más consumo y menos mundo Jul 31, 2015
    • Jul 24, 2015 IGNORANCIA Y BARULLO Jul 24, 2015
    • Jul 17, 2015 RELEYENDO A PAZ Jul 17, 2015
    • Jul 10, 2015 COLECCIONISTA Jul 10, 2015
    • Jul 3, 2015 Del poder y la cultura Jul 3, 2015
  • June 2015
    • Jun 26, 2015 Bosque pintado de Oma Jun 26, 2015
    • Jun 19, 2015 Escritores y genialidades: Un deslinde Jun 19, 2015
    • Jun 12, 2015 El mundo bajo los párpados Jun 12, 2015
    • Jun 5, 2015 Maestros: El pasado nos alcanza Jun 5, 2015
  • May 2015
    • May 29, 2015 El otro es el culpabl May 29, 2015
    • May 22, 2015 Crier au loup May 22, 2015
    • May 15, 2015 (In) decencia de Marcelo May 15, 2015
    • May 1, 2015 El lenguaje es el mensaje May 1, 2015
  • April 2015
    • Apr 23, 2015 La otra verdad: niños y adolescentes Apr 23, 2015
    • Apr 17, 2015 Dulcinea, éste es gallo Apr 17, 2015
    • Apr 9, 2015 Advertencias desatendidas Apr 9, 2015
    • Apr 2, 2015 Enojo y desconfianza: la obra del sistema Apr 2, 2015
  • March 2015
    • Mar 27, 2015 Don Quijote: El esqueleto de un sueño, 2 Mar 27, 2015
    • Mar 20, 2015 Don Quijote: El esqueleto de un sueño, 1 Mar 20, 2015
    • Mar 13, 2015 Teresa de Jesús Mar 13, 2015
    • Mar 5, 2015 Crónica del cambio, 5 En el mismo barco Mar 5, 2015
  • February 2015
    • Feb 27, 2015 Mexicanización Feb 27, 2015
    • Feb 19, 2015 Crónica del cambio, 4 Feb 19, 2015
    • Feb 12, 2015 Crónica del cambio, 3 Feb 12, 2015
    • Feb 6, 2015 Crónica del cambio, 2 Feb 6, 2015
  • January 2015
    • Jan 30, 2015 Crónica del cambio, 1 Jan 30, 2015
    • Jan 23, 2015 Intolerancia y libertad Jan 23, 2015
    • Jan 16, 2015 ¿Merecemos esto los mexicanos? Jan 16, 2015
    • Jan 9, 2015 Julio Scherer Jan 9, 2015
    • Jan 2, 2015 Annus Horribilis Jan 2, 2015
  • December 2014
    • Dec 19, 2014 Belisario Domínguez: Memoria oportuna Dec 19, 2014
    • Dec 12, 2014 En pos del milagro Dec 12, 2014
    • Dec 5, 2014 Oráculo de Delfos Dec 5, 2014
  • November 2014
    • Nov 28, 2014 José Revueltas: el último idealista Nov 28, 2014
    • Nov 21, 2014 Desobediencia civil Nov 21, 2014
    • Nov 14, 2014 Fin del sistema Nov 14, 2014
    • Nov 7, 2014 Pessoa: un mundo lleno de nombres Nov 7, 2014
  • October 2014
    • Oct 31, 2014 México en vilo Oct 31, 2014
    • Oct 24, 2014 Enlutadas, las madres se mueven Oct 24, 2014
    • Oct 17, 2014 El laberinto de la crisis Oct 17, 2014
    • Oct 10, 2014 Huitzilopochtli, hoy Oct 10, 2014
    • Oct 6, 2014 DIATRIBA Oct 6, 2014
    • Oct 3, 2014 50 años de Tláloc y el Museo Nacional de Antropología Oct 3, 2014
  • September 2014
    • Sep 26, 2014 Camino de Santiago, 2 Sep 26, 2014
    • Sep 18, 2014 Camino de Santiago, 1 Sep 18, 2014
    • Sep 11, 2014 Noticias del infierno Sep 11, 2014
    • Sep 5, 2014 Entrevista al hombre de la historia Sep 5, 2014
  • August 2014
    • Aug 29, 2014 Yerro del director del FCE Aug 29, 2014
    • Aug 22, 2014 De Gutenberg al blog: Pasión por la palabra Aug 22, 2014
    • Aug 14, 2014 Pachanga panista: advertencia oportuna Aug 14, 2014
    • Aug 8, 2014 Donjuanismo Aug 8, 2014
    • Aug 1, 2014 De la grilla y otras voces Aug 1, 2014
  • July 2014
    • Jul 25, 2014 La “Gran familia”: retrato social Jul 25, 2014
    • Jul 18, 2014 Del origen de las palabras: La Torre de Babel Jul 18, 2014
    • Jul 11, 2014 Analfabetos y el sistema Jul 11, 2014
    • Jul 4, 2014 Niños migrantes: víctimas de la injusticia Jul 4, 2014
  • June 2014
    • Jun 27, 2014 Detrás de las páginas Jun 27, 2014
    • Jun 20, 2014 Sixties… ¿Qué es eso? Jun 20, 2014
    • Jun 13, 2014 Francisco: con la Iglesia te has topado Jun 13, 2014
    • Jun 6, 2014 Clitemnestra Jun 6, 2014
  • May 2014
    • May 30, 2014 El último libro May 30, 2014
    • May 23, 2014 De seños, damitas y madrecitas May 23, 2014
    • May 16, 2014 Felicidad May 16, 2014
    • May 9, 2014 10 de mayo: de la memoria involuntaria May 9, 2014
    • May 2, 2014 De premios, distinciones y otras mañas May 2, 2014
  • April 2014
    • Apr 25, 2014 ¡Qué recuerdo! Una experiencia única Apr 25, 2014
    • Apr 18, 2014 Gabriel García Márquez* Apr 18, 2014
    • Apr 11, 2014 Una difunta singular Apr 11, 2014
    • Apr 4, 2014 Nuestras ciudades: moradas desamoradas Apr 4, 2014
  • March 2014
    • Mar 27, 2014 Paz en la cultura Mar 27, 2014
    • Mar 21, 2014 Misterios del amor Mar 21, 2014
    • Mar 14, 2014 El poder del Padre Mar 14, 2014
    • Mar 7, 2014 Parejas extraordinarias: Elena Garro y Octavio Paz Mar 7, 2014
  • February 2014
    • Feb 28, 2014 Parejas extraordinarias León y Sofía Tolstoi Feb 28, 2014
    • Feb 21, 2014 Mariposas negras Feb 21, 2014
    • Feb 14, 2014 Amistades líquidas Feb 14, 2014
    • Feb 7, 2014 La tristeza de un genio Feb 7, 2014
  • January 2014
    • Jan 30, 2014 EL CENTRO HISTÓRICO Y LA VERDAD DE MÉXICO Jan 30, 2014
    • Jan 21, 2014 Enero 21 Jan 21, 2014

Culpas viejas, mujeres nuevas. Entrevista. https://youtu.be/9go7A0-hmso

En Huellas de la Historia, con Francisco (Paco) Prieto y Blanca Loolbe, Alejandro el Grande. Los pasos del héroe”, Radio Red, México, https://podcasts.apple.com/mx/podcast/alejandro-magno/id1243780697?i=1000431633702

Entrevista sobre los pasos del héroe, lunes 11 de marzo, 2019, 2019, Fabián Vázquez y Rafael de la Lanza; Revista Gandhi Lee+

https://www.facebook.com/mascultura/videos/451974625342403/

“Del amor a las letras y otras pasiones” en Poéticas de las inteligencia, programa de radio coordinado por Patricia Galeana y Beatriz Saavedra. Conductora Lourdes Enríquez, IMER, CIUDADANA, 660 am, jueves 27 de agosto de 2020. https://www.mixcloud.com/MujeresalaTribuna/po%C3%A9ticas-de-la-inteligencia-del-amor-a-las-letras-y-otras-pasiones/

A partir de septiembre 2020, colaboraciones en La noche es joven, programa de radio de Enríque García Cuéllar, Tuxtla Gutiérrez, Chis.:

Octubre 2, https://www.facebook.com/MuseodelaMujerMexico/videos/325674728612136/

Octubre 10, Casandra en la mitología, https://www.facebook.com/757213191075830/videos/362463818454782/

Octubre 16, Las migraciones en el mundo, https://www.facebook.com/757213191075830/videos/2675104412742380/

2020

- https://www.facebook.com/757213191075830/videos/3443483862406877 , “intelectuales y poder”, programa La noche es joven dirigido por Enrique García Cuéllar desde Tuxtla Gutiérrez, Chis., Oct. 26, 2020.

- “Helenismo en Alfonso Reyes”, video conferencia organizada por la Sría de Cultura, el Dep. de Literatura del INBA y la Capilla Alfonsina. Con Javier Garcíadiego (director de la Capilla Alfonsina) y la traductora del griego Natalia Moroleón. Moderadora Beatriz Saavedra, Trasmitido en vivo por Facebook, noviembre 5, 2020. https://www.facebook.com/283189608464004/videos/654522281924283/

“Intelectuales, prensa y poder”, en el video programa La noche es joven dirigido por Enrique García Cuéllar desde Tuxtla Gutiérrez, Chis., Nov. 6, 2020. https://www.facebook.com/757213191075830/videos/1034311790327823

“Mujeres y otras penas”, https://www.facebook.com/757213191075830/videos/286419819321195 en el video programa La noche es joven dirigido por Enrique García Cuéllar desde Tuxtla Gutiérrez, Chis., , Nov. 13, 2020

“Gobernar con sermones”, https://www.facebook.com/757213191075830/videos/815646722545743, Ibid., Nov. 27, 2020

“La amistad entre Alfonso Reyes y José Vasconcelos”, Capilla Alfonsina, con Javier García Diego y el dr. Hurtado, Capilla Alfonseca, junio 30 de 2021. https://www.facebook.com/watch/?v=357786745726168

 “Actualidad de Marguerite Yourcenar” , Julio 8 de 2021, en el programa La noche es jocen de Enrique García Cuéllar. https://www.facebook.com/100063493035749/videos/834712267158793


Debate 22, entrevista con Javier Aranda, Octubre 10, 2022, Canal 22. (https://twitter.com/MarthaRoblesO/status/1579661774965866496?t=jl5UKjczBPPI52y91C_now&s=03)

https://twitter.com/MarthaRoblesO/status/1579661774965866496?t=LNgpCJXplWwnHJVKfBU9EQ&s=08

“Las palabras, espejos de la vida”, conferencias, Noviembre 9, 16, 23 y 30 de 2023, Plataforma ZOOM, dos horas por semana, Instituto dde la Cultura y las Artes, Cancún, Quintana Roo. Disponibles en YouTube con este enlace: https://www.youtube.com/playlist?list=PLOOto7Tr4g7IWZRngC2m_3zwvuTIrqE4H

Agosto 7, 2024 A medio siglo del fallecimiento de Rosario Castellanos. Capilla Alfonsina. Coordinación Nacional de Literatura. Sigue en directo la charla especial en honor a Rosario Castellanos. Acompáñanos y explora su impacto en la literatura. Una oportunidad única para reflexionar sobre su legado. Participan: Martha...

www.facebook.com.

https://www.facebook.com/share/v/nw26bULtQ6sooEGs/?mibextid=jmPrMh

“Martha Robles”, entrevista de Beatriz Saavedra para el Diario de Madrid, Noviembre 27, 2024. Entrevista a Martha Robles - https://www.eldiariodemadrid.es/articulo/critica-literaria/entrevista-martha-robles/20241127090423084011.html?utm_medium=social&utm_source=whatsapp&utm_campaign=share_button

https://www.facebook.com/share/p/1B5yZYd17r/

Enero 16 de 2025, Alfonso Reyes y el exilio, Ateneo Español de México, A.C

Powered by Squarespace