• Perfil
  • Blog
  • Libros
  • C.V.
  • PODCAST
  • Contacto
Menu

Martha Robles

.
escritora

Your Custom Text Here

Martha Robles

  • Perfil
  • Blog
  • Libros
  • C.V.
  • PODCAST
  • Contacto

El síndrome de Bartleby

September 9, 2016 Martha Robles
Bartleby, el escribiente

Bartleby, el escribiente

Rastrear el club de los autores que de golpe se secan o se niegan a escribir fue una de mis fantasías permanentes. Como le ocurriera a Enrique Vila-Matas antes, mucho antes de conocer su nombre o siquiera imaginar que compartíamos aficiones literarias, me cautivó “la inutilidad esencial” del oficinista de Herman Melville cuando  leí su cuento “Bartleby, el escribiente”. Contrapunto de la locura de Ahab, el delirante capitán de Nantucket mutilado por la ballena blanca, este hombre ficticio que sirve en el despacho de un abogado de Wall Street, se niega con tal terquedad a ejecutar cualquier trabajo “en la oscura y reducida oficina, perdida en la maraña de la ciudad”, que tanto el abogado como el resto de los copistas acaban por aceptar la extraña pasividad del (no) escribiente. 

Imagino la fascinación de Vila-Matas al reparar en que este personaje trascendía lo ficticio para nutrir su espléndido libro/diario/cuaderno de notas Bartleby y compañía. Y es que en la vida y para las letras, dos cosas son indiscutibles: nada es lo que parece y estamos rodeados de Bartlebys.  Los hay en varias modalidades: incapaces de amar, moverse o trabajar; pero los espíritus que pudiendo hacerlo renuncian a la escritura,  por causas de preferencia absurdas, encarnan sin quererlo y acaso sin saberlo, no a al Sócrates escrito por otros e ignorado u olvidadopor Vila-Mata, sino a esta criatura urbana de Herman Melville casi contemplativo, casi silencioso, incapaz de leer o escribir una línea o de mostrar algo de si: “nunca bebe cerveza, ni té, ni café como los demás (…) jamás ha ido a ninguna parte, pues vive en la oficina, incluso pasa en ella los domingos (…) cuando se le pregunta dónde nació o se le encarga un trabajo o se le pide que cuente algo sobre él, responde siempre diciendo:

 --Preferiría no hacerlo.”

Si en 1984 Borges no dudó en prologar e incluir en Ediciones Siruela este cuento de Melville en su selecta y ya rara colección de lecturas fantásticas, La Biblioteca de Babel, Vila-Matas discurrió  años después y con sugestiva agudeza el  “laberinto del no”: especie de enfermedad o atracción por la nada “que hace que ciertos creadores, aun teniendo una conciencia literaria muy exigente (o quizás precisamente por eso), no llegan a escribir nunca; o bien escriban uno o dos libros y luego renuncien a la escritura; o bien, tras poner en marcha sin problemas una obra en progreso, queden, un día, literalmente paralizados para siempre.” Tal el origen de su Bartleby y compañía, publicado por vez primeraen el 2000, como claro puente entre dos siglos en que la creación literaria transitaría por toda suerte de valoraciones y fantasías. La casualidad me trajo el título, gracias a la recomendación del editor y joven escritor Miguel Ángel Moncada. Sin tardanza compré el libro y el diálogo entre autor y lectora fue un vaso comunicante desde sus primeras líneas.

Conocidos algunos, reconocidos otros y un puñado de nuevos nombres tan sugestivos como sus síntomas incurables, los allí “diagnosticados” de la cosa o mal endémico del No son “seres en los que habita una profunda negación del mundo”: Wasler, Rimbaud, Maupassant, Rulfo, Musil, Beckett, Celan, De Quincey, Herman Broch, Salinger…

Interesada de tiempo atrás en  fenómeno tan peculiar, al leer Bartleby y compañía  evocaba rostros y anécdotas de los Bartlebys cercanos. Rulfo no faltó en el puntilloso y bien logrado listado del laureado escritor catalán. No obstante la tentación, mal podría agregar yo  algo singular de este intérprete del silencio y de los muertos, a pesar de que muchas veces, a partir de mi paso por el Centro Mexicano de Escritores, nos reuníamos en una librería a tomar café, hablar de literatura, música brasileña o lo que pudiera salir de su lenguaje cifrado, mascullado y a cuentagotas, mientras dejaba caer por donde fuera la ceniza de su cigarrillo infaltable.

Fumador compulsivo también, cultísimo si los hubo, conocí a don Manuel Calvillo. Su proximidad con Alfonso Reyes, con quien trabajó seguramente al jubilarse del servicio exterior, fue tema frecuente en las conversaciones que procurábamos cuando, como gustaba decir, “andaba por mis rumbos”. Autor de un puñado de versos que no trascendieron y podría creer que de algún apunte ensayístico que no conozco, don Manuel estaba dotado y amaba la escritura. A cambio de páginas y de la disciplina indispensable  desarrolló una locuacidad excesiva que sin embargo no enturbió su encanto ni su capacidad crítica. En justicia, su nombre merece una membresía de honor en este selecto grupo de tocados por el síndrome de Bartleby.

Josefina Vicens tuvo más seudónimos que libros y a cual más reveladores: Pepe Faroles, José García y Diógenes García. Autora de una estupenda novela publicada en 1958, El libro vacío, su único personaje (José García), además de logrado en ese monólogo que al leerlo asocié a La náusea,  fue también la única contribución mexicana a las letras existencialistas. Quizá primera escritora de su generación premiada en este México inequívocamente misógino, se probó con otra tentativa de novela y algunos guiones para cine, la mayoría inconclusos. De buena factura y don de síntesis, Josefina fue sin embargo tan genuina y pura representante del  mal del No como Inés Arredondo, cuentista celebrada por su Río subterráneo. En el revés de su brevísima obra subyace una biografía tan dramática como sólo podría serlo la de mujeres pensantes del pasado siglo, y casadas con intelectuales cuyo ego era suficientemente aplastante para quebrarles el eje, la columna vertebral o el ánimo escritural, hasta convertirlas en Bartlebys.

Juan José Arreola, amigo de disfraces, del cognac y nostálgico vitalicio de la poesía francesa, selló su brillante y breve tránsito por la narrativa con la máscara del trovador locuaz. Ávido de público cautivo que primero buscó en la Casa del Lago y en corredores universitarios y al tiempo, para su infortunio, trasladó a la pantalla televisiva, desplegó sus pésimas dotes histriónicas hasta autodestruirse. Lo consiguió a pulso mediante un estilo circense de juglar o bohemio ataviado con capa y sombrero (¿?), que no obstante creerse “poeta maldito”, para nada le regreso la tinta. Arreola fue su peor enemigo. Actuó de recitador y tertuliano de voz afectada, hasta que una joven cantante o algo así lo exhibió como un anciano ridículo y lascivo por llevar, además de su discurso odioso y sin darse cuenta, abierta la bragueta. Espectadora desde mi casa, ese día lloré por él, por las letras, por la amiga que pese a todo lo amó, por la cultura mexicana a la que flaco favor le hicieron sus desvaríos y por los talentos devastados por el espectáculo. Caso peculiar el de este Bartleby casi trágico, lo recuerdo con un confuso sentimiento de tristeza, piedad, compasión y enojo, no por su machismo inseparable de su biografía, sino por la incapacidad de escribir, a pesar de tener el genio para hacerlo.

No es el caso extenderme ni emprender una obra en paralelo a la espléndida de Vilas-Mata, pero lamentaría omitir otros ejemplos mexicanos que, desde mis años universitarios, me mostraron lo que hay, o lo que no hay más allá de lo aparente,  cuando la escritura era aspiración e imposibilidad de entregarse a ella. Reconocí el síndrome de Bartleby en un presuntuoso profesor bajo de estatura, calvo y de manos y pies pequeños. Se encapsulaba con saco y chaleco tan ceñidos, que me daba la impresión de que los botones saltarían hasta el mesabanco donde tenía que soportar sus pésimas lecciones de no se qué en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales. Pomposo e intolerante, como su discurso y la H que reclamaba al escribir su nombre, era lugar común advertir que DON Henrique González Casanova tenía tanto o más poder que las autoridades en curso. Ponderado como intelectual y escritor por sus colegas, de él dependían los fallos de los exámenes de oposición para profesores, además de las decisiones que suelen dejar sin aliento a los aspirantes a hacer de la academia una carrera vitalicia.

La cuestión es que cuando pretendí publicar mis primeras páginas en la UNAM, tuve que darme cuenta de que con él comenzaba una peculiar batalla con los Bartlebys insertos en el mundo de los libros. Uno por uno, desde entonces, Bartleby me iría mostrando a lo largo de mi vida algo así como el revés de la historia, el laberinto del NO y el dolor que queda en los espíritus cuando su tinta se seca o simplemente no fluye. Incapaz de escribir nada más allá de una columnita de reseñas o anuncios bibliográficos al principio y al fin de su vida, lo primero que me indicó don Henrique fue cambiar mi nombre por el de Martín Robles, sospecho que por obvias y cumplidas razones en este medio misógino. Lo segundo y definitivo: guardar diez años mis textos hasta comprobar si podrían pasar la censura del tiempo. De conseguirlo, a saber mediante cuáles pruebas; pero sólo hasta entonces podría emprender la batalla editorial…

Impuesto en primera instancia contra mi voluntad, con mi tesis de licenciatura no fue menos exigente que con la novela inexistente que, desde su juventud, dijo tener “pensada” a cabalidad. El tema: la historia de un fabricante de paraguas que se sentaba a las puertas de su taller. Así, sin más. Me la describió en más de una ocasión cuando –ya escritora con varios títulos publicados-, me confió superficialmente que por su pertenencia a una familia de intelectuales, su sueño era, desde su juventud, ser escritor. Ágrafo total, como tantos maestros “de carrera” que entonces ni siquiera habían conseguido acabar las materias o en su defecto escribir una tesis para titularse, don Henrique agilizaba o entorpecía a discreción las aspiraciones de los pasantes. A fuerza de interponer obstáculos y  dar largas absurdas para no aprobar mi texto comprendí que yo, o mi pasión por la escritura, lo cuestionaba al grado de querer contagiarme el síndrome del NO que le aquejaba. Nunca bajó la guardia en su empeño por hacerme renunciar a la escritura. Algunas coincidencias felices me libraron de ser miembro de este batallón de Bartlebys: una voluntad y disciplina tan férreas como tempranas, prisa por continuar mis estudios en el extranjero; el descubrimiento de autoras como Isak Dinesen, Marguerite Yourcenar y Virginia Woolf, cuyas obras me permitieron creer que, aun siendo mujer, podía aventurarme en las letras;  el entonces valiente periodismo de Oriana Fallaci, cuya trayectoria de corresponsal de guerra simplemente me fascinaba;  y finalmente, la ingenua y muy juvenil certeza de que, a pesar del sin número de obstáculos a vencer, sería una gran escritora.

Es obvio que, sin el auxilio de los sueños, la vida se haría insoportable. De todo ello, lo cierto es que la escritura es un don aunado a la pasión de saber que, cultivado con disciplina, nunca cesa de recompensar y dotar de sentido a la existencia.

El caso de Javier Wimer, por último, es conmovedor y entrañable: uno de los mexicanos más cultos y estudiosos que he conocido, era, salvo por su escasísima escritura, un verdadero humanista. De la corte de egos de la cultura mexicana, sólo tres hombres, a cual más excepcionales, me han tratado como su igual; gesto nada común que daba cuenta de su inmensa calidad espiritual: el propio Javier Wimer y los formidables don José E. Iturriaga y el mero mero don Jesús Silva Herzog, fundador de la revista Cuadernos americanos. Tres Bartlebys en mayor o menor medida, cuyas biografías son inseparables de la mejor historia contemporánea de México.

Un prólogo estupendo para Sor Juana por aquí, agudos artículos aislados por allá, cierta antología… En fin, Javier Wimer fue un Bartley refinado, a quien mucho debemos; entre otras cosas, darnos a conocer a Ryszard Kapuscinski. Pero lo mejor, lo que aún me estremece, es la semblanza que escribiera de su amigo y fundador de la generación de Hiperión,  Emilio Uranga, “quizá el mexicano más talentoso nacido en esta tierra”. Este hombre peculiar abandonó la filosofía para convertirse en amanuense de políticos hasta que, arrepentido del curso de su propio destino, se dejó morir de hambre, sin pedir ninguna ayuda. “La muerte de un filósofo” es una pieza maestra de la traza biográfica, tan escasa en nuestra tradición literaria. Vale la pena rescatarla de la Revista de la Universidad, donde la publicó Javier quizá en 2007, a la muerte del  atormentado y peculiar autor de Astucias literarias, que también perteneciera al selecto club de los Bartlebys.

Contrario al mal del No, el tema es fecundo. Nada más comenzar a jalar la hebra para sentir que se me vienen encima nombres, anécdotas, rostros, páginas en blanco apenas tocadas por la pluma… Ése, así, es uno de los efectos benéficos de la lectura, de la buena lectura que se agradece cuando el genio de un autor consigue establecer vasos comunicantes con sus lectores.

 

 

 

 

← Símbolo de Hidalgo: La patria sin cabezaKawabata: arte puro →

ÍNDICE

Click para ir

  • February 2019
    • Feb 12, 2019 Populismo para el hombre-masa Feb 12, 2019
    • Feb 5, 2019 Ni los dictadores son lo que eran Feb 5, 2019
  • January 2019
    • Jan 29, 2019 Saldos de enero y el fin del asombro Jan 29, 2019
    • Jan 20, 2019 La palabra y las libertades Jan 20, 2019
    • Jan 9, 2019 Yourcenar, otra vez: De la verdad y lo bello Jan 9, 2019
    • Jan 1, 2019 Izquierdas personalizadas Jan 1, 2019
  • December 2018
    • Dec 15, 2018 La memoria y su relato. Fragmento autobiográfico. Dec 15, 2018
    • Dec 10, 2018 Meditación frente al Xipe Tótec Dec 10, 2018
  • November 2018
    • Nov 30, 2018 ¿Otra sociedad? ¡Educar a la mujer! Nov 30, 2018
    • Nov 19, 2018 Soledad Nov 19, 2018
    • Nov 9, 2018 Y el Muro cae... Un capítulo de mi autobiografía inédita Nov 9, 2018
    • Nov 3, 2018 Mirar el mundo. Vivir es de bravos Nov 3, 2018
  • October 2018
    • Oct 21, 2018 La inmigración en masa Oct 21, 2018
    • Oct 11, 2018 Desvivirse Oct 11, 2018
    • Oct 4, 2018 Dolor Oct 4, 2018
  • September 2018
    • Sep 21, 2018 Djuna Barnes, 2 Sep 21, 2018
    • Sep 13, 2018 Djuna Barnes, 1 Sep 13, 2018
    • Sep 8, 2018 Desde la UNAM, otra vez la advertencia Sep 8, 2018
  • August 2018
    • Aug 30, 2018 Mujer en tiempos sin género (o de muchos géneros) Aug 30, 2018
    • Aug 17, 2018 1968, tan lejos y tan cerca Aug 17, 2018
    • Aug 10, 2018 Tropezar con las mismas piedras Aug 10, 2018
    • Aug 2, 2018 Literatura: escalpelo del drama humano Aug 2, 2018
  • July 2018
    • Jul 19, 2018 Sin educación: el infierno tan temido Jul 19, 2018
    • Jul 13, 2018 Carlos Fuentes: el demonio de la prisa Jul 13, 2018
    • Jul 5, 2018 Vida y literatura: un viaje extraño Jul 5, 2018
  • June 2018
    • Jun 21, 2018 Pasión por la lectura Jun 21, 2018
    • Jun 8, 2018 Páginas del diario. El Sistema redivivo Jun 8, 2018
  • May 2018
    • May 31, 2018 El huevo de la serpiente May 31, 2018
    • May 24, 2018 Fin de la máscara, hora del esperpento May 24, 2018
    • May 10, 2018 Páginas del diario. Insomnio y memoria May 10, 2018
    • May 7, 2018 Video/ entrevista. Culpas viejas, Mujeres nuevas May 7, 2018
    • May 4, 2018 Lou Andreas-Salomé May 4, 2018
  • April 2018
    • Apr 26, 2018 La pura verdad: Sin justicia no hay Estado Apr 26, 2018
    • Apr 19, 2018 Del machismo y sus miserias Apr 19, 2018
    • Apr 5, 2018 Del ITAM y otros prejuicios Apr 5, 2018
  • March 2018
    • Mar 29, 2018 Ni peras ni olmo ni escritura que nos nombre Mar 29, 2018
    • Mar 26, 2018 Quedarse nepantla, así los Boomers Mar 26, 2018
    • Mar 17, 2018 Sin cultura, sólo degradación Mar 17, 2018
    • Mar 16, 2018 Córdoba en la memoria. Dios en la tierra Mar 16, 2018
    • Mar 3, 2018 Abelardo y Eloísa: una tragedia medieval Mar 3, 2018
  • February 2018
    • Feb 25, 2018 Parejas extraordinarias. Abelardo y Eloísa, I Feb 25, 2018
    • Feb 8, 2018 Lolita: mito y realismo puro Feb 8, 2018
    • Feb 1, 2018 António Lobo Antunes en mis diarios Feb 1, 2018
  • January 2018
    • Jan 25, 2018 De aquellos días y de hoy Jan 25, 2018
    • Jan 18, 2018 El descenso de México Jan 18, 2018
    • Jan 11, 2018 De la enfermedad y los doctores Jan 11, 2018
  • December 2017
    • Dec 28, 2017 De amores y errores Dec 28, 2017
    • Dec 21, 2017 De mis diarios. Alexandra David-Néel Dec 21, 2017
    • Dec 14, 2017 De mis diarios y Sir Richard Francis Burton Dec 14, 2017
    • Dec 9, 2017 Fanatismo o milagro Dec 9, 2017
  • November 2017
    • Nov 30, 2017 Nuestra ciudad, un infierno Nov 30, 2017
    • Nov 17, 2017 Romance del Moro (Cuento) Nov 17, 2017
    • Nov 9, 2017 Silencio Nov 9, 2017
    • Nov 2, 2017 La ceguera de los que quieren perder Nov 2, 2017
  • October 2017
    • Oct 26, 2017 Eco y Narciso Oct 26, 2017
    • Oct 19, 2017 Machismo y abuso sexual Oct 19, 2017
    • Oct 12, 2017 Parejas extraordinarias. Hannah Arendt y Martin Heidegger, II Oct 12, 2017
    • Oct 5, 2017 Parejas extraordinarias. Hannah Arendt y Martin Heidegger, I Oct 5, 2017
  • September 2017
    • Sep 28, 2017 El día después Sep 28, 2017
    • Sep 21, 2017 La ira de los dioses Sep 21, 2017
    • Sep 14, 2017 Tiembla, duele, llora la patria Sep 14, 2017
    • Sep 7, 2017 Desencanto y mentira social Sep 7, 2017
  • August 2017
    • Aug 24, 2017 Alberto Manguel, otra vez Aug 24, 2017
    • Aug 18, 2017 Mundo de ayer y de hoy Aug 18, 2017
    • Aug 10, 2017 Dalí, surrealista inagotable Aug 10, 2017
    • Aug 3, 2017 Miguel León-Portilla: otra mirada Aug 3, 2017
  • July 2017
    • Jul 27, 2017 Culebras, ratas y caníbales Jul 27, 2017
    • Jul 20, 2017 Shambhala o Shangri-la Jul 20, 2017
    • Jul 13, 2017 ¿Burlas y corruptelas? Democracia, no hay más Jul 13, 2017
    • Jul 6, 2017 Idea del destino Jul 6, 2017
  • June 2017
    • Jun 29, 2017 Del habla y memoria del sistema, II Jun 29, 2017
    • Jun 22, 2017 Lenguaje del sistema. Su pequeña eternidad, I Jun 22, 2017
    • Jun 16, 2017 Redes sociales, espejo de nuestro ánimo Jun 16, 2017
    • Jun 8, 2017 Carlota, su cetro envenenado Jun 8, 2017
    • Jun 1, 2017 Plaza Comercial Artz Pedregal: Otra arbitrariedad Jun 1, 2017
  • May 2017
    • May 25, 2017 Embarazos de adolescentes May 25, 2017
    • May 18, 2017 De la abyección a la infamia May 18, 2017
    • May 5, 2017 Del mito de la caverna May 5, 2017
  • April 2017
    • Apr 28, 2017 Mucha gente. Poco mundo Apr 28, 2017
    • Apr 20, 2017 Del uno y del otro méxicos Apr 20, 2017
    • Apr 13, 2017 Idea del mal Apr 13, 2017
  • March 2017
    • Mar 30, 2017 Marcel Schwob: la obra perfecta Mar 30, 2017
    • Mar 23, 2017 ¿Cómo llegamos a esto? Mar 23, 2017
    • Mar 16, 2017 Actualidad de los mitos Mar 16, 2017
    • Mar 9, 2017 Del polvo y la memoria. Juan Rulfo, 2 Mar 9, 2017
    • Mar 2, 2017 Del polvo y la memoria. Juan Rulfo, 1 Mar 2, 2017
  • February 2017
    • Feb 23, 2017 Feminismo, en la nave va Feb 23, 2017
    • Feb 16, 2017 (In) cultura en tiempos del Bad Hombre Feb 16, 2017
    • Feb 2, 2017 La Gorgona, su reality show Feb 2, 2017
  • January 2017
    • Jan 27, 2017 México, chivo expiatorio Jan 27, 2017
    • Jan 26, 2017 Bienvenida a mi bibliografía Jan 26, 2017
    • Jan 19, 2017 Llegó el lobo Jan 19, 2017
    • Jan 12, 2017 Ave Fénix Jan 12, 2017
    • Jan 5, 2017 Malos signos Jan 5, 2017
  • December 2016
    • Dec 15, 2016 De fiesta con Rubí Dec 15, 2016
    • Dec 8, 2016 Intelectuales y Fidel, II. El Gabo, amigos por siempre Dec 8, 2016
    • Dec 1, 2016 Intelectuales y Fidel. Fin del idilio, I Dec 1, 2016
  • November 2016
    • Nov 25, 2016 Ablación genital femenina Nov 25, 2016
    • Nov 18, 2016 Plan B. Actuar sin miedo Nov 18, 2016
    • Nov 11, 2016 Malos tiempos, grandes retos Nov 11, 2016
    • Nov 3, 2016 Parejas extraordinarias. Will y Ariel Durant Nov 3, 2016
  • October 2016
    • Oct 21, 2016 El futuro no es lo que era Oct 21, 2016
    • Oct 13, 2016 De la hispanidad y la red de agujeros Oct 13, 2016
    • Oct 7, 2016 Con Kafka, ¿a dónde huir? Oct 7, 2016
  • September 2016
    • Sep 30, 2016 Señor Presidente: aquí mi piedra Sep 30, 2016
    • Sep 23, 2016 Cultura del descenso Sep 23, 2016
    • Sep 16, 2016 Símbolo de Hidalgo: La patria sin cabeza Sep 16, 2016
    • Sep 9, 2016 El síndrome de Bartleby Sep 9, 2016
    • Sep 3, 2016 Kawabata: arte puro Sep 3, 2016
  • August 2016
    • Aug 25, 2016 Presidente sin suerte Aug 25, 2016
    • Aug 18, 2016 El mal, ese misterio Aug 18, 2016
    • Aug 11, 2016 Narcocultura de arriba abajo Aug 11, 2016
    • Aug 5, 2016 Familia en extinción Aug 5, 2016
  • July 2016
    • Jul 29, 2016 La caída: desintegración social Jul 29, 2016
    • Jul 22, 2016 Noticias del infierno Jul 22, 2016
    • Jul 14, 2016 Angry Young Men Jul 14, 2016
    • Jul 8, 2016 Más polis y menos poder Jul 8, 2016
  • June 2016
    • Jun 23, 2016 De la SEP y su memorial de derrotas Jun 23, 2016
    • Jun 16, 2016 La eternidad Jun 16, 2016
    • Jun 9, 2016 Alternancia no es democracia Jun 9, 2016
    • Jun 2, 2016 Biografías clandestinas. Un hombre del sistema Jun 2, 2016
  • May 2016
    • May 21, 2016 En Londres, otra vez May 21, 2016
    • May 13, 2016 Binomio mexicano: injusticia y violencia May 13, 2016
    • May 4, 2016 Yoísmo y humanidad residual May 4, 2016
  • April 2016
    • Apr 22, 2016 El Quijote en la cueva de Montesinos[1] Apr 22, 2016
    • Apr 14, 2016 Fuera de lugar Apr 14, 2016
    • Apr 8, 2016 Caos, neblumo y la pura verdad Apr 8, 2016
    • Apr 1, 2016 Mismo laberinto: de la soledad al delito Apr 1, 2016
  • March 2016
    • Mar 25, 2016 Lo sagrado en Benarés Mar 25, 2016
    • Mar 18, 2016 De bribones y guaruras Mar 18, 2016
    • Mar 11, 2016 México: el estigma de su derrota Mar 11, 2016
    • Mar 4, 2016 La UNAM, su nudo gordiano Mar 4, 2016
  • February 2016
    • Feb 26, 2016 Del festín, Dinesen y Babette Feb 26, 2016
    • Feb 18, 2016 Los signos y el Papa Feb 18, 2016
    • Feb 12, 2016 Mutilación genital femenina Feb 12, 2016
    • Feb 5, 2016 De esperpentos y tiranos, 2 Feb 5, 2016
  • January 2016
    • Jan 29, 2016 De esperpentos y tiranos, 1 Jan 29, 2016
    • Jan 22, 2016 El malecón de Tajamar: otra bofetada Jan 22, 2016
    • Jan 15, 2016 Comedia de sangre y vergüenza Jan 15, 2016
    • Jan 7, 2016 El Quijote en la cueva de Montesinos Jan 7, 2016
  • December 2015
    • Dec 18, 2015 ¿Reforma educativa? Dec 18, 2015
    • Dec 11, 2015 Del secreto Japón confesional Dec 11, 2015
    • Dec 4, 2015 Pablo Neruda Dec 4, 2015
  • November 2015
    • Nov 27, 2015 De mujeres y violencia, otra vez Nov 27, 2015
    • Nov 20, 2015 INCERTIDUMBRE ARMADA Nov 20, 2015
    • Nov 13, 2015 ADRIANO: UN SUEÑO CREADO Nov 13, 2015
    • Nov 6, 2015 Marguerite Yourcenar: Toda sabiduría es paciencia Nov 6, 2015
  • October 2015
    • Oct 22, 2015 El México del horror Oct 22, 2015
    • Oct 16, 2015 Autobiografía Oct 16, 2015
    • Oct 9, 2015 El símbolo del muro Oct 9, 2015
    • Oct 2, 2015 Crónicas oscuras, 2 Robert Tsuovas Oct 2, 2015
  • September 2015
    • Sep 25, 2015 Crónicas oscuras. Muñecos sexuales. Sep 25, 2015
    • Sep 18, 2015 Migraciones: acicate del cambio Sep 18, 2015
    • Sep 11, 2015 Robo Sep 11, 2015
  • August 2015
    • Aug 28, 2015 Siempre Rulfo, siempre entre los muertos Aug 28, 2015
    • Aug 21, 2015 Alberto Manguel Aug 21, 2015
    • Aug 14, 2015 Burocracia cultural Aug 14, 2015
    • Aug 7, 2015 VIVIR EN TIEMPOS HORRIBLES Aug 7, 2015
  • July 2015
    • Jul 31, 2015 Más consumo y menos mundo Jul 31, 2015
    • Jul 24, 2015 IGNORANCIA Y BARULLO Jul 24, 2015
    • Jul 17, 2015 RELEYENDO A PAZ Jul 17, 2015
    • Jul 10, 2015 COLECCIONISTA Jul 10, 2015
    • Jul 3, 2015 Del poder y la cultura Jul 3, 2015
  • June 2015
    • Jun 26, 2015 Bosque pintado de Oma Jun 26, 2015
    • Jun 19, 2015 Escritores y genialidades: Un deslinde Jun 19, 2015
    • Jun 12, 2015 El mundo bajo los párpados Jun 12, 2015
    • Jun 5, 2015 Maestros: El pasado nos alcanza Jun 5, 2015
  • May 2015
    • May 29, 2015 El otro es el culpabl May 29, 2015
    • May 22, 2015 Crier au loup May 22, 2015
    • May 15, 2015 (In) decencia de Marcelo May 15, 2015
    • May 1, 2015 El lenguaje es el mensaje May 1, 2015
  • April 2015
    • Apr 23, 2015 La otra verdad: niños y adolescentes Apr 23, 2015
    • Apr 17, 2015 Dulcinea, éste es gallo Apr 17, 2015
    • Apr 9, 2015 Advertencias desatendidas Apr 9, 2015
    • Apr 2, 2015 Enojo y desconfianza: la obra del sistema Apr 2, 2015
  • March 2015
    • Mar 27, 2015 Don Quijote: El esqueleto de un sueño, 2 Mar 27, 2015
    • Mar 20, 2015 Don Quijote: El esqueleto de un sueño, 1 Mar 20, 2015
    • Mar 13, 2015 Teresa de Jesús Mar 13, 2015
    • Mar 5, 2015 Crónica del cambio, 5 En el mismo barco Mar 5, 2015
  • February 2015
    • Feb 27, 2015 Mexicanización Feb 27, 2015
    • Feb 19, 2015 Crónica del cambio, 4 Feb 19, 2015
    • Feb 12, 2015 Crónica del cambio, 3 Feb 12, 2015
    • Feb 6, 2015 Crónica del cambio, 2 Feb 6, 2015
  • January 2015
    • Jan 30, 2015 Crónica del cambio, 1 Jan 30, 2015
    • Jan 23, 2015 Intolerancia y libertad Jan 23, 2015
    • Jan 16, 2015 ¿Merecemos esto los mexicanos? Jan 16, 2015
    • Jan 9, 2015 Julio Scherer Jan 9, 2015
    • Jan 2, 2015 Annus Horribilis Jan 2, 2015
  • December 2014
    • Dec 19, 2014 Belisario Domínguez: Memoria oportuna Dec 19, 2014
    • Dec 12, 2014 En pos del milagro Dec 12, 2014
    • Dec 5, 2014 Oráculo de Delfos Dec 5, 2014
  • November 2014
    • Nov 28, 2014 José Revueltas: el último idealista Nov 28, 2014
    • Nov 21, 2014 Desobediencia civil Nov 21, 2014
    • Nov 14, 2014 Fin del sistema Nov 14, 2014
    • Nov 7, 2014 Pessoa: un mundo lleno de nombres Nov 7, 2014
  • October 2014
    • Oct 31, 2014 México en vilo Oct 31, 2014
    • Oct 24, 2014 Enlutadas, las madres se mueven Oct 24, 2014
    • Oct 17, 2014 El laberinto de la crisis Oct 17, 2014
    • Oct 10, 2014 Huitzilopochtli, hoy Oct 10, 2014
    • Oct 6, 2014 DIATRIBA Oct 6, 2014
    • Oct 3, 2014 50 años de Tláloc y el Museo Nacional de Antropología Oct 3, 2014
  • September 2014
    • Sep 26, 2014 Camino de Santiago, 2 Sep 26, 2014
    • Sep 18, 2014 Camino de Santiago, 1 Sep 18, 2014
    • Sep 11, 2014 Noticias del infierno Sep 11, 2014
    • Sep 5, 2014 Entrevista al hombre de la historia Sep 5, 2014
  • August 2014
    • Aug 29, 2014 Yerro del director del FCE Aug 29, 2014
    • Aug 22, 2014 De Gutenberg al blog: Pasión por la palabra Aug 22, 2014
    • Aug 14, 2014 Pachanga panista: advertencia oportuna Aug 14, 2014
    • Aug 8, 2014 Donjuanismo Aug 8, 2014
    • Aug 1, 2014 De la grilla y otras voces Aug 1, 2014
  • July 2014
    • Jul 25, 2014 La “Gran familia”: retrato social Jul 25, 2014
    • Jul 18, 2014 Del origen de las palabras: La Torre de Babel Jul 18, 2014
    • Jul 11, 2014 Analfabetos y el sistema Jul 11, 2014
    • Jul 4, 2014 Niños migrantes: víctimas de la injusticia Jul 4, 2014
  • June 2014
    • Jun 27, 2014 Detrás de las páginas Jun 27, 2014
    • Jun 20, 2014 Sixties… ¿Qué es eso? Jun 20, 2014
    • Jun 13, 2014 Francisco: con la Iglesia te has topado Jun 13, 2014
    • Jun 6, 2014 Clitemnestra Jun 6, 2014
  • May 2014
    • May 30, 2014 El último libro May 30, 2014
    • May 23, 2014 De seños, damitas y madrecitas May 23, 2014
    • May 16, 2014 Felicidad May 16, 2014
    • May 9, 2014 10 de mayo: de la memoria involuntaria May 9, 2014
    • May 2, 2014 De premios, distinciones y otras mañas May 2, 2014
  • April 2014
    • Apr 25, 2014 ¡Qué recuerdo! Una experiencia única Apr 25, 2014
    • Apr 18, 2014 Gabriel García Márquez* Apr 18, 2014
    • Apr 11, 2014 Una difunta singular Apr 11, 2014
    • Apr 4, 2014 Nuestras ciudades: moradas desamoradas Apr 4, 2014
  • March 2014
    • Mar 27, 2014 Paz en la cultura Mar 27, 2014
    • Mar 21, 2014 Misterios del amor Mar 21, 2014
    • Mar 14, 2014 El poder del Padre Mar 14, 2014
    • Mar 7, 2014 Parejas extraordinarias: Elena Garro y Octavio Paz Mar 7, 2014
  • February 2014
    • Feb 28, 2014 Parejas extraordinarias León y Sofía Tolstoi Feb 28, 2014
    • Feb 21, 2014 Mariposas negras Feb 21, 2014
    • Feb 14, 2014 Amistades líquidas Feb 14, 2014
    • Feb 7, 2014 La tristeza de un genio Feb 7, 2014
  • January 2014
    • Jan 30, 2014 EL CENTRO HISTÓRICO Y LA VERDAD DE MÉXICO Jan 30, 2014
    • Jan 21, 2014 Enero 21 Jan 21, 2014

Culpas viejas, mujeres nuevas. Entrevista. https://youtu.be/9go7A0-hmso

Powered by Squarespace