Martha Robles

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Feminismo, en la nave va

eleconomista.com.mx

Solo las élites se globalizan, no así la justicia, los derechos o los movimientos sociales. El neoliberalismo ha dividido al mundo en cotos cerrados de privilegio y verdaderos “sobrantes de humanidad”, sin esperanza ni destino. El acceso mundializado a la información, sin embargo, ha hecho visibles los problemas actuales y destacado que no es una ni fija y ni siquiera compatible la situación femenina, sino plural, variable, en movimiento y de enorme trascendencia. Así comprobamos que a mayores desigualdades dentro y fuera de las culturas propias o adquiridas, mayor la complejidad de conflictos de orden internacional que afectan directamente a la mujer y su prole. 

A la fecha, los sufrimientos evitables demuestran que los alegatos feministas tradicionales han sido sobrepasados por fenómenos tan graves como el migratorio y los conflictos armados, el agotamiento de tierras, la miseria con ignorancia, la violencia, el hambre y el subsecuente desplazamiento de poblaciones enteras. Asimismo, ya es una tremenda pandemia la esclavitud sexual, el robo, la venta y la explotación de niños y niñas, los femicidios y la dolorosa figura de indocumentados en tierra de nadie que, sin patria, únicamente podrían sobrevivir aboliendo, de manera universal,  todo acto de discriminación.

El sufrimiento femenino ilustra el gran fracaso del liberalismo global que prometió que el siglo XXI sería de conquistas democráticas, con sus derechos y libertades. Contrario a lo anunciado, la humanidad nunca vio tan de cerca el rebote de la  desigualdad económica, y de la inequidad de género, en todos los ámbitos de la vida y la geografía. Al alcance de un clic en la web aparece el sollozo de la madre desesperada que camina entre miles y miles de desplazados sin patria y sin destino. Vemos el dolor de la embarazada famélica en Kenia, a la condenada a morir lapidada, el grito de la niña explotada o víctima de prejuicios ancestrales como la práctica de la ablación. Es cotidiana la impotencia de la esposa repudiada o reprimida en nombre de fundamentalismos feroces e infaltable en los diarios la noticia sobre el desamparo. Los maltratos físicos, asesinatos y una gama inabarcable de horrores, íntimos o públicos, prefiguran el gran desafío de nuestra civilización en la construcción de un vivir juntos.  Todo apunta a que debemos atrevernos, de una vez por todas, a la tolerancia.  Una tolerancia capaz de trascender yugos religiosos, barreras políticas, prejuicios que entorpecen la justicia y privilegios que atesoran para unos cuantos el bienestar de los más.

En contrapunto del río de males que dejan de ser particulares para volverse universales, son poco anunciados y menos reconocidos los  logros femeninos en los campos de la ciencia, el arte, el pensamiento o las letras. Es interesante observar que mientras que las individualidades destacadas por su capacidad crítica y sus aciertos tienden a crecer en la sombra, en países como los Estados Unidos las mujeres se agrupan para protestar y esgrimir a coro sus alegatos por los derechos sociales y de equidad: novedad que transforma la costumbre de expresarse y que con seguridad habrá de encontrar un lugar entre las modalidades de presión política.

A diferencia de las décadas del vocerío y del feminismo de las “hijas de Simone de Beauvoir”, ahora no hay o no es visible, por consiguiente, una voz  femenina identificable en las letras ni en el pensamiento crítico. Pese a esta reveladora peculiaridad, hay que insistir en que una corriente social que no cambia es un movimiento muerto. Lo mismo ocurre a la cultura: debe avanzar, transformarse y enriquecer sus contenidos. Descubro que la metáfora de Tzvetan Todorov, aplicada a las identidades, ilustra el proceso de lo que debe remudarse para perdurar y cobrar significación en circunstancias cambiantes:  “las identidades –escribió- se asemejan al léxico de un idioma más que a su sintaxis: siempre se puede añadir una palabra nueva, tal otra puede caer fácilmente en desuso. La imagen más elocuente es la mítica nave Argos: cada tablón, cada cordel, cada clavo tuvo que ser reemplazado, así de largo fue el viaje; la nave que regresa al puerto, años más tarde, es totalmente diferente de la que partió, y sin embargo sigue siendo la misma nave Argos".

El Argos del feminismo tuvo un clamor, una forma primordial, representantes y un fondo correlativo al doble exceso totalitario y de las sociedades cerradas. La esencia del Argos que fue y sigue siendo Argos incluye la más extrema violencia machista que, de lo particular a lo general, conocemos y hemos padecido al detalle las mexicanas. En el complejísimo mundo de hoy, sin embargo, hay cabida para todo: desde la más agreste expresión de la injusticia hasta una  sutil y acomodaticia interpretación de los derechos humanos en las democracias disímiles.  No es extraño, pues, toparnos inclusive en un mismo país –como Inglaterra o Alemania, por ejemplo- con científicas, artistas e intelectuales del más alto perfil, cuya realidad trasciende cualquier demanda de equidad de género y más allá, en un barrio de inmigrantes, darse de bruces con los seis tipos de velos islámicos y sus contenidos atroces: burka, Niquab, Chador, Al-amira, Hiyal y Shayla, aunque se prohíba llevar el rostro cubierto en público.

Ya nadie con mínimo conocimiento podría negar que la diversa realidad femenina es el indicador más preciso del carácter de nuestro tiempo. Si de pobreza o riqueza, de sumisión o rebeldía; de silencio doliente o grito estridente; de violencia, explotación, ausencia de derechos o equidad civilizada, cualquier asunto relativo a la justicia va a estallar, de manera irremisible y directa o indirectamente,  en la situación de la mujer y, con ella y desde ella, en todo su entorno hasta afectar el todo mediante cada una de sus partes.

Si algo ilustra el Argos múltiple, sin haber dejado su condición de nave mítica y primitiva, es nada menos que una verdadera explosión, durante las últimas tres décadas, de escritoras, músicas, artistas plásticas, académicas y universitarias en general, a cuya presencia social debemos una transformación sin precedentes de la vida privada y pública en todas las sociedades. El conflicto, sin embargo, se manifiesta en los contrastes que separan, como un arco en tensión, los intratiempos difíciles de resolver porque su carga cada vez más globalizada ya compromete y exige decisiones internacionales.

De ahí que la metáfora de Todorov sobre las identidades valga para ilustrar la trayectoria de la voz y la presencia social femenina en todos los campos. Con precisión al menos durante el último medio siglo, en esa en nave en movimiento que llamamos feminismo, caben todas las aspiraciones de género, sin que ninguna, por peculiar que fuera, pueda sustraerse de los ideales de las democracias modernas y, con ellas, de lo que mejor ha discurrido la humanidad en toda su historia: los derechos humanos.