Martha Robles

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Olvido e ignorancia: misma desventura

La memoria es nuestro golem particular, el motor del carácter. Aunque caprichosa y chapucera, es el hilo conductor entre lo que ha sido y lo que es. De ahí que la carga de recuerdos, emociones y sensaciones sea un poderoso reloj existencial: el engranaje mente/corazón que nos dota de sentido.  Ese precioso saber, por desgracia, es lo que destruye el Alzheimer. Entonces el olvido crea un doloroso estado de no-persona. Sin embargo y a pesar de sus dotes de gran maestra, la memoria es para muchos un aguijón indeseado, especialmente en esta cultura que cree que, si algo, ha elegido la ignorancia y/o el olvido para no reconocerse ni perturbarse. 

Si no hay identidad sin historia, tampoco justicia porque aún no se atreve a  definir lo que ha sido, lo que es y el pozo en el que se encuentra. Esta defección no se ha consumado de la noche a la mañana. A pulso se ha labrado este fenómeno poblado de taimados, abusadores, agachados, abusivos y simuladores que, a vuelta de página, ha impedido tanto la creación de un gran Estado como la acreditación de la verdadera educación, en lo individual y en lo colectivo. Y si el arriba no ha ocultado su (pobre) identidad, lo de abajo ha sido nutriente y reflejo. Habría pues que atreverse con la propia historia para enfrentar la verdad y subsanar un ambiente tan malsano como la costumbre del poder en complicidad entre gobernantes y gobernados.

A partir del tortuoso y en tantos aspectos quizá inacabado siglo XIX, cada gobierno ha absorbido y reflejado su pasado; es decir, lo que ha sido un país que ahora, en el año que comienza, se pretende exhibir como pendón de “otra” o alguna transformación. Así consta en la palabra, en la escritura, la política y en el día a día del México decidido a distorsionar por no mirarse, no recordar, no saber de dónde viene, qué lo define, cómo es en realidad  y cuál es su lugar respecto de sí mismo, de los demás y en el mundo. En suma, cuando la memoria falla o se la pretende manipular, sucede lo que a los mexicanos: culpar a otro de nuestros males y limitaciones, eludir la responsabilidad de nuestros actos, enmascararse para no reconocerse ni ser reconocidos y, en suma, tratar de ser otro para no-ser ni parecer el que se es o tal vez sólo negar para no perturbarse. 

No tolerar el propio relato borra la historia y envilece la identidad con expresiones groseras y acciones burdas. ¿Y qué otra cosa es el machismo, por ejemplo, que una ilusión de supremacía? Denigrar hace sentir o creerse más poderoso al que practica el vicio de humillar porque sí. Esa ausencia de empatía ha fortalecido una manera colectiva de ser miserables, como si se tratara de un acierto. Ya no es inusual aceptar la proliferación del insulto desde la tribuna hasta las redes sociales, en la calle y con más notoriedad en el lenguaje inocultablemente ordinario de gran parte de los “políticos”: una manifestación de la ignorancia aunada al olvido de lo que cada uno es, empezando por sí mismo.

Mediante el vicio de negar y distorsionar el contenido de la memoria se afecta la interpretación de lo real. Por este medio el culto a la mentira causó el sueño de cualquier autocracia: hacer creer a los subyugados que lo falso es verdadero y lo verdadero “invención de los enemigos del pueblo”. Justo lo que, ante nuestro ojos, se ha manifestado como un estilo personal de gobernar. A la par, se encumbra la distorsión como “programa de gobierno”: mentir para confundir, negar para desviar y entre sorna, agresión, majadería y parodia, asegurar con el índice en ristre que lo que es no es como es; tampoco es lo que ha sido porque lo que es y lo que será es “como lo digo yo”. Resulta así que, en galimatías tan expansivo, la realidad viene a ser el deseo de quien adora y ostenta el poder sin considerción por los demás; menos aún por las normas y las instituciones; es decir, al no atender el mensaje de la memoria el capricho personal vulnera lo que con tan prolongado y dificilísimo esfuerzo se ha logrado para civilizar. Se ha hecho creer a nuestra sociedad que civilización y cultura son perversiones “neoliberales” que hay que repudiar. En eso consiste el pitorreo del dominio sin Ley, en sumar sometidos y lambiscones en detrimento de ciudadanos dispuestos a ejercer sus derechos y obligaciones.

Es cosa sabida que hay pueblos que le dan la espalda a la memoria, pero ninguno se libra de las consecuencias: no hay más que repasar el pasado remoto o cercano para comprobarlo. Esto no significa que los memoriosos que han enriquecido el conocimiento de la historia estén exentos de cometer errores (el hombre es el hombre, es el hombre…). Sin embargo, mantener el ojo en alerta sobre la historia permite evitar linchamientos, persecuciones e injusticias. También ayuda a ordenar, a rectificar y a hacer valer la democracia. 

Dar la espalda a lo real no significa que no exista. Así la vileza, la crueldad y el infierno en que se ha convertido la parte del país que muchos no quieren mirar ni aceptar. Aunque se pretenda voltear para otro lado, sigue aterrorizando la cifra de tres mil mujeres asesinadas en México, únicamente durante el 2021 que recién concluyó. Se podrá hacer chunga del valor de la denuncia, pero la vileza no borra lo que significa que al 26 de noviembre de 2021, según datos del Comité de las Naciones Unidas contra la Desaparición Forzada, en este país que en las Mañaneras se presume paradisíaco, más de 95,000 personas estaban registradas oficialmente como desaparecidas. Durante su visita a 13 entidades en esas fechas, los miembros del Comité fueron informados de que 100 desapariciones se habían sumado en las últimas horas. Como si tales datos no fueran espeluznantes, la impunidad que los agrava es hecho sabido entre propios y extraños.  Que el Poder Judicial carezca de autoridad moral es innegable al grado de que se habla de impunidad y castigos discrecionales como de tantos lugares comunes que, por repetidos hasta la saciedad, han conseguido que la mayoría los de por sentado y acaso sin importancia. 

Así el aumento de niños, niñas y mujeres desaparecidas y/o secuestradas para fines diversos, especialmente para un forzado comercio sexual. Si gracias a la prensa aborrecida y vilipendiada por el Presidente y sus huestes se muestran aspectos de una verdad monstruosa, lo que se calla, se desconoce o se ignora es un pozo sin fondo. Casi ciento treinta millones de habitantes y una conformidad vergonzosa… ¿De qué materia estamos hechos los mexicanos? Ni qué agregar sobre la situación infrahumana de los migrantes, de los encarcelados sin juicio, de los perseguidos, los humillados… El submundo dantesco en el que estamos inmersos está lleno de escenarios estremecedores. No se diga de lo que son capaces los narcos, los secuestradores y los estafadores también disfrazados de “delincuencia organizada”. No olvidar, en fin, que hay más de 52,000 cuerpos de fallecidos no identificados. Y las fosas clandestinas…, madres y mujeres en busca de sus seres queridos; y las enfermedades mentales sin atención suficiente, sin el soporte indispensable de la investigación, así como la vigilancia de terapeutas y terapias mediante controles de calidad y recursos a la altura de la necesidad… El atraso, pues, es como la cabeza de la Hidra.

En fin que no podemos seguir abultando fechas y desgracias sin atrevernos con la verdad y con la crítica. Debemos saber y aceptar quiénes somos, a qué tenemos derecho y cómo hay que dignificar a esta pobre sociedad desarticulada. No olvidar el acierto de Svetlana Aleksievich: “Recordar asusta, pero no recordar es aún más terrible”.