Mutilación genital femenina

th.jpeg

La infamia de que  capaz nuestra especie no tiene límite ni fronteras. Hay maltratos a la mujer que quitan el aliento; sin embargo, la mutilación genital o ablación encabeza las expresiones más feroces de perversión e imbecilidad de cuantas pueden imaginarse.  Tras siglos de practicarla como si de un logro se tratara, hasta la segunda mitad del siglo XX fue declarada una violación a los derechos humanos de las niñas.

Tal y como lo divulga la UNICEF con el propósito de abolir esta infamia, “la ablación genital femenina es una práctica discriminatoria que vulnera el derecho a la igualdad de oportunidades, a la salud, a la lucha contra la violencia, el daño, el maltrato, la tortura y el trato cruel, inhumano y degradante; el derecho a la protección frente a prácticas tradicionales peligrosas y el derecho a decidir acerca de la propia reproducción. Estos derechos están protegidos por el Derecho Internacional.”

Poco puede agregarse a lo divulgado por el organismo  internacional sobre esta tragedia, salvo que se cuentan por miles las menores que a diario y de manera forzada se incorporan a la estadística mundial de afectadas. De algo sirven las insistentes campañas humanitarias y judiciales que en Europa y desde Europa se patrocinan para su prevención y en defensa de la condición y del destino femenino. Inclusive son severas las sanciones judiciales no se diga en estados democráticos, sino en el puñado de países africanos que ya prohíben la ablación parcial o total, pero son más fuertes la costumbre y los prejuicios que la necesidad de cambiar para mejorar.

Está tan arraigada esta ferocidad en la identidad étnica y en las creencias que quienes emigraron a la Comunidad Europea viajan ex profeso a sus pueblos para mutilar y, según los arreglos, desposar a sus hijas de entre 4 y 14 años de edad. Temerosas de que sean rechazadas social y sexualmente por no estar mutiladas o circuncidadas, las propias madres se encargan de ponerlas en manos de comadronas o parteras que gozan de gran prestigio y riqueza en sus comunidades. Previamente pagados los altísimos honorarios, realizan la operación de extirpar total o parcialmente los genitales externos de las niñas en condiciones tremendamente antihigiénicas y sin ningún auxilio clínico, a pesar de las complicaciones.

En su admirable tarea de protección contra la violencia y el abuso infantil, la UNICEF no ceja en el empeño de educar y concienciar para que las madres contribuyan a frenar esta infamia. No hay que olvidar que, más pronto que tarde, el sacrificio se completa con el matrimonio forzado de criaturas con hombres que, en casos extremos, son hasta treinta años mayores, lo que viene a agregar lo propio del abuso sexual.

Los datos son alarmantes:  unos 70 millones de niñas en África y el Yemen han sido sometidas a la ablación, inclusive contra su voluntad en el caso de adolescentes instruidas en Europa, en los últimos años. Lejos de disminuir por la presión jurídica y cultural de Occidente, las cifras están aumentando entre la población procedente de África y Asia sudoccidental en Europa, Australia, Canadá y los Estados Unidos porque, además de los prejuicios antifemeninos que condenan su sexualidad, se considera rito de iniciación en sociedades tradicionales.

En poblaciones como Mali o Eritrea mutilan a las niñas a edades tan tempranas como en su primer año de edad con procedimientos tan salvajes como la quemazón de los labios genitales con sal. Lo común, sin embargo, es la contratación de comadronas a partir de la primera menstruación; es decir, entre 9 y 14 años: periodo en que también suelen ser comprometidas o desposadas con sujetos que al punto comienzan a utilizarlas sexualmente con todos los agravantes. Empezando porque sus matrices son aún infantiles, los embarazos inmaduros en niñas y adolescentes son tan frecuentes como los abortos, las muertes evitables, las hemorragias y un sin fin de daños colaterales.

La cercenada carece de placer sexual, lo que representa una garantía contra la infidelidad y la certeza del marido de que, dada su condición y porque le pertenece por entero, la niña/mujer o ya adulta está a su disposición. Literalmente, la ablación reduce a la mujer a objeto de servicio y complacencia masculina. El prejuicio asegura, por añadidura, que la fertilidad se incrementa y “el parto se facilita”, cuando en realidad ocurre lo contrario, pues la ablación genital es la primera causa de daños femeninos irreparables. Para empezar, puede causar la muerte de la niña por colapso hemorrágico o neurogénico debido al traumatismo, al intenso dolor y a las infecciones agudas que devienen en septicemia.

Existen fundaciones europeas que contribuyen a educar a las familias y, a la par, a persuadir a las comadronas de cambiar de oficio, a pesar de que es difícil obtener con otra actividad ingresos tan altos. Por un par de españolas entrevistadas sobre el tema en la Radio Exterior de España, nos enteramos, al detalle, de cómo entran muchas niñas en un estado de colapso inducido por el intensísimo dolor, el trauma y el agotamiento a causa de los gritos.  Otros efectos, pormenorizados por UNICEF, pueden provenir de una mala cicatrización, formación de absesos y quistes, más un crecimiento excesivo del tejido cicatrizante.

Mejor citar el listado de males publicado por la Organización Mundial de la Salud  que incurrir en alguna omisión: “infecciones del tracto urinario, coitos dolorosos, el aumento de la susceptibilidad al contagio del VIH/SIDA, la hepatitis y otras enfermedades de la sangre… Infecciones del aparato reproductor, enfermedades inflamatorias de la región pélvica, infertilidad, menstruaciones dolorosas, obstrucción crónica del tracto urinario o piedras en la vejiga; incontinencia urinaria; partos difíciles y un incremento del riesgo de sufrir hemorragias e infecciones durante el parto.”

Al inquirir a una suerte de líder o patriarca de una comunidad tradicional, el hombre abonó la “gracia” adquirida por la mujer mutilada. Aseguró que la ablación las  hace contonearse de un modo tan peculiarmente femenino que nada más verla caminar su marido la desea. En lo que a mi respecta, tanta y tan diversa violencia, tanta crueldad y tanto dolor evitable me hace descreer de la justicia posible. En realidad, nuestra especie es la más feroz y atraída por el Mal de cuantas pueblan el universo.

El malecón de Tajamar: otra bofetada

noticiasterra.com.mx

noticiasterra.com.mx

Abogar como Presidente de la República ante los saudíes por el medio ambiente mientras policías y granaderos resguardaban al convoy encargado de la brutal y definitiva destrucción de 57 hectáreas de manglar en el malecón de Tajamar, en Cancún, es otra bofetada del gobierno mexicano a los intereses del país, del planeta, del hábitat, de los derechos humanos y medioambientales y, en suma, de la población y la vida misma.

Propios de regiones costeras tropicales y subtropicales, los manglares son hábitats de camarones, tortugas, cocodrilos, aves y peces y, por su situación y valor ecológico, los más codiciados con fines turísticos. Además de absorber carbono, filtrar contaminantes y contrarrestar el cambio climático gracias a sus múltiples propiedades biológicas, los manglares actúan como eficientes barreras naturales contra huracanes, tormentas, tsunamis e inundaciones.

Cada manglar forma un ecosistema alrededor de árboles llamados mangles. Esta singular especie vegetal crece agrupada en humedales o terrenos cubiertos con aguas poco profundas. Subsisten y se desarrollan por el intercambio de gases que los hace tolerantes a las altas concentraciones salinas que abundan en suelos sin oxígeno. Al destruirlos se libera el carbono acumulado y, en consecuencia, se multiplican los contaminantes tanto en el solar devastado como en el mar colindante.

No obstante sus valiosísimas propiedades y contra el deber institucional de protegerlo, la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT), en 2006,  emitió una autorización de impacto ambiental (AIA) a favor del Fondo Nacional de Fomento al Turismo (FONATUR) para urbanizar y construir un conjunto urbano-turístico con oficinas, comercios, hotel y departamentos en el Manglar Tajamar de Cancún. Sin tardanza, con la amañada y previa licencia de construcción, FONATUR vendió el predio a la empresa BI & Di Real State de México y, de ahí, el repartidero de “propietarios”, cuya lista ha publicado en la web la revista Proceso.

Lo que siguió fue el desmonte y destrucción del manglar, contra la supuesta orden de SEMARNAT de presentar un programa de rescate de vegetación y traslado de la fauna protegida y en riesgo de extinción. Desde el pasado sábado, a horas de ocurrido este crimen contra la Naturaleza, la noticia se ha comentado en varias lenguas, con inocultable repudio. Si de suyo el agresivo desastre dirigido por Roberto Borge Angulo, gobernador de Quintana Roo, y por el Presidente municipal de Benito Juárez, Paul Michell Carrillo de Cáceres, es para ponernos la cara roja de vergüenza, también exhibe el lado más oscuro tanto del autoritarismo arraigado como del talante mexicano; es decir, de la tendencia de la mayoría a agacharse, hacer la vista gorda y aguantar abusos de poder, engaños y las más cínicas evidencias de corrupción, mentiras, negocios sucios,  alianzas y componendas.

Nuestra “hermosa República Mexicana” es un muladar dominado por bribones que determinan el destino de millones de subyugados. Si por educación, dignidad, afán de libertad y amor a lo que queda de patria el mexicano común no ha valorado ni entendido la democracia, que sea el montón de desgracias y hechos humillantes lo que lo enseñe y obligue a despertar. Mientras esto no ocurra, los pillos continuarán beneficiándose de la indiferencia de millones de habitantes en este maltrecho y violentado territorio.

Ya se sabe que los inconformes activos son minoría aplastante; sin embargo, a pesar de protestas reiteradas de organizaciones tan respetables como Green Peace; no obstante denuncias de valientes activistas y agrupaciones locales; sobre testimonios publicados por “Salvemos el Manglar Tajamar” en Facebook, donde pueden leerse pormenores y antecedentes de esta tragedia, el ecocidio se consumó en unas horas para  construir el proyecto inmobiliario, sin que la SEMARNAT, la Comisión de Derechos Humanos y hasta la PGR lo evitaran. Hechos como éste, para colmo auspiciado por la Secretaría de Turismo, demuestran no sólo la debilidad de las instituciones, sino lo fácil que es para inversionistas y empresarios “persuadir” a funcionarios para hacer lo que sea, dónde, cómo y a costa de lo que sea, en tanto y se antepongan el rintintín del dinero y el prejuicio de que estos resorts crean fuentes de trabajo. Lo que han hecho tales negocios especialmente en Cancún, son paraísos para pederastas, para negociantes vinculados a la prostitución, reductos ideales de venta y distribución de drogas y, como de paso, “ofertas turísticas” para que especialmente  los Spring Breakers den rienda suelta a su desenfreno y afán de juerga para abatir su espantoso aburrimiento.

Antes de que las máquinas entraran a saco contra animales y vegetales en peligro de extinción, fue desplegado un piquete de más de cien policías municipales y un cuerpo de ganaderos, para que el convoy de la muerte se desplazara y actuara sin oposición, en el mejor estilo de los gobiernos espurios.  Volquetes y trascabos tiraban árboles desde su raíz, plantas, flores, nidos… Y decenas de camiones salían cargados de tierra entremezclada con ejemplares aún vivos de la rana leopardo, la iguana rayada, el cocodrilo Moreletti…: restos del otrora Edén que sistemáticamente ha sido arrasado para reducirlo a tierra yerma, a cemento y simulacro de paraíso tropical diseñado por decoradores y arquitectos.

Ante la indignación masiva, el gobernador Roberto Borge, respondió a periodistas que el FONATUR es el desarrollador del Malecón Tajamar: revelación que hace todavía más inmoral el ecocidio. Agregó que desde 2005 Turismo obtuvo los permisos correspondientes de la Dirección General de Impacto y Riesgo Ambiental (DGIRA) de la SEMARNAT y que, por consiguiente, son legales y hasta convenientes estas medidas. Al respecto, no se arrugó al agregar este galimatías, sólo coherente para idiotas:

“Como Gobierno y como autoridad estamos obligados al cuidado del medio ambiente, pero también somos promotores de la inversión y del desarrollo. Nos interesa que Quintana Roo se mantenga como líder turístico en México y Latinoamérica, aunque es nuestra obligación garantizar que nuestros atractivos naturales sean preservados y puedan ser disfrutados por las futuras generaciones…”

Ha vuelto a triunfar nuestro ancestral síndrome de la derrota. Humillados, devaluados y agachados, aguantamos vilezas con estoicismo inaudito; si acaso, discurrimos burlas y cuchufletas. Carecemos de orgullo y conciencia crítica para ser un pueblo con alta concepción de sí mismo. Por eso somos burlados, saqueados y tratados como pobres diablos por los gobernantes. Ya es hora de cambiar para defender nuestros derechos.  Estamos cada vez más hartos y menos dispuestos a seguir resistiendo.

A todos nos afecta cualquier tragedia medioambiental. Tenemos que denunciar una y otra veces. Debemos insistir y exigir las reparaciones pertinentes, para que  lo “legal” lo sea de principio a fin y no producto de trampas, arreglos y porquerías habituales que legitiman o enmascaran los abusos que no paran, no paran…

Comedia de sangre y vergüenza

Indignante: así debe calificarse el espectáculo de masas montado sobre un criminal mediático, cínico y avezado operador de una realidad creada desde y para beneficio de la corrupción y la demagogia. Los tres capítulos estelares de tan costosa y publicitada telenovela mantienen a la feliz audiencia relamiéndose los bigotes. Chismes sobre la fuga, la huida, el palabrerío y la reciente recaptura del topo narcotraficante continúan arrojando memes y cuentos sobre yerros, gestecillos y desafíos de los protagonistas. Detrás de todo, la verdad sin máscaras: el país que somos, la sociedad que nos define y el gobierno que nos representa.

Esto no es broma. Es la medida de la dizque democracia que pagamos, literalmente, con sangre, sudor y lágrimas; mucha sangre, muchas lágrimas, mucho atraso y más y peor injusticia.

Rico entre los ricos, la fortuna del ranchero sanguinario y con visos de analfabeto, calculada hace años en más de mil millones de dólares, se expandió sin freno gracias la habilidad de duchos que, sin ser notados o justamente por darse a notar, saben lo que hay que saber sobre multiplicar, ocultar, enmascarar, lavar y mover dónde, cuándo y con quién. Colombia, Panamá, Belice, Estados Unidos, México y Ecuador son países cercanos e idóneos para estos menesteres, aunque ya se sabe cuán ligeras son las puertas cuando movidas a billetazos, pues nada ha sido y sigue siendo más cierto que “con dinero baila el perro; y sin dinero se baila como perro.”

De ahí que debamos tener en cuenta lo eficientes, numerosos, discretos y útiles que son los “paraísos fiscales”. Repartidos en los cinco continentes, son frecuentados, con idéntica garantía y asiduidad, por catrines de doble cara, malandros de bota, pistola y aspecto de padrotes, dictadores, esclavistas, tratantes de armas, gobernantes, políticos y sus parientes, tiranuelos, mochos de larga tradición como la familia Pujol, tan apegada al Opus Dei como a los beneficios del tanto por ciento en su natal Cataluña; y, desde luego, por el inabarcable desfile de delincuentes, encabezados por narcotraficantes y asesinos, cuyas patologías ya han creado, en varios tomos, una “Nueva historia universal de la infamia”.

En México en este caso, la cuestión es que, a la vista o en cubierto, se pueden amasar fortunas tan intactas, límpidas  y seguras como teñidas de sangre sin que norma, fisco, juez, mago, poder o gobierno se atreva  -durante años de ver y ver, de dejar y dejar, de dizque hacer sin hacer lo que se debe hacer y de hablar, hablar y alardear- a incautar no migajas como se ha hecho con casitas, vehículos o ranchos por aquí o por allá, sino el verdadero tesoro de Alí Baba que luce, reluce y viaja de país en país,  de rechimal en rechimal a cielo abierto y de padres a hijos o entre manos aliadas, sin la incómoda intervención del control estatal.

Lo fundamental de lo mal habido a costa de miles de asesinatos y daños gravísimos a la sociedad por el tal Chapo y los de su clase no está estéril en una cueva ni en cajas de seguridad bancarias, sino en plena actividad en inmobiliarias, líneas aéreas, empresas farmacéuticas, ranchos, submarinos –según dijera él mismo-, criaderos e inclusive en fundaciones filantrópicas; esto significa, por consiguiente, que al amparo del neoliberalismo global, el crimen organizado, a pesar de cíclicas estancias carcelarias, puede hacer con los caudales exactamente lo mismo que cualquier persona que se ostenta honorable, contribuyente y hábil negociante,  “admirado y aplaudido por su destreza”. Esto significa, en los hechos, que no hay diferencias sustanciales entre lo prohibido y lo permitido porque en ambos casos el producto está a resguardo de sombras  amenazantes. 

Tras la cuestión anecdótica y sin espejismos ni distorsión, el fenómeno “Chapo” refleja tanto la pobreza cívica y moral de la sociedad como la charlatanería del sistema político y judicial. No recuerdo referencias históricas, al menos desde nuestro siglo XX, sobre ejemplos del discreto deber cumplido por los funcionarios. Nada que indique el respeto a la responsabilidad contraída y el desempeño de la función sin ruido, sin discursos farragosos ni alardes y menos aún justificaciones. En cambio abruman ejemplos de megalomanía, demagogia y desmesura, como si hacer bien, regular o mal la tarea y sus obligaciones fuera una hazaña extraordinaria que debemos aplaudir y hasta conmovernos por tener encima a “tan buena gente”.

Salir a gritar a voz en pecho que por una ocasión, sobre un montón de errores, pendientes y suspicacias y a causa de innúmeras presiones internas y externas, se cumple –con toda esta historia de horrores encima- con el deber, es propio de pueblos atrasados y gobernantes espurios. El circo creado alrededor de este sujeto que tiene por costumbre burlar a la justicia y corromper a su antojo, pone en evidencia cuán previsible, fragmentado y maleable es el Estado mexicano.

En medio de tan tremendas desigualdades económicas y sociales y sin que nadie ignore cuán dañadas están nuestras instituciones, el poder del narcotráfico nos da una lección tremenda: el tejido social está lleno de agujeros, por lo que es posible trasminar entre la población cualquier clase de porquerías. Sin dificultad y sin temor, jóvenes marginados, por cientos, se unen a la delincuencia a la voz de que “mejor muerto joven y bien vivido, que viejo y jodido”. Instituciones, organismos y conglomerados de todo tipo participan de la misma ambigüedad entre el deseo de ser distintos y la imposibilidad de ser lo que se es; y con las instituciones, cada vez más vulneradas e incapaces de elevarse a la altura de una democracia aceptable.

“Pan y circo” se gritaba en la Roma imperial para apaciguar a las masas.  Aquí, el pan ácimo, el trago amargo y las mascaradas que nos sofocan alimentan una realidad sembrada de incoherencias e inconformidad. El conjunto de horrores,  pendientes sin resolver y  carencias morales y materiales exacerban la soledad radical de la población, empeorada por la suma de engaños, inseguridad y desamparo  del régimen de poder que, a todas luces, ha estado y está por debajo del país que debería representarnos, honrarnos y si no enorgullecernos, al menos no avergonzarnos.